Nicolas Poussin
Cartas y consideraciones en torno al arte
(Lettres et propos sur l’art. París, 1964)
Textos reunidos y presentados por Anthony Blunt
Prólogo de Jacques Thuillier
Seguido de Reflexión sobre Poussin, por Avigdor Arikha
La balsa de la Medusa, nº 74. Visor, Madrid, 1995

Asistimos a una renovación del interés por Nicolas Poussin, artista mal conocido que ganó en su tiempo el favor de los eruditos y ha fascinado a buen número de pintores posteriores. Así lo indican la gran exposición de hace algo más de un año en el Grand Palais de París, o los recientes estudios de Jacques Thuillier y Pierre Rosenberg. A esta recuperación se suma La balsa de la Medusa con la traducción de unos textos fundamentales para la comprensión de la obra de este pintor normando que vivió en Roma casi cuarenta años y que, a pesar de ello, se convertiría después de muerto en paradigma del ideal clasicista de la Academia francesa.

En el volumen se reproducen 110 misivas, seleccionadas de entre las más de 180 que se conocían cuando Blunt preparó la edición. La mayoría de ellas están dirigidas a Paul Fréart de Chantelou, miembro de la pequeña nobleza de provincias que, gracias a su educación y a la protección de su primo, François Sublet de Noyers, fue mayordomo de Luis XIII y secretario del príncipe de Condé. Amigo de Poussin, fue además uno de sus más fieles clientes. Para él realizó el pintor, por ejemplo, la segunda serie de los Siete Sacramentos, en la que invirtió cuatro años y de la que trata por extenso en la correspondencia. Sostuvo también Poussin relación epistolar con Cassiano del Pozzo, influyente humanista versado en ciencias naturales pero también en arqueología y pintura, que llegó a poseer más de cuarenta cuadros del artista. Cassiano fue su protector cuando llegó a Roma y le puso en contacto con la clientela culta para la que trabajó allí.

Tras dos cartas de juventud, la correspondencia arranca del año 1639, cuando Poussin llevaba 15 en Roma y contaba ya con un amplio reconocimiento. Trata en principio del viaje que hizo, a su pesar, a París, llamado por Richelieu; las cartas fechadas de 1641 a 1643, muestran su creciente descontento en la Corte, donde se le obligaba a ocuparse de tareas decorativas y donde debía bregar con la interminable obra de la Gran Galería del Louvre, que acabó por abandonar, y, por si fuera poco, aguantar los embates del partido artístico de Vouet, indiscutido hasta su llegada. Cuando, tras dos años y medio de ausencia, volvió a Roma, iba camino de los cincuenta. A partir de entonces, su escritura va mostrando su afán de aislamiento, de plena concentración en el trabajo, las crecientes dificultades a las que, a causa de su delicada salud, debía enfrentarse y su cada vez mayor libertad artística, sin que veamos flaquear la obstinación con que había mantenido siempre su concepto de la pintura, esto es: la expresión de historias ejemplares a través de formas perfectamente ordenadas según las enseñanzas de los antiguos y de Rafael. Y al mismo tiempo que su mano comienza a temblar, se hace consciente, con melancolía, de que “el hombre se va cuando más preparado se siente para hacer las cosas bien” (p. 136).
El cambiante retrato que Poussin hace de sí mismo se complementa en el libro con los testimonios que dejaron sobre él sus contemporáneos. De Bellori se citan sus Vite y se toman las “Observaciones sobre la pintura” que el propio artista habría escrito y que, con las cartas, constituyen la fuente más valiosa para acercarse a las ideas estéticas de Poussin, y para valorarlas en el contexto de las batallas que tuvo que librar la opción clasicista en el siglo XVII. Se cita también a Von Sandrart, Felibien y Le Blond de Latour, entre otros, que describen el método de trabajo del pintor, incluyendo el curioso teatrillo de figuras de cera a partir del cual dibujaba sus composiciones.

Por último, se incluyen las reflexiones sobre Poussin de Avigdor Arikha, que aporta datos sobre su técnica pictórica e interesantes consideraciones sobre la densidad de su pincelada y sobre su concepción de la perspectiva y la proporción.

(Publicado en  Arte y Parte nº2, Madrid, abril-mayo 1996.