El martes se inauguró en la Galleria degli Uffizi (Florencia) una exposición titulada Norma y capricho. Españoles en Italia en los inicios de la “manera moderna”, con obras de, entre otros, Alonso Berruguete, Pedro Machuca, Pedro Fernández, Bartolomé Ordóñez y Diego de Silóe. Es una muestra a la que el Polo Museale Fiorentino, el organismo que gestiona los 24 principales museos de la ciudad, ha concedido una gran importancia al inaugurar con ella, en el buque insignia, el programa “Firenze 2013. Un anno ad arte”, que pretende promocionar la ciudad mediante una conjunción de eventos expositivos. Yo no la he visto mas que a través de las imágenes en la web, en la prensa y en un par de vídeos –incluyo el más completo abajo- y no puedo aventurar un juicio sobre ella. Parece que podría haber alguna ausencia notable: he visto que se ha incluido al menos una obra de Fernando Llanos pero no de Fernando Yáñez, cuando los dos podrían haber trabajado en el taller de Leonardo. Pero los seleccionados son, desde luego, los responsables de introducir en España, junto a los pintores italianos que hicieron el viaje inverso, esa “manera moderna” que, dadas las fechas -los primeros veinte años del siglo XVI- no es ya la del Quattrocento sino la del Renacimiento pleno y casi la de los inicios del Manierismo. Es un momento artístico trascendental en la pintura y la escultura españolas, dominadas hasta finales del siglo XV por la influencia flamenca, la cual fue favorecida por los Reyes Católicos. Sólo con Carlos V, en el momento en que se cierra esta muestra, se impone en España el Renacimiento de estirpe italiana. La exposición reúne buena parte de las obras realizadas por estos artistas durante su estancia en aquel país, donde llamaron la atención de artistas y estudiosos, como el mismo Vasari, por su libertad e incluso excentricidad a la hora de asimilar las innovaciones de Miguel Ángel, Rafael o Leonardo; y, en la última sala, ejemplos de lo que hicieron a su vuelta, en España.

Hay dos aspectos relacionados con este evento que me gustaría comentar. La muestra ha sido comisariada por Tommaso Mozzati y Antonio Natali, el director de la Galleria degli Uffizi. En las declaraciones que éste hizo en la presentación, insistía en su apuesta por exposiciones que cumplan la tarea de “formar y educar” y calificaba el tema de ésta de “importantísimo” aunque “desconocido”. Y precisamente por eso le interesa. Mozzati, por su parte, destaca la dificultad de reunir este conjunto de obras, pues son artistas que trabajaron mucho a escala monumental, en retablos y programas decorativos eclesiales, y no disponemos de muchas obras suyas que puedan transportarse. Tiene mérito, por tanto, haberlo conseguido. Lo primero que pensamos es: ¿por qué no se habrá hecho esta exposición en España? No estaría mal que algunos de nuestros museos demostraran un poquito más que hacen historia del arte seria y que defendieran proyectos con menos reclamo para el gran público, como éste. No digo que esta línea no pueda encontrarse entre nosotros: dentro de unos días el Prado, por poner un ejemplo, inaugura una exposición de El Labrador que, aunque pequeña –porque no hay más obra-, será en este sentido de las más importantes de la temporada. Se investiga en los museos, pero los recortes, la presión para alcanzar grados de autofinanciación y números de visitantes hace mella, lo que se traduce en una preferencia por el star system de la historia del arte, el Impresionismo y aledaños, las colecciones públicas y privadas que ruedan por el mundo…

El otro asunto al que quería hacer alusión es el de la situación económica de los Uffizi. De todos es sabido que, en Italia, el patrimonio histórico se cae, literalmente, a pedazos. Se han difundido incidentes alarmantes en el Coliseo, en Pompeya, en San Pietro in Vincoli, en el Palacio Real de Nápoles y, hace un mes, en la Gallería degli Uffizi, de donde se desprendió un fragmento de pintura al fresco de 30 cm. Antonio Natali declaró hace un año que su sueldo era de 1.890 euros al mes, muy por debajo de los de los directores en otros países, entre ellos España. ¿Cómo serán los del resto del personal? Es un museo que podría, en teoría, tener menos problemas, dado el número de visitantes que recibe -1.769.000 en 2012- y su precio de entrada -11 euros ahora, con la exposición-. Pero un día después de la inauguración de Norma y capricho se comunicó que se va a poner en marcha una experiencia piloto para evitar el cierre de salas por falta de personal de vigilancia, algo que ha estado ocurriendo en los últimos meses: los miércoles, las salas de pintores extranjeros sólo se podrán visitar en incursiones lideradas por el personal del museo, cada media hora y en grupos de 15 personas. No parece muy buena solución, pero peor es encontrarlas cerradas.

Norma y capricho se ha podido organizar gracias al apoyo de una caja de ahorros, y con gestión de una empresa privada, Opera Laboratori Fiorentini – Civita Group. Las operaciones de “salvamento” patrimonial se han dejado en manos de las empresas patrocinadoras en todo el país. Y gracias, porque las administraciones ni pueden hacerse cargo de ello ni demuestran en general ser del todo conscientes de las repercusiones que puede tener el deterioro y la falta de inversión: no sólo históricas sino también económicas, siendo el turismo cultural una de las principales fuentes de ingresos del país. Qué miedo da ver a nuestros vecinos, con nuestras barbas ya remojadas y con la navaja junto al cuello.