Es una de las indicaciones a los visitantes de un museo en Guadalajara, inscritas en un panel cerámico en 1918. La fotografía aparece en la primera entrada del blog No tocar, por favor, en el que colabora un equipo multidisciplinar que está reuniendo material de apoyo para una exposición con el mismo título comisariada por Jorge Luis Marzo para el Artium, Vitoria, y que se inaugurará en primavera del año que viene. Félix Pérez-Hita, Mireia c. Saladrigues, Joan Fontcuberta, Guillermo Trujillano, Andrés Hispano y el propio Marzo se han propuesto ilustrar “cómo los museos disciplinan al ciudadano respecto al consumo y percepción de las imágenes artísticas”. Un tema verdaderamente pertinente y de gran actualidad. De un lado, los museos quieren asegurarse de que las piezas que conserva no sufrirán ningún daño, lo que les impele a establecer normativas a veces excesivamente rígidas, consensuadas en los organismos internacionales que se ocupan de estos asuntos (ICOM y demás). Hay mucho loco suelto, y de vez en cuando salta a los medios la noticia de un atentado contra un cuadro de un pintor célebre, motivado a menudo por esa misma posibilidad, para el vándalo de turno, de alcanzar la fama. En realidad, los destrozos es muy difícil evitarlos: no hace falta entrar en el museo con un cuchillo de carnicero o una maza de derrumbos para perpetrar un crimen artístico. Se puede hacer mucho daño con un buen bolígrafo, una llave o un frasco de perfume, o con un simple empujón a un objeto mal anclado. Los robos exigen hoy, por lo general, una preparación estratégica y tecnológica más sofisticada, pero de todo hay. Parece que, con tanta restricción, se trata de añadir una invisible barrera psicológica de respeto, veneración, miedo a las consecuencias de un tropezón… a los cordones y a las alarmas que se disparan cuando acercamos demasiado la nariz a una pintura.

Pero no sólo es eso. Los museos del siglo XXI, aquellos que se han integrado con éxito en el circuito turístico-cultural, tienen que “canalizar” el flujo de visitantes para optimizar el aprovechamiento de esta importante fuente de recursos. La satisfacción del visitante es también un objetivo, e incluso –cuando estas cuestiones son relevantes para los equipos directivos- el beneficio intelectual y estético que obtiene. Así que hay que organizarlo todo: marcar el comportamiento, el movimiento, dirigir la atención… Todo esto se puede hacer muy bien, cuando se ofrece, y se puede hacer muy mal, cuando se obliga. Muchos artistas y teóricos se han opuesto a esta limitación de la libertad del visitante, que constriñe su experiencia del arte. Es odioso que se fuerce al espectador a avanzar por las salas de una exposición como un borrego, sin posibilidad de volver hacia atrás o de salir por otra puerta que no sea la designada, por ejemplo. Que no encontremos dónde sentarnos un momento. O que no haya ninguna información en las salas que no sea la de la audioguía de pago. En museos de arte contemporáneo se da la paradoja de que algunas obras ahora intocables se hicieron para que los espectadores las manejen e incluso jueguen con ellas.

El proyecto que prepara Artium examina “los rituales y dinámicas de observación” que se desarrollan en los museos, y que determinan que consideremos como artísticos objetos que, vistos en otro contexto, contemplaríamos de manera diferente. Pretende hacer consciente al espectador de los convencionalismos y las imposiciones a los que es sometido, y permitirle aprender a mirar de una manera más libre y más crítica las imágenes en general. Este cuestionamiento ha sido, y sigue siendo, tema para diversos artistas, y la exposición incluirá ejemplos de ello. Y esto es importante: el proyecto incluye desde su inicio un destacado componente educativo, con el diseño de actividades para alumnos de secundaria cuyos materiales y resultados se integrarán en la exposición.

Meses antes de que ésta se inaugure, se ha puesto en marcha el mencionado blog, que apenas incluye comentarios interpretativos: sólo suma “fuentes” para el estudio del tema. Imágenes y textos muy elocuentes. Algunas son meros documentos y otras forman parte de proyectos artísticos, siendo fácil la diferenciación entre unas y otras. Encontramos artículos periodísticos, fotografías y vídeos documentales, fotografías y vídeos artísticos, información promocional sobre actividades en los museos, textos críticos, citas literarias de distintas épocas, ilustraciones satíricas, fragmentos de películas o de programas de televisión… Los temas: la vigilancia, el robo, las actitudes de los espectadores, las políticas contrapuestas sobre la captación de imágenes en el interior de los museos… Me parece una iniciativa estupenda, que utiliza inteligentemente Internet para generar interés y reflexiones previas que nos ayudarán a sacar más partido del proyecto expositivo. Es un ejemplo de la idoneidad de webs y blogs para funcionar como repositorio documental; una respuesta a las aburridas exposiciones de archivo en las que la acumulación de documentos en vitrinas y paredes hace imposible su “digestión”, a la par que crean una gran confusión en el público sobre la “artisticidad” de lo que se expone.