Círculo de Bellas Artes, Madrid
Publicado en El Cultural, 19 de diciembre de 2008

Parece que los gobernantes no saben dónde poner a los jóvenes. En Instituto de la Juventud (INJUVE) se creó en 1977 como organismo vinculado al Ministerio de Cultura; en 1988 pasó a depender de de Asuntos Sociales y desde ahí se integró en el de Trabajo y Asuntos Sociales, donde estaba últimamente, hasta que en abril pasó al nuevo Ministerio de Igualdad. No es descabellado, aunque cabe suponer que la mudanza se ha debido en parte a la necesidad de dotar de contenidos a la nueva cartera. Parece que ha habido una ralentización de sus actividades, al menos en lo que respecta a las muestras que organiza, con la Sala Amadís completamente desaprovechada. Sólo se han hecho en ella tres exposiciones este año: una que reseñamos aquí, Aptitud para las armas, otra sobre diseño y la que puede ahora verse, de cómic, con una duranción de ¡cuatro meses! La buena noticia es que la Muestra de Artes Visuales se mantiene y se celebra como es habitual en el Círculo de Bellas Artes, donde consigue una mayor visibilidad. La mala es que este año no se ha editado el tradicional catálogo; ni siquiera en formato digital, por lo que será difícil acordarse de lo visto ahora en años sucesivos.
Como en la pasada edición, se han yuxtapuesto las muestras de artes visuales, diseño e ilustración, lo que tiende sugerir una confusión de estas esferas de actividad creativa. El saco de la “creación” es muy hondo y en él se revuelve lo que no se debería. No se puede negar la realidad de la interrelación entre las artes —la posibilidad de que se de, no la obligación—, pero el reciente prestigio empresarial y político de las “industrias culturales” hace que las que llamamos plásticas o visuales pierdan terreno frente a las más productivas económicamente hablando. En planes de estudios, en el espacio público, en el espacio mediático… Ya va siendo hora, en estos tiempos de crisis del consumo, de que se valore la rentabilidad cultural y social al margen de la productividad. Es una situación, en cualquier caso, que excede en mucho a este premio, en cuyo jurado han participado profesionales todos de gran relieve: David Barro, que ha sido el comisario encargado de la exposición resultante, Alejandro Castellote, crítico de fotografía, Estrella de Diego, profesora de Historia del Arte en la Complutense, Javier González de Durana, director del TEA, y María Pallier —que repite—, directora del programa televisivo Metrópolis. Nada hay impactante, en mi opinión, pero sí unas cuantas buenas propuestas a las que estar atentos.
Los tres primeros premios (otra vez los raquíticos 5.000 euros) son para Elssie Ansareo, con unas fotos en blanco y negro muy contrastadas un poco a la Jürgen Klauke, Verónica Eguaras, con una ingenua fábula de animación construida mediante sucesión de fotografías y Marina R. Vargas. Bien dados los dos primeros; entre los accésits destacaría las fotografías de Zoé Treviño y la pintura que se extiende al muro de Alain Urrutia. Se han otorgado además cuatro premios de 3.000 euros como ayuda a la producción para proyectos, entre los que figura el de Karmelo Bermejo, ganador de uno de los premios del último año y del premio de Fotografía de El Cultural, aunque ausente de la exposición. Es prometedor también el trabajo sobre las medianeras de la brasileña Flavia Mielnik, de quien he podido saber algo gracias a que se tiene un blog, porque en ningún lado no se nos da la más mínima información sobre los artistas, y cuidada la fotografía de Damián Ucieda. Entre los seleccionados son atractivos los vídeos musicales de Enrique Piñuel y Chema García —también es una animación, muy bien hecha con fotografías— y los estáticos de Ariadna Parreu —aunque es difícil juzgar con tan poco—.