Publicado en El Cultural
La exposición de Adam Fuss (Londres, 1961; vive en Nueva York desde 1982) en la galería Marta Cervera podría considerarse como uno de los hitos de este primer tramo de la temporada artística. Anteriormente, en España sólo había expuesto en la galería Leyendecker de Tenerife, en 2005, y se habían visto algunas obras suyas en ARCO. Su trayectoria, perfectamente clasificable en series temáticas, ha ido sumando imágenes fuera de lo común por su talento para trascender la realidad y por la creatividad con la que modifica antiguos procedimientos técnicos para lograr la mayor contundencia comunicativa de sus imágenes. Fuss abandonó pronto las cámaras convencionales para experimentar con la cámara oscura y, posteriormente, en su trabajo de madurez, con el fotograma. Esta técnica posee ya por sí misma un carácter fantasmal. Al disponer directamente, en la oscuridad, objetos encima de un soporte fotosensible y proyectar luz sobre ellos, lo que se recoge es una sombra, un “índice” que tiene una relación con la realidad diferente a la de la fotografía. Cuando hablamos de fotograma suelen venirnos a la mente los vanguardistas que hicieron Moholy-Nagy, Schad o Man Ray, pero el procedimiento es más viejo, tanto como la propia química fotográfica: algunos de los primeros trabajos del pionero Fox Talbot fueron fotogramas, al igual que la bellísima colección de British Algae de Anna Atkins (1843). También tuvo cierto desarrollo en los márgenes de la historia del medio; por ejemplo, a partir de 1849, el austriaco Karl Ludwig Freiherr von Reichenbach busca en los daguerrotipos la huella del od, fluido vital que todo lo penetra y, más adelante, dispone sobre placas de colodión distintos materiales que supuestamente emitían esa energía. En Talbot o Atkins, y en aquellos juegos ocultistas, se producía una conjunción que se da también en Fuss de embelesamiento ante la belleza de las formas de la naturaleza y deseo de captación de un “algo más” que no suele encontrarse en la fotografía convencional: el residuo de un contacto con la vida, que queda retenida de alguna manera y en pequeña medida en el papel.
Fuss ha hecho fotogramas de niños, de pájaros y pequeños mamíferos, crisálidas, de flores, de vestidos, de máscaras, de calaveras, de polvo, de humo, de gotas de agua… Temas que hacen referencia a la fragilidad, a la fugacidad de lo vivo. Algunos en colores disparados e irreales, otros en grises de una sutileza infinita. Al contrario de lo que ocurre en otros tipos de registro mecánico de la imagen, éste no parece perseguir la captación de las circunstancias o los detalles de un sujeto o tema sino su propia esencia, su “existencia”. Lo que el fotograma capta son siluetas –recordemos su serie basada en los retratos realizados con este método en el siglo XVIII– pero él consigue mediante derivaciones técnicas incluir matices lumínicos o cromáticos en ellas. La serie sobre las gotas de agua se inició muy pronto, en 1987, y la ha desarrollado en diferentes momentos hasta llegar a las extraordinarias imágenes de gran tamaño, de 2007, que presenta ahora en España. Para realizarlas, sumerge en una gran bañera construida ex profeso el papel sensibilizado; deja caer gotas sobre la superficie del agua y en ese momento dispara el flash. El soporte sólo recibe la impresión de ese instante en que la luz se enciende y, por tanto, sólo el principio de la expansión de las ondas concéntricas en el agua. En las imágenes más pequeñas, individuales, el resultado es rotundo, de una gran definición; en las grandes, en las que se yuxtaponen y se cruzan las ondas de muchas gotas, supongo que lanzadas al agua al mismo tiempo, la vibración cuartea las líneas y se produce una mayor sensación de movimiento. Una lluvia. Fuss, con sus métodos modificados de fotograma, capta lo que está en suspensión, tanto en sentido físico –lo que flota– como temporal. Las ondas en el medio líquido, al ser detenidas, crean un dibujo de cualidades hipnóticas. Lo concéntrico atrapa la mirada como en una trampa, y favorece las actitudes meditativas. El material fotosensible recoge la geometría de las formas naturales, que no suele ser la geometría rígida de factura humana sino que contiene pequeñas irregularidades que son efecto de fuerzas de las que los científicos saben mucho pero que siguen resultándonos incomprensibles.