MNCARS, Madrid
Publicado en El Cultural, el 11 de diciembre de 2008


Es el primer comisariado de Lynne Cooke como subdirectora del MNCARS y, si todas sus exposiciones van a ser tan buenas como ésta, no podemos más que felicitarnos por su aterrizaje en Madrid… aunque esperamos que sus proyectos se diferencien de manera más nítida de los que desarrolla para la Dia Art Foundation en Nueva York, pues esta muestra coincide con las dos que ha organizado de Zoe Leonard (Liberty, Nueva York, 1961) en el Dia:Beacon y la Hispanic Society of America. Allí se puede ver aún un montaje distinto de Analogue, la gran obra compuesta de unas 400 fotografías realizadas a lo largo de una década que cierra el recorrido de la exposición en el MNCARS y que ha sido adquirida para nuestro museo. Es un conjunto bien conocido que se presentó en el Wexner Center de Columbus en 2007, viajó luego a la Documenta 12 de Kassel, y que ha gozado del aplauso de crítica y público por su conjunción de inquietudes acerca de la economía global y su influencia sobre el consumo cotidiano, por un lado, y de ingenio visual por otro.
Pero en el MNCARS Analogue es sólo el final. Se nos informa de que esta exposición viene del Fotomuseum de Winterthur, pero allí tuvo un comisario distinto y, suponemos, un montaje diferente. Porque aquí la disposición de las obras en las salas está pensada al milímetro y casi podría considerarse, por la intensa implicación de la artista en ella, como una obra en sí. Las cartelas se han agrupado en las esquinas —práctica por lo general molesta pero lógica en esta ocasión— de manera que no estorben la narrativa visual o, quizá sería mejor decir, musical. Utilizo el término —sabiendo que Leonard defiende por encima de todo su condición de fotógrafa que se limita a las herramientas no ya tradicionales sino incluso pretéritas del medio— porque la estructura de sus proyectos es la de “variaciones” en las que una escritura fotográfica muy ordenada desarrolla diversos “temas”. La exposición, la obra de Zoe Leonard, es en este sentido profundamente armónica y coherente. El montaje sigue una progresión cronológica pero sobre todo establece una secuencia de maneras de mirar que, sin añadir nada a la realidad, van mucho más allá de la documentación de lo existente y son en conjunto tan creativas como las fotografías escenificadas más elaboradas.
Las primeras salas despliegan una visión aérea del mundo que no se asemeja a la que proporcionan los satélites actuales sino a la que se tenía desde los globos aerostáticos o las viejas avionetas. Como algo asombroso, desacostumbrado. Las nubes, el mar, las ciudades y hasta las plazas de toros son observadas como diseños en los que las constantes y las variables suscitan un juego intelectual que no resta en absoluto atención a las bellezas naturales que se reflejan. La artista vivó un tiempo sola en Alaska y parece admirar la capacidad de adaptación mutua entre naturaleza y civilización, como queda patente en su serie sobre árboles que desbordan los alcorques o engullen rejas en su tronco. Si miramos con atención comprobaremos que la idea de “marco”, que unas veces constriñe y otras puede ser rebasado, aparece a menudo en su obra. Ocurre así en la sala en que se presentan los casi sádicos modelos anatómicos antiguos en sus urnas, el cinturón de castidad o el “calibrador de belleza”, correspondientes a una etapa en la que las cuestiones de género tuvieron gran protagonismo en su trabajo. En la siguiente vemos animales disecados, también encerrados en armarios de vidrio y, como en la anterior, un solo espejo enmarcado y ensombrecido con el que nos comuncia un mensaje en clave sobre nuestra implicación en esas situaciones crueles y sobre la pulsión escópica que se esconde en todas ellas. Hay algo también de espionaje en Archivo de Fae Richards, única incursión hasta la fecha de Leonard en la ficción fotográfica —reconstruye con ayuda de actores la vida de una supuesta cantante— , y una mirada más concentrada de lo normal en la sala en la que se reúnen detalles de puertas, ventanas y suelos, todos límites, “marcos” de nuestra experiencia visual y vital.
Por el contrario, frente a la tendencia dominante a presentar la fotografía como cuadro —por las grandes dimensiones y por el cuidado en las calidades materiales—, Leonard trabaja en formatos pequeños y, aunque selecciona con esmero los papeles y las técnicas de revelado más apropiadas, el aspecto de sus fotografías, casi siempre en blanco y negro, es granuloso y descuidado. Nunca declamatorio. En la serie de fotografías aéreas de París (1989-90) que se expone simultáneamente en la galería Pepe Cobo, las deficientes condiciones lumínicas durante las tomas —amanecía— acentúan esas características. No son de lo mejor de la artista, y sólo en el contexto de la gran retrospectiva del MNCARS adquieren significado.