Como todo el mundo sabe, los gobiernos de todo nivel de la Administración y de todo signo partidista acuden a la fórmula de la “dimisión” para intentar minimizar el coste político y mediático cuando quieren quitarse de en medio a un alto cargo que ha cometido alguna irregularidad y resulta incómodo. Sospecho que Patricia del Pozo, Consejera de Cultura y Patrimonio Histórico de la Junta de Andalucía, le ha abierto la puerta de salida a Fernando Francés, que es todavía –el próximo Consejo de Gobierno, en el que se hará efectivo el cese, tendrá lugar el 29 de agosto– Director General de Innovación Cultural. Pero él lo ha presentado como un portazo suyo: en una carta de dimisión que ha tenido amplia circulación se declara “quemado”. Hace como poco diez días, me comentan, que la decisión (¿de quién?) estaba tomada. Apenas seis meses ha permanecido en el cargo y habrían sido menos sin el apoyo de Elías Bendodo, Consejero de la Presidencia y responsable último del fichaje de Francés. En un momento de aparente inestabilidad del acuerdo tripartito en Andalucía, Ciudadanos le ha engrasado a última hora la rampa de caída.
Del Pozo había perdido la confianza en él al menos desde mayo, mes en que ella tuvo que comparecer dos veces ante el Parlamento andaluz para dar insuficientes explicaciones, a raíz de las informaciones publicadas por EL CULTURAL (la chispa), sobre la incompatibilidad en la que había incurrido Francés al participar en el concurso para la gestión del CAC Málaga. Ocultó información sobre su entramado societario a la Consejera, quien así lo reconoció en su segunda comparecencia, expresando sus reservas sobre posibles complicaciones futuras, que ya entonces veía venir. Y vinieron. La investigación sobre el delito patrimonial de Invader en el que Francés podría estar implicado siguió adelante, el despido de Rafael Doctor tras una reestructuración de la Consejería que parecía encaminada a ese objetivo fue motivo de una repulsa unánime por parte del sector artístico y la denuncia por lesiones de la artista Marina Vargas ha llegado por fin a los tribunales, habiéndose fijado la vista para el próximo 23 de octubre.
Otras cuestiones han precipitado la caída. Una de ellas es el conflicto con las orquestas públicas andaluzas y en particular con la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla (ROSS). Francés se ha topado con los sindicatos. La red clientelar sobre la que se ha apoyado en el sector del arte contemporáneo, comprando el silencio de muchos y asustando a tantos otros, no le ha valido aquí. Ahora, en su carta de dimisión, se despacha contra esos profesionales de la música, “presa fácil de unos sindicatos insaciables”, y los acusa de arruinar a los demás sectores culturales.
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Pero, sobre todo, se ha topado con los interventores. Tras el escándalo de los ERE, la administración andaluza ha reforzado sus mecanismos de vigilancia y control de toda operación económica. Y eso lo ha llevado muy mal Francés, que llegó para imponer un modelo empresarial al ámbito cultural y que ha demostrado no saber gestionar lo público.
La mala relación con la Consejera ha llegado a su culmen con la paralización por parte de esta del programa de exposiciones temporales que Francés pensaba inaugurar en septiembre y que menciona en su carta. Su plan, al parecer, era montar una estructura paralela o superpuesta a la red de museos y centros de arte de Andalucía, dirigida directamente por él desde Sevilla. Después de defenestrar a Rafael Doctor, que se posicionó públicamente en su contra tras el incidente con Marina Vargas, pospuso o canceló su propósito de deshacerse también de Juan Antonio Álvarez Reyes (CAAC de Sevilla) y Álvaro Rodríguez Fominaya (C3A de Córdoba), optando por el método del estrangulamiento económico que había aplicado ya en el CAF de Almería. Por el contrario, dio por buena la continuidad de José Lebrero al frente del Museo Picasso de Málaga, a cuyo patronato habría encontrado lo suficientemente dócil. Así lo hace pensar su muy especial agradecimiento, en la carta, “a Bernard Picasso y al resto del Patronato del Museo Picasso Málaga por la complicidad en cómo orientar ese gran museo”, así como la programada exposición de Picasso, promovida por él en colaboración con la Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso, en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, a cuya directora, Valme Muñoz, ha tratado con una falta de respeto absoluta. El CAC Málaga (sobre el que luego volveré) lo daba por suyo, claro.
Ese plan de estructura superpuesta consistía en la programación de un gran número de exposiciones temporales bajo su batuta que llevaría a museos bajo su control y a salas de ayuntamientos y diputaciones afines. Serían organizadas por empresas privadas de gestión cultural, que ya se habían puesto manos a la obra. Siempre evitando temáticas incómodas para la coalición de derechas en el gobierno autonómico. Francés no habría respetado los procedimientos concursales que esas adjudicaciones requerirían y no habría formalizado con las sedes de destino los acuerdos exigibles. Y la Consejera, a la que califica de “pusilánime”, le paralizó el programa.
Hay algo más, quizá la pieza definitiva para el derrumbe. Me llegan rumores desde el interior de la Consejería sobre un posible escrutinio de Hacienda en las finanzas de Fernando Francés. No tengo constancia. Pero, como sugerencia: yo empezaría por fiscalizar la ampliación de capital de Gestión Cultural y Comunicación mediante la cual entregó el control de esa sociedad a José Luis Díaz Noriega, por un importe que no cuadra ni de lejos con el valor de la misma declarado en el Impuesto de Sociedades.
Hoy hemos sabido que su sustituta (ya sabía él quién iba a ser, pues utiliza el femenino en su carta) será Mar Sánchez Estrella, que fue Delegada de Cultura en Sevilla con el PP, de 2011 a 2015, y desempeñaba hasta hoy el cargo de Directora General de Patrimonio Histórico y Documental en la propia Junta de Andalucía. Tiene fama de persona bien formada y competente, y cuenta con la confianza de Patricia del Pozo. La rapidísima sustitución confirma que la “dimisión” se preparaba desde algún tiempo atrás. Sánchez Estrella no es de la cuerda de Francés así que es posible que deshaga algunas de sus medidas, las más cuestionables y que le dejan el campo sembrado de minas. Ella es miembro del Consejo de Administración de la ROSS desde 2007, lo que podría facilitar (o no) la resolución del conflicto.
¿Qué va a hacer ahora Francés? “Quiero tomarme un tiempo sabático para ocuparme de proyectos alejados del arte y la cultura y más próximos unos al turismo y otros al desarrollo social de sectores desprotegidos como los niños y jóvenes con capacidades distintas”. No sé si su negocio hotelero bastará a sus ambiciones, que se ven desde luego quebrantadas tras la caída. Yo nunca dudé de que él seguiría dirigiendo en la sombra el CAC Málaga de adjudicarse finalmente el concurso a Gestión Cultural y Comunicación. José Luis Díaz Noriega, íntimo amigo de Francés, no sabe nada de museos y casi nada de arte (dos de los más relevantes galeristas de Cantabria me confirmaron que ni siquiera le conocen). Pero las alegaciones al concurso ya se han presentado. Tres de los licitantes esperan respuesta del Ayuntamiento de Málaga y, en caso de que este no reconozca las supuestas irregularidades, al menos dos de ellos están dispuestos a llegar a los tribunales de contratación, solicitando al tiempo medidas cautelares que supondrían el cierre del CAC durante largos meses. La mano de Francés es ahora menos larga y es posible que el Alcalde de Málaga reconsidere su empeño en adjudicar la gestión al licitador que fue peor valorado en el apartado artístico y que cambió de dueño (¿?) en mitad del proceso. Sobre todo tras divulgarse hoy nuevas irregularidades en el procedimiento.
Al haber sido alto cargo, Francés no podrá contratar con la Administración durante dos años. Pero estaremos pendientes del proyecto del Alcalde de Sevilla, Juan Espadas, para la antigua fábrica de Altadis. Es significativo que el pronto cesante reconozca en su carta de dimisión “la sintonía en los criterios de calidad, gestión y colaboración con el Ayuntamiento de Sevilla, en concreto con el Concejal de Cultura y su Directora General”. Se pretende recalificar la tabacalera para usos terciarios, con cabida para un hotel. Está aún discutiéndose, pero una de las opciones que se han barajado es que la empresa hotelera que se haga con el solar sea responsable de sufragar durante ocho o diez años el mantenimiento de un centro de arte en ese mismo emplazamiento, que funcionaría mediante una gestión interpuesta. Francés mostró gran interés en ese proyecto. Pero quizá esté tan “quemado” que el humo le enturbie la visión.