Materiales de sociología del Arte
J. Varela y F. Á. Uría
Siglo XXI. Madrid. 174 pp., 17 e.

No creo que ningún historiador del arte serio conciba hoy la posibilidad de explicar la obra de un artista del pasado sin referirse a su contexto social. No parecen ser de esa opinión Julia Varela y Fernando Álvarez-Uría, profesores de Sociología en la Complutense, que reclaman en estos ensayos firmados conjuntamente, aunque dos de ellos se habían publicado como trabajos individuales en Claves de razón práctica, la consideración de la obra de arte como “hecho social”. Ambos sociólogos, en la estela de Foucault, del que son traductores, prestan especial atención a la huella en la cultura de diversos poderes: dominación masculina, autoridad política, capitalismo… Los autores son contrarios a un arte “sacralizado”, subjetivo, comercial y privado del componente artesanal que produce obras “bien hechas”. Defienden un arte contestatario “al servicio de la verdad” que favorece la libertad, la justicia y el “derecho universal de la humanidad”. Condenan el ideal del artista como genio pero sucumben al ideal de artista como héroe. Ese enfoque determina los temas elegidos o el tratamiento que se les da.

El primer ensayo, de Julia Varela, revisa la evolución de la iconografía de la Anunciación como “dispositivo de feminización” o herramienta de subordinación de las mujeres. Introducido con muy instructivos datos sobre el origen del culto mariano y sobre sus vinculaciones eclesiásticas y políticas, se centra en las formas de relación entre el ángel y María, eco de las cambiantes relaciones entre hombres y mujeres entre los siglos XIII y XVII. Es el texto que más cerca se mantiene de las obras artísticas; los siguientes tratan menos del arte que de su contexto. Así, es muy interesante la historia del proceso del arzobispo de Toledo Bartolomé Carranza, paradigma de la represión de los librepensadores en tiempos de Felipe II, pero la interpretación que Álvarez-Uría hace de el cuadro de El Greco El expolio como ilustración del mismo se apoya en datos circunstanciales. El tercer ensayo se basa en las monografías de Ortega sobre Velázquez y de Norbert Elías sobre Mozart para pedir una revisión de la obra de ambos creadores a la luz de su posición en sus entornos sociales, cuando hace años que los estudios velazqueños destripan todos los pormenores de su vida en la Corte y del entorno religioso, administrativo, cotidiano… Velázquez sería un realista que refleja la “naturaleza humana natural”, en la línea de la escuela teológica salmantina que también habría marcado a El Greco.

Es poco crítica la valoración de la antropología de Malinowski, aunque muy seductor el fresco de la pasión por los trópicos en la literatura, la pintura (Gauguin) y la ciencia. Finalmente, el artículo de Varela sobre sexualidad y psicoanálisis en la Viena de fin de siglo hace un buen balance en el que destaca la asociación de darwinismo, colonialismo, sexualidad y obsesión de los totalitarismos por lo “degenerado” y la limpieza étnica. La búsqueda interior aparece así, abusivamente, vinculada a la eugenesia nazi.