Michael Baxandall
Giotto y los oradores. La visión de la pintura en los humanistas italianos y el descubrimiento de la composición pictórica 1350-1450
Visor. Colección La balsa de la Medusa, nº38
Madrid, 1996. 302 páginas
Publicada en 1971 en la Oxford University Press y, anteriormente, de forma parcial, en el Journal of the Warburg and Courtauld Institutes, esta obra de Michael Baxandall, conocido en España por las traducciones de Pintura y vida cotidiana en el Renacimiento ( ?, ?) y Modelos de intención. Sobre la explicación histórica de los cuadros (Herman Blume, 1989), aparece por fin en castellano, contribuyendo a la paulatina pero meritoria puesta al día que llevan a cabo algunas editoriales españolas en lo que se refiere a la bibliografía artística en otras lenguas.
El libro, a grandes rasgos, aborda la relación entre la retórica latina y los inicios de la crítica de arte en el Renacimiento italiano. Sus protagonistas son los autodenominados “oradores” (conocidos por nosotros como “humanistas”), cuyos mayores afanes estuvieron dirigidos a recuperar el latín ciceroniano, eliminando las adulteraciones que la Edad Media había introducido en la lengua de sus antepasados. El latín era una lengua absolutamente minoritaria, utilizada solamente por unos cuantos eruditos reunidos en las cortes de ciertos príncipes cultos o deseosos de parecerlo; no obstante, al estar lo más granado de las letras y de las artes de la época concentrado en esos focos de creatividad, la influencia de las pequeñas escuelas de retórica latina llegó a ser de alguna consideración.
Lo que pretende demostrar Baxandall es que las rígidas construcciones y fórmulas expresivas de la retórica latina clásica determinaron no sólo la crítica de arte, que se ciñó a una serie de formulismos, tanto formales como conceptuales, procedentes de los modelos latinos, sino también la propia forma de mirar las obras de arte de los entendidos. Entre los primeros humanistas que se enfrentaron al tema artístico las ideas propias, como reconoce el autor, brillaron por su ausencia. Sus apreciaciones nos parecen hoy huecas, repetitivas y carentes de interés. A buena parte de ellos les preocupaba más la perfección formal de sus escritos que el asunto que éstos trataban. La correcta estructuración de las oraciones y los períodos o párrafos, las puntillosas distinciones entre palabras latinas de sentido similar o la manía de la comparación constituían al parecer motivos de satisfacción mayor para los humanistas que los cuadros o las esculturas de sus contemporáneos, a los cuales, por cierto, hacían rara vez referencia.
Baxandall analiza la inicial permanencia de algunos tópicos medievales sobre las artes en Petrarca; el resurgimiento con Filippo Villani del modelo del progreso en la pintura (la renovación protagonizada por Cimabue y Giotto), que se mantiene hasta hoy mismo y tiene su origen ya en Plinio (Apolodoro y Zeuxis); los ejercicios de ecfrasis, o descripción pormenorizada de ascendencia griega, de Manuel Crisoloras y Guarino de Verona, que tuvieron en la pintura de Pisanello, por la abundancia y variedad de sus figuras, su tema predilecto; y la distancia entre las interesantes nociones artísticas elaboradas por Bartolomeo Fazio y Lorenzo Valla y sus frustrantes por lo rutinarias críticas.
Pero, siendo estas consideradores reveladoras, lo mejor del estudio de Baxandall es el capítulo final, que querríamos más extenso, sobre el De pictura de Leon Battista Alberti, que sitúa en el contexto de la retórica de los tratados de arte humanistas. Y, dado que el libro de Alberti, a diferencia de los anteriores, sí tuvo una influencia directa sobre los artistas y los teóricos de su tiempo y de los siglos posteriores, podemos pensar que el modelo crítico retórico pasó de alguna manera al largo período dominado por el paradigma clásico. Es una lástima que el autor no trate esa posible pervivencia, que se puede vislumbrar hasta en la época de Diderot, el cual utiliza algunos de los recursos que describe Baxandall.
La última parte del libro reúne una amplia selección de textos humanistas sobre arte, en su versión original latina o griega, que se dan traducidos al castellano a continuación o en los capítulos previos. Cabría reprochar a los editores que no hayan traducido igualmente algunos textos en italiano antiguo que aparecen aquí y allá (a veces son párrafos enteros), que obligan, incluso a quien tenga nociones de italiano moderno, a echar mano del diccionario de vez en cuando.
(Publicado en Arte y Parte nº5, Madrid, octubre-noviembre 1996)