Es difícil de creer. En París, el Jeu de Paume lleva dos evacuaciones de urgencia por amenaza de bomba, el 14 y el 18 de junio. La causa: los judíos radicales están indignados por la exposición de Ahlam Shibli inaugurada el 28 de mayo como parte de la programación diseñada por la directora del centro, que es la prestigiosa crítica y comisaria española Marta Gili. El día 16, varios encapuchados que enarbolaban la bandera israelí intentaron entrar en las salas. Habían sido espoleados por  el Crif, Consejo Representativo de las Organizaciones Judías en Francia, y convocados por la Asociación Francia-Israel. A la ministra Aurélie Filippetti le preocupa más un tropezón diplomático que la libertad de expresión o proteger a los profesionales que han defendido con gran empeño un proyecto cultural que depende directamente del Ministerio de Cultura y Comunicación y que goza de reconocimiento en todo el mundo. Destaca por su virulencia la Liga de Defensa Judía (LDJ), una organización, como explica Emmanuel Alloa, que está prohibida en Estados Unidos y en la propia Israel y que se distingue por su “vigilancia” cultural: tiene antecedentes en el ataque a exposiciones y, en concreto, a una que el fotógrafo alemán Kai Wiedenhöfer hizo en 2010, sobre la banda de Gaza, en el Musée d’Art Moderne de la Ville de Paris. Estas organizaciones judías han convocado una manifestación delante del Jeu de Paume para el 30 de junio, y no parece que lo hagan con ánimo muy pacífico. La situación es tan seria que el CIMAM (Comité Internacional de Museos y Colecciones de Arte Moderno) ha sumado a la petición de apoyos creada por el Jeu de Paume, otra con el fin de respaldar a Marta Gili. Los comunicados van y vienen: del museo, de la artista, del Ministerio

Se da la circunstancia de que la misma exposición pasó sin ningún problema por el MACBA –e irá después a la Fundación Serralves, en Oporto- pero es que en España, donde sufrimos otros excesos político-religiosos, no nos ha tocado éste. La muestra de la fotógrafa palestina no es fruto de un comisariado individual sino colegiado: participaron en él Carles Guerra, conservador jefe del MACBA –en este vídeo presenta la exposición en el museo de Barcelona-, Marta Gili, João Fernandes, subdirector del Museo Reina Sofía, e Isabel Sousa Braga. ¿Qué ofende tanto a los radicales judíos franceses? Una de las seis series que se presentan -en torno a la idea de hogar y protagonizadas por individuos marginados, desplazados o invisibilizados-, titulada Death y realizada en Cisjordania, muestra con mirada documental una larga serie de espacios domésticos o urbanos en los que las familias de combatientes y terroristas palestinos mantienen la memoria de sus muertos con fotografías de un particular estilo representacional en las que se les muestra como héroes militares. Yo vi la exposición en Barcelona y puedo asegurar que es imposible que el espectador europeo entienda las obras de Shibli como una apología del terrorismo, según pretenden los protestantes. Dan más miedo que otra cosa: muestran una realidad incontestable, una bien conocida dinámica en la que la opresión genera violencia, fanatismo, víctimas en todos los bandos y “mártires”, todo ello dramáticamente interiorizado e integrado en la vida cotidiana. La palabra “mártir” molesta particularmente a los judíos. No la utiliza el centro de arte sino la artista que, más allá de cuál pueda ser su postura personal -que no nos impone-, refleja una mentalidad que está ahí y que no podemos ignorar.

Los grupos judíos radicales quieren que la exposición se clausure; la embajada de Israel en Francia pide que se muestre “el otro lado”. ¿Cómo? ¿Con otra exposición que se centre en los muertos israelíes? He podido hablar unos minutos por teléfono con Marta Gili, que está exhausta tras casi tres semanas de conflicto. Confirma que ha recibido amenazas de muerte y teme, más que por ella, por el personal que trabaja de cara al público, en las taquillas y en las salas. A pesar de su gran preocupación, se muestra muy contenta por los numerosos apoyos que han recibido desde el ámbito intelectual y artístico; también desde España. Ha atendido la solicitud de la ministra, que pidió que el museo aclarara que los textos que acompañan las fotografías han sido redactados por la propia artista, y ha explicado públicamente que en las obras no existe la intención que se quiere ver en ellas. Pero no quiere dejar a Ahlam Shibli a los pies de los caballos; siente que tiene que respaldarla en este trance. El museo, dice, debe ser un lugar de diálogo, no de enfrentamiento. La situación tiene difícil solución: si el Gobierno no se muestra firme, es posible que los extremistas continúen el hostigamiento hasta que consigan su objetivo. La directora querría mantener la exposición abierta y ha pedido para ello protección al Ministerio de Interior: el miércoles mandaron policía al Jeu de Paume pero el jueves ya no. Lógicamente, no desea poner en peligro a los trabajadores del museo y, además, no concibe que el visitante tenga que ver la exposición en estas condiciones, o que la institución artística se vea coartada de esta manera en su libertad para programar las exposiciones. El Ministerio de Cultura dice defender la libertad de expresión pero muestra comprensión hacia quienes se sienten afectados por las fotografías, amparando de alguna manera las actitudes violentas. Ha sido la Asociación Francesa de Desarrollo de los Centros de Arte / d.c.a la que, en el maremoto de publicaciones sobre el caso que ha agitado a los medios franceses, ha formulado más claramente la exigencia que podría poner fin a esta situación intolerable: “Pedimos hoy al Estado que condene con extremada firmeza los ataques y las amenazas de las que es objeto el Jeu de Paume para hacer que se respete el derecho y para garantizar la seguridad del equipo y de los visitantes. Pedimos a la Ministra de Cultura y Comunicación que reafirme su apoyo a la institución en esta prueba y su compromiso profundo con la libre expresión artística en este país”. Ainsi soit-il.

Y no nos olvidemos de que, en estos días, el artista español Eugenio Merino se enfrenta a una demanda interpuesta por la Fundación Francisco Franco, que le reclama 18.000 euros de indemnización por daños al honor del dictador. Aquí el problema es del juez que la admitió a trámite. Esperemos que no dé la razón a los demandantes porque, si lo hace, va a tener mucho trabajo: los llamados Artistas Antifascistas preparan para los días 5, 6 y 7 de julio una exposición de apoyo a Merino en la que, sin duda, harán uso extensivamente de su liberta de expresión.