Publicado en el blog “Y tú que lo veas”, EL CULTURAL

El convenio que firmaron el Gobierno Vasco y la Diputación de Vizcaya con la Solomon R. Guggenheim Foundation (SRGF) para la gestión del Museo Guggenheim Bilbao tendría que renovarse en 2014. Con quizá excesiva antelación se ha puesto en marcha en el Parlamento Vasco una comisión de investigación para considerar si, aprovechando la renovación, deberían modificarse las condiciones de ese convenio. En la primera firma todo se hizo con un secretismo injustificado y aún hoy el texto sigue sin ser público. Ahora es todo lo contrario: hay un debate abierto en el que participan los grupos políticos y se quiere contar con la opinión de expertos en diversos ámbitos.

Las dudas se reactivaron a partir de los enfrentamientos políticos por el proyecto Guggenheim Urdaibai, que a día de hoy parece archivado. El Gobierno Vasco se oponía a esta segunda sucursal Guggenheim en el País Vasco y comenzó a cuestionar la idoneidad del acuerdo hasta ahora vigente. Criticar el modelo Guggenheim en Bilbao es como dudar de la santidad de la Macarena en Sevilla.

La transformación de la ciudad es un hecho y nadie duda que el museo ha jugado un importante papel en ella. Pero en septiembre, Antonio Rivera, Viceconsejero de Cultura, Juventud y Deportes del Gobierno Vasco -que presidió la anterior comisión de investigación sobre el Guggenheim, en 2008, a raíz del desfalco cometido por su entonces gerente, Cearsolo- se atrevió en una conferencia que impartió en Brasilia a referirse a la necesidad de que el museo variase el rumbo en una serie de puntos. Todo absolutamente razonable:

…de cara a la renovación del acuerdo entre las administraciones vascas y la Guggenheim de Nueva York para el museo bilbaíno, será importante evaluar algunos aspectos como: la presencia en Bilbao de los fondos de la Solomon R. Guggenheim, tanto en términos de calidad como de cantidad; la entidad por sí misma de la colección propia adquirida en estos años a instancias y juicio de la dirección neoyorquina; o la proyección internacional, aprovechando la red Guggenheim, de los artistas y creadores vascos. Además de eso, habría que replantearse cuestiones como la reorganización de la comisión de expertos, la posible designación de una dirección artística del museo, las políticas de compras, el fortalecimiento del know how del equipo humano de Bilbao o la vinculación más tangible de la ciudadanía vizcaína y vasca con el museo (en forma de incremento de sus visitas al mismo).

A muchos les aterra que la SRGF se ofenda con estos requerimientos y se desvincule del museo de Bilbao. Es muy posible que, sin la marca Guggenheim, perdiera visitantes, patrocinios y eco internacional. No es algo deseable. Pero, según refiere Rivera en su conferencia, “Las condiciones del acuerdo entre las partes (…) fueron establecidas unilateralmente por (Thomas) Krens, sin que las pocas demandas de modificación expresadas desde la parte vasca tuvieran éxito alguno”. Y en una nota cita al abogado de las instituciones vascas en aquella ocasión, Rodríguez-Ponga, que comentó: “Nunca tuve claro si había dos partes”. No podemos repetir de nuevo ese error.

En estos días se hace oportuna la reflexión sobre los mecanismos de colaboración con la fundación americana no sólo por este debate abierto en el Parlamento sino también por la reciente inauguración de una exposición que, de haberse instalado en el Guggenheim de Nueva York, habría provocado una intensa polémica: Dimitris Daskalopoulos, el dueño de las obras que integran la muestra El intervalo luminoso, es patrono de la Fundación Guggenheim. No es algo casual ni puntual: forma parte de la estrategia expositiva que la SRGF desarrolla en Bilbao, guiada en gran medida por intereses propios. Ya lo explicó Thomas Krens cuando el museo cumplió 10 años: mientras la marca Guggenheim esté en la fachada del edificio, la fundación americana seguirá teniendo la máxima autoridad sobre el programa de exposiciones y de adquisiciones. La ejerce y la aprovecha.

En Bilbao, aparte de las presentaciones de la colección propia o la americana -éstas suelen ser reducidas en número de obras- la SRGF organiza exposiciones según la siguiente tipología:

1. Grandes exposiciones históricas: China, Rusia y el imperio azteca. Las negociaciones con los gobiernos de los países cuya historia se enaltecía para instalar sucursales en ellos explican la extraña atención a esas culturas en un museo de arte contemporáneo.
2. Colecciones de otros museos con los que la SRGF tiene acuerdos (los términos económicos son opacos) de colaboración: el Hermitage de San Petersburgo -Rubens y su época- el Kunsthistorisches de Viena, la Albertina -De Durero a Rauschenberg; Miguel Ángel y su tiempo- y el Städel Museum.
3. También de conveniencia para Nueva York, colecciones particulares que la fundación codiciaba en esos momentos: la Blake-Purnell y la de Eli Broad. En el caso de la colección de fotografía de Henry M. Buhl, miembro y ex-presidente del Comité de Fotografía del Guggenheim de Nueva York, se trató seguramente de un agradecimiento por su dedicación y por los fondos para adquisiciones donados al museo. En este bloque habría que incluir la exposición de la colección de Dimitris Daskalopoulos.
4. Exposiciones que no son de arte pero se venden a cambio de un buen patrocinio y atraen muchos visitantes: las motos y Armani.
5. Las más interesantes, que analizan relaciones artísticas y culturales o profundizan en un momento histórico, como Pintores, escultores y la cámara, Arquiescultura, Amazonas de la vanguardia, Cosas del Surrealismo o la actual Caos y clasicismo.
6. Exposiciones monográficas de artistas célebres, la mayoría americanos: Rauschenberg, Frankenthaler, Warhol, Serra, Salle, Calder, Clemente, Paik, Rothko, Rosenquist, Dubuffet, Kiefer. Twombly, Murakami, Cai Guo-Qiang, Kapoor…
7. Arte vasco y español, que se cuentan con los dedos de las dos manos: Iglesias, Chillida, Valdés, Oteiza, Palazuelo, Juan Muñoz, La torre herida por el rayo, Incógnitas. Cartografías del arte contemporáneo en Euskadi y Chacun à son goût. Desde el año 2008 el Guggenheim Bilbao no ha dedicado ni una sola exposición al arte español.

Hace poco más de un año, la escena artística neoyorquina discutía acaloradamente sobre la exposición Skin Fruit, con obras de la colección de Dakis Joannou, otro gran empresario griego, organizada por el New Museum. Joannou es patrono de este museo y muchos consideraron inaceptable que se utilizaran sus salas como escaparate para su colección privada y, para más inri, con comisariado de Jeff Koons: figura ligada de manera inequívoca al mercado del arte más especulativo. Poco antes, en octubre de 2009, Dimitris Daskalopoulos había conseguido entrar en el patronato de la SRFG, tras varios años haciendo méritos. No hay por qué dudar de su pasión por el arte ni de su generosidad. Pero cabe preguntarse si no hay un “trato” entre la SRFG y el mecenas: tú nos sigues haciendo donaciones y nosotros te montamos una exposición con tu colección. En Nueva York no, porque nos pueden armar un escándalo: en Bilbao, donde no va a pasar nada y además vas a contar con unos espacios enormes en los que puedes montar tus grandes instalaciones.

Curiosamente, la exposición se organizó con cierto secreto y no se ha anunciado hasta muy tarde. En octubre de 2010, Artinfo supo de la organización de esta exposición y difundió lo que no era más que un rumor a través de su web. El Guggenheim respondió con un “sin comentarios”. Un par de meses después el director de la SRFG justificaba la muestra (ver links, abajo). Para evitar acusaciones, Daskalopoulos firmó un acuerdo tanto con la Whitechapel Gallery de Londres -donde ha mostrado otras obras de su colección en varias exposiciones sucesivas ¡durante casi un año!- como con la SRFG comprometíéndose a no vender ninguna de las obras expuestas durante tres años. ¿Es suficiente? En España hemos desarrollado una gran permisividad hacia la presencia en museos públicos de colecciones privadas. No ocurre así en Estados Unidos, donde por lo general se rechaza esta práctica. En este caso, y en el contexto de la historia y el futuro del Guggenheim Bilbao, la cuestión es ¿a quién interesa que esta colección se muestre aquí? Bilbao es un escenario en el que la SRFG desarrolla sus estrategias.

Las cuentas de la SRFG no son envidiables. Maneja muchísimo dinero, pero en 2008 tuvo un déficit de 18 millones de dólares y en 2009, aun con recortes y despidos, de 12 millones de dólares. La operación de apertura de una nueva sucursal de Abu Dhabi debe haber supuesto ingresos muy cuantiosos, pero no parece que haya solucionado por ahora los problemas de financiación. Lo que no ha impedido que los más altos ejecutivos de la Fundación haya recibido bonificaciones que, si resultan escandalosas en bancos y grandes empresas, son en una organización sin ánimo de lucro simplemente incomprensibles: en 2009 la SRFG pagó un bono de un millón de dólares a Thomas Krens por sus prolongados servicios -le había pagado ya otro de igual cuantía en 2008-, además de más de 800.000 dólares a su compañía, Global Cultural Assets Management, por supervisar los planes de construcción del Guggenheim en Abu Dhabi. El sueldo del director del museo Guggenheim en Nueva York fue de 612.000 dólares en ese mismo año. ¿Cuál sería el de Juan Ignacio Vidarte?

Vidarte pasó del Departamento de Hacienda del Gobierno Vasco a director gerente del Guggenheim Bilbao. Y a partir de ahí, en 2008, se convirtió en Deputy Director and Chief Officer for Global Strategies de la Fundación Guggenheim. Es el tercero en la jerarquía de la organización y se ocupa de su actual proyecto estrella: Abu Dhabi. ¿Para quién trabaja? ¿A quién deberá lealtad en caso de un posible conflicto en la futura negociación del convenio? Uno de los aspectos que debería discutirse entonces es la necesidad de un director artístico para el museo y, en general, la adopción de “buenas prácticas” en la gestión, no sólo para la elección de un director mediante convocatoria internacional sino, sobre todo, en la transparencia. El Guggenheim Bilbao no publica sus cuentas. Sabemos, a través de un informe que hizo en 2007 el Tribunal Vasco de Cuentas Públicas, que el Gobierno Vasco y la Diputación pagan a la SRFG los salarios equivalentes a la dedicación de diez personas a jornada completa por las tareas que se realizan desde Nueva York relacionadas con el museo bilbaíno. En 1998 -no hay datos posteriores- fueron 152 millones de pesetas. Buenos sueldos. ¿Qué más pagan las administraciones vascas?: tras los 20 millones de dólares por la marca y los 4,6 millones por la planificación, desarrollo y construcción, se cubren esos gastos de personal y “las facturaciones por las exposiciones que organiza la SRGF”. Esto no se aclara en otros lugares pero es de suponer que se cobra una tarifa por las exposiciones.

El museo, afortunadamente, tiene un elevado porcentaje de autofinanciación, cerca del 65%, por lo que se hace menos gravoso su mantenimiento: unos 8 millones a repartir entre el Gobierno Vasco y la Diputación de Vizcaya para 2011. Hay, además, un compromiso de aportación de fondos por parte de la Sociedad Tenedora -Gobierno y Diputación al 50%- para adquisiciones. Este año esos fondos ha caído en picado: el Gobierno ha rebajado de 4 millones a 1,2 su aportación, y la Diputación ha debido hacer lo mismo. El año pasado se hizo un gasto de unos 8 millones en dos obras: la serie Mrs Lenin and the Nightingale de Georg Baselitz y El gran árbol y el ojo de Anish Kapoor. A día de hoy el cierre de esta segunda operación está pendiente de que expertos conservadores dictaminen si el acero inoxidable con el que está realizada esta escultura aguantarán a la intemperie junto a la ría. Parece, la verdad, una excusa para anular la adquisición.

Las compras se han hecho hasta hoy sin apenas intervención desde el País Vasco. Varios informes oficiales han señalado la ausencia de control en ellas. Tuve ocasión de comprobar que incluso se ha mentido en el Parlamento sobre la supuesta existencia de asesores e informes que avalaban las compras. Tras la disolución en 1995 del equipo asesor inicial y la posterior marcha de Javier González de Durana en 1998 no ha habido ninguna participación de expertos españoles independientes. El personal del museo avala las adquisiciones que parecen hacerse, dado el tamaño de buena parte de las obras, por metros cuadrados.

Algunas cosas deberían cambiar.

Más información José Luis Gómez Llanos: EL MUSEO GUGGENHEIM DE BILBAO: LA EVALUACIÓN DE UNA POLÍTICA CULTURAL (Sociedad Vasca de Evaluación de Políticas Públicas (EVALUAR))
http://www.sociedadvascadevaluacion.es/material/93.pdf Elena Vozmediano: “El Guggenheim Bilbao, después del efecto”:
http://www.revistadelibros.com/articulo_completo.php?art=38
Informe del Tribunal Vasco de Cuentas Públicas sobre el Guggenheim Bilbao: http://www.tvcp.org/prensa/guguenpren.pdf
http://www.tvcp.org/informe/informe-guggenheim.pdf
Conferencia de Antonio Rivera, Viceconsejero de Cultura, Juventud y Deportes del Gobierno Vasco, en Brasilia
Artículo en el New York Times sobre la exposición de Daskalopoulos en Bilbao: http://www.nytimes.com/2010/12/17/arts/design/17vogel.html?_r=3&partner=rss&emc=rss