Death means a lot of money, honey, dijo una vez Andy Warhol. No sabía que poco después, tras su muerte en 1987, la fundación que mandó crear en su testamento se convertiría en paradigma de mercantilismo y dudosas prácticas, sobre todo en lo que se refiere a la autentificación de obras. La producción que los artistas conservaban en su poder a su fallecimiento es, desde hace unos años, objeto de una nítida área de negocio en el mercado internacional del arte, con especial incidencia en su segmento más alto: galerías multinacionales, grandes ferias y casas de subastas dominantes. La competencia por los blue chips, los vivos más rentables, ha llegado al límite y se buscan “activos” seguros y con posible recorrido al alza en los precios y en el canon histórico-artístico, sobre los que trabajar a medio plazo. El modesto mercado español del arte parece estar tomando nota. Hace unos días se inauguró en la galería Max Estrella una exposición del cineasta experimental Val del Omar (1904-1982); hemos visto en ARCO, en el stand de La Caja Negra, obras de Mathias Goeritz(1915-1990), cuya sucesión representa desde hace años; los hijos de Chillida(1924-2002) han firmado un acuerdo con la poderosa Hauser & Wirth, que inaugurará en abril la primera muestra del artista en su espacio de Nueva York… Lo novedoso es que se trata de galerías de arte actual, que hasta hace poco no se habían interesado por este tipo de material.

No es un problema nuevo pero se ha agudizado a medida que la gestión del patrimonio artístico se profesionaliza y se hace más compleja: ¿qué hacer con la herencia? El Instituto de Arte Contemporáneo y el Museo Lázaro Galdiano organizaron en noviembre la jornada “Los legados de los artistas”, en colaboración con la Asociación de Derecho del Arte, Fundación Profesor Uría, en la que se abordaron aspectos legales, comerciales y estratégicos de la cuestión.Las mega-galerías construyen reputaciones y marcan las programaciones y las adquisiciones de los museos

Crear una fundación personal está al alcance de muy pocos: solo es posible cuando el artista ya tuvo buenas cotizaciones en vida y dejó una dotación económica (endowment, en el modelo anglosajón) para mantener una estructura a largo plazo y/o suficientes obras para vender con cuidado cuando se necesite. La donación es más fácil, más segura -caso reciente: Elena Asins al Reina Sofía- pero puede suponer el ostracismo: no basta conservar, pues si las obras se almacenan, no se exponen y no se estudian, el artista será olvidado. El mercado es considerado hoy como un complemento casi necesario: las subastas pueden revalorizar su trabajo, al tiempo que aportan ingresos a los herederos a través del droit de suite, y las galerías ofrecen visibilidad en exposiciones y una red de contactos con comisarios, críticos, coleccionistas y museos.

Las mega-galerías no se limitan a vender obras: construyen reputaciones y marcan en buena medida las programaciones y las adquisiciones de los museos. Su experiencia en el posicionamiento de los vivos la aplican ahora a los muertos.. Algunas se han especializado ya en ello. Destaca la suiza Hauser & Wirth, con siete sedes, que representa a más de veinte difuntos: entre ellos Hans Arp, Henry MooreDavid SmithLouise BourgeoisLeon Golub o Lygia Pape. Aunque ha sido más radical Andrea Rosen, que cerró hace un año sus espacios en Nueva York para dedicarse a los estates (sucesiones), abandonando a sus artistas vivos. Por citar solo algunos fichajes recientes: Thaddaeus Ropac a James Rosenquist; Victoria Miro a Milton Avery; David Zwirner a los Albers y a Félix González-Torres; Gagosian a Tom Wesselmann; Paul Kasmin a Lee Krasner… Lisson, James Cohan o Marc Payot son otras galerías que han entrado en esta liza. Incluso empiezan a robarse unas a otras: Hauser & Wirth se ha llevado a Arshile Gorky y a Piero Manzoni de Gagosian. ¿Qué persiguen? Comisiones millonarias y el prestigio de representar a los maestros del siglo XX.

Juan Muñoz: Double Bind, 2001 (detalle) en el Centro PLANTA de la Fundación Sorigué.

Asesoría de herederos

Por otra parte, se están creando herramientas inéditas para administrar estas sucesiones. En 2016 Sotheby’s compró Agency Partners por 50 millones de dólares y poco después reclutó a Christy MacLear en la Robert Rauschenberg Foundation -que, por cierto, mueve su obra en el mercado a través de una galería, Pace- para crear un departamento de asesoría a herederos, que pagan a cambio una cuota mensual. No revelan quiénes son todos sus clientes pero se sabe que sobrepasan la docena, entre ellos Robert Graham y, según se acaba de conocer, Vito Acconci, cuyo legado manejarán junto a Pace Gallery. ¿Por qué se necesita a la galería? Sobre todo para participar en ferias, tan determinantes en el mercado actual. Queden atentos a la segura escalada de Acconci, que no pasó en vida de los 80.000 dólares en subasta.

Más allá del nivel estratosférico, existen otros servicios como la Artist-Endowed Foundations Initiative del Aspen Institute, que apoya a las fundaciones creadas por artistas, o el Artist’s Legacy Project, una plataforma estadounidense para herederos sin medios o capacidad para crear fundaciones individuales, que se hacen cargo de la obra a perpetuidad y se comprometen a conservarla y ponerla en valor mediante exposiciones, catálogos razonados, facilidades para investigadores, etc. O Art 360, una entidad para el planeamiento de legados artísticos amparada por la Design and Artists Copyright Society en Reino Unido. Y, en Berlín, se ha establecido The Institue for Artists’ Estates, una consultoría profesional para herederos.Ceder el legado a una galería es una forma de contextualizar la producción reciente. Como negocio: dudoso en el corto plazo

En España tenemos no pocas fundaciones personales, unas más desahogadas que otras y alguna arruinada, pero incluso cuando existe una entidad sin ánimo de lucro algo queda para el mercado -a beneficio personal o fundacional- y la venta ha sido tradicionalmente confiada a galerías “clásicas” con actividad en el mercado secundario. Las familias han mantenido lazos con las galerías que representaron al artista en vida o han colaborado, puntualmente o de manera estable, con otras con más renombre. Así, Leandro Navarro representa a BarjolaBoresGargalloMillaresPalencia, Rivera y Torres-García; Fernández-Braso a Xavier Valls y Eduardo Sanz, y ha hecho exposiciones de otros; Cayón, que se abrió con una exposición de obras de la sucesión de Picasso, ha puesto a la venta obras de los herederos de Palazuelo, Chillida, Zóbel y representa en exclusiva a Guerrero. En Miguel Marcos se concentran artistas triunfantes en los 70 y los 80, fallecidos prematuramente, como Carlos AlcoleaVíctor Mira o Manolo Quejido.

A la izquierda, Eduardo Chillida: Homenaje a Cioran, 1998, (Hauser & Wirth). A la derecha, Mathias Goeritz: Construcción inacabada II. Homenaje póstumo a Daniel Mont, h.1952 (Galería La Caja Negra)

Pero, atención: las familias de algunos de los artistas más cotizados prefieren trabajar con galerías extranjeras, aunque permitan ciertas ventas en España. La sucesión de Tàpies la vende su hijo Toni en Barcelona, claro, pero también Timothy Taylor en Londres; la de Hernández Pijuan, la Galerie Dittmar en Berlín; la de Chillida la llevará ahora la multinacional Hauser & Wirth; y la de Juan Muñoz tiene como representante principal a Marian Goodman en Nueva York. Fijémonos en cómo se ha gestionado el Estate of Juan Muñoz (1953-2001) porque es un caso peculiar. No hay fundación, cuando la familia tendría recursos de sobra para mantenerla, pero la herencia ha recibido tratamiento de “legado” -valoración y memoria- mediante una inteligente estrategia: su viuda, la artista Cristina Iglesias, instituyó pronto un consejo asesor integrado por amigos ya muy bien situados en la escena internacional que iban a “ir a más”: Vicente Todolí -en Serralves y pronto en la Tate-, Neal Benezra -en el Art Institute of Chicago y enseguida en el SFMOMA de San Francisco- y James Lingwood -director de ArtAngel-. Ellos han incrementado su prestigio organizando exposiciones en esos y otros museos o espacios privados, como Hangar Bicocca en Milán, dirigido por Todolí, o, desde septiembre, PLANTA, de la Fundación Sorigué en Balaguer, montando en ambos casos, aquí en depósito prolongado por parte del Estate y con comisariado de Lingwood, la instalación Double Bind.

El legado de Chillida

También es inteligente el movimiento de los Chillida, que sí tienen fundación -Fundación Eduardo Chillida y Pilar Belzunce-, museo -Chillida-Leku- e instrumentos de gestión patrimonial -Zabalaga-Leku SL, Chillida-Leku SL-. La actual exposición del artista en el Meadows Museum de Dallas se compone de obras del legado de la familia, que ha puesto el punto de mira desde hace tiempo en Estados Unidos: allí, en Florida, vendieron a través de Sotheby’s, justo cuando se cerró Chillida-Leku en 2011, un conjunto de esculturas de gran formato, y en Nueva York, en 2015, varias importantes obras que formaban parte de la colección del museo, a través de la galerista Pilar Ordovás. El acuerdo con Hauser & Wirth, cuya sede neoyorquina es dirigida por otra española, Susie Guzmán, supondrá un salto de escala. Para este año hay programadas ya muestras en museos de Holanda, Francia y Alemania. Y reabrirá Chillida-Leku. ¿Se convertirá en algo parecido a la casa de campo de los Wirth en Sommerset: galería-hotel-granja?

Es también la idea de Joan Punyet Miró, activa cabeza de la Successió Miró, que es de lejos el más importante legado artístico gestionado por una familia, aunque solo fuera por los ingresos que obtiene por derechos en reproducción y droit de suite. Pero además posee obras, más allá de las donadas por el artista o su viuda a las fundaciones de Barcelona y Mallorca. En abril, el nieto abrirá otra, en la masía de Mont-roig (Tarragona), que, ésta con seguridad, será granja (ecológica). Mientras, se ultima la gran exposición de esculturas en el Centro Botín de Santander, co-comisariada por Punyet Miró y con numerosos préstamos de obras de la familia, y se puede visitar el espacio permanente que la Fundación Mapfre abrió en Madrid a finales de 2016 gracias a un depósito -a 5 años renovables- de esos herederos.El método correcto, según Fernando Cordero, es mantener una lógica de precios y elegir los compradores

Pero, como decía antes, quizá lo más sorprendente en la evolución reciente de la reinserción de los legados en los circuitos artísticos sea la intervención de galerías de arte actual. El caso de Val del Omar es significativo. Alberto de Juan, director de la galería Max Estrella, afirma que no se trata de una nueva línea que haya abierto en la programación, aunque reconoce que sí se enmarca en una reformulación de su trabajo. Llevaba tiempo hablando con Piluca Baquero y Gonzalo Sáenz de Buruaga sobre la posibilidad de exponer una parte de las obras del archivo que ellos han cuidado con máximo esmero, y tras la donación de una buena parte del mismo, incluido el Laboratorio PLAT, al Museo Reina Sofía -donde estaba depositado desde 2011- se han animado a vender por primera vez algunas piezas, las más “plásticas”, con condiciones: solo a importantes colecciones públicas o privadas y evitando la compra en lote. Tras las elogiadas exposiciones institucionales que promovieron los herederos, en dos tandas -2011 y 2015-, quieren sostener la presencia del creador, y ésta del mercado puede ser una vía conveniente, sobre todo con vistas a ganar atención fuera de España. Para De Juan, que tendrá durante un tiempo la exclusiva sobre las obras que le han confiado, Val del Omar es “actual a pesar de la antigüedad” y comenta que varios artistas jóvenes de su galería lo reconocen como influencia y están entusiasmados con él. Es una forma de contextualizar históricamente la producción reciente. Como negocio: dudoso en el corto plazo y prometedor en el largo.

Fernando Cordero, director de La Caja Negra, también enfoca su trabajo con la obra de Mathias Goeritz como una carrera de fondo. Tras acordar con algunos de sus herederos la representación durante diez años del archivo y un pequeño conjunto de obras, organizó una exposición en 2010 en la galería que fue, dice, el detonante para que estudiosos, coleccionistas e instituciones manifestaran un interés latente en él. El Reina Sofía compró obra y le dedicó una muestra en 2014. El mercado de Goeritz era complicado porque circulaba en México mucha obra falsa, incluso con certificado, y empezar de cero en España con obra de procedencia incuestionable suponía una garantía. El método correcto, según Cordero, es mantener una lógica de precios y elegir los compradores, fomentar la investigación -que se ha multiplicado, en este caso, en los últimos años- y buscar la amplificación internacional.

Para terminar, por ahora, los consejos que los expertos dan a los artistas para su posteridad: inventaríen, cataloguen, guarden documentación, guarden obras de peso y dejen a sus familiares muy claro, y por escrito, instrucciones para la gestión de ese patrimonio.

Publicado en El Cultural.