Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid
Del 26 de febrero al 13 de mayo de 2002
(Publicado en Art Nexus)
En poco más de una década, Xul Solar, que era anteriormente prácticamente desconocido fuera de Argentina, ha conquistado plazas insospechables. A pesar de que en 1977 el Musée d´Art Moderne de la Ville de Paris le dedicara una retrospectiva (la primera fuera de su país y un acontecimiento raro y puntual) fue a partir de finales de los ochenta cuando se disparó el interés por su figura. Presente en varias importantes colectivas de arte latinoamericano (la primera de ellas fue “Art of the Fantastic Latin America”, itinerante en Estados Unidos, en 1987), ha sido objeto en los años noventa de exposiciones monográficas en Nueva York, Londres, Río de Janeiro y Porto Alegre y Estocolmo. Pero, indudablemente, ha sido España el país que mayor atención le ha dedicado, con una primera muestra en la Galería Guillermo de Osma, en 1993, otra más numerosa y ya institucional en Málaga y Sevilla, en 1998, y este auténtico desembarco en Madrid, con cerca de 130 obras en el más importante centro de arte contemporáneo de la ciudad.
Alejandro Schulz Solari (1887-1963) es sin duda un artista fundamental en la introducción del espíritu vanguardista en la Buenos Aires de los años veinte. Tras pasar doce años en Europa, en contacto con el expresionismo, el cubismo o el futurismo regresó en 1924 a Argentina con el propósito definido de participar en su regeneración cultural. Vinculado a las influyentes revistas “Proa” y “Martín Fierro”, amigo de Borges, estudioso de la cábala, el “I Ching”, el budismo tibetano, la alquimia, la música, la arquitectura y, especialmente, la astrología, fue un “inventor” raramente sistemático: una docena de idiomas -los más acabados fueron el “neocriollo” y la “panlengua”-, un juego universal o “panajedrez”, un piano modificado que puede verse en la exposición y hasta unas imaginarias “reformas anatómicas y entes nuevos”. Es seguramente este talante curioso, sumamente creativo en todas las esferas, místico pero buenhumorado el que nos acerca hoy más directamente a él, por encima de su obra pictórica: acuarelas y témperas sobre papel, de pequeño y mediano formato, con claros ecos de Paul Klee, algo de orfismo, algo de cubismo, algo de futurismo… es decir, una libre amalgama de los movimientos de vanguardia que había conocido en Europa, que prolonga ya un poco anacrónicamente hasta principios de los años sesenta. Es una obra humilde pero de gran riqueza en su cromatismo, cálido y brillante, o en sus transparencias, pero que atrae básicamente por la profusión de signos y de símbolos, con un trasfondo cultural muy amplio. Quizá su mejor momento date de los años cuarenta, en cuya primera mitad renuncia al color para representar, en grises y pardos, fantásticas construcciones -ruinas, escaleras, montañas- que son sus obras más atractivas y originales. Tienen también un gran encanto sus cartas astrales y representaciones del zodíaco, así como los signos antropomorfizados, las “escrituras pictóricas” de sus últimos años o los juguetes, máscaras y esculturas de madera, alambre y “papier maché”.
Esta amplísima exposición en Madrid recoge buenos ejemplos de cada uno de sus períodos creativos y una completa representación de sus áreas de interés. Sin duda no hubiera sido posible sin las generosísimas aportaciones de la Fundación Pan Klub – Museo Xul Solar, de la que proceden mayoritariamente las obras expuestas y que ha jugado un papel importantísimo en la difusión nacional e internacional del artista, que expuso y vendió relativamente poco en vida. Pero además, se concitan el interés del actual director del MNCARS, Juan Manuel Bonet, por las vanguardias históricas y en especial por aquellos episodios no centrales que se entremezclan con la literatura o con la edición, y, sobre todo, el empeño de Marcos-Ricardo Barnatán, poeta y crítico de arte argentino afincado en Madrid y especialista en Borges, del que Xul Solar era gran amigo (a esta relación debe en no pequeña medida el pintor su fortuna póstuma). Es posible que el salto del anonimato al estrellato haya sido demasiado brusco y hasta se corra el riesgo de sobrevalorar no tanto al personaje como al artista, pero a estas circunstancias, desfavorecedoras para alguien que prefirió la intimidad a la vida pública, se impone siempre el encanto y la ligereza de sus visiones, de su particular utopía.