Casa Asia, Madrid
Publicado en El Cultural

Exhibicionismo amoroso

Rong Rong (Zhangzhou , 1968) cuenta con varias importantes ventajas a la hora de hacerse hueco en el panorama global. Primero, su nombre. A los que tenemos problemas para memorizar los de la miríada de artistas procedentes de países asiáticos, su apodo ―en realidad se llama Lu Zhi-rong― nos resulta sonoro e impactante. En segundo lugar, sus fotografías de los noventa se convirtieron en el medio a través del cual se han conocido ―y comercializado― en el mundo las performances de, entre otros, Zhang Huan, Ma Liuming, Zhu Ming y Zu Zhou, habitantes del East Village, colonia artística en las afueras de Pekín en la que fermentó la primera tanda de artistas exportables, la más radical hasta hoy. Las imágenes de esa época de Rong Rong son potentes, negras, dramáticas. Perfectas para su propósito. Y en tercer lugar, el artista ha regresado a la actualidad a través de la apertura, en junio del año pasado, del Three Shadows Photography Art Centre, el primero dedicado a la fotografía actual en China, fundado por él y por su esposa japonesa, la señora inri (Kanawaga, 1973), y diseñado por el también célebre Ai Weiwei. La exposición inaugural estuvo dedicada a la revista New Photo, editada por Liu Zheng y el propio Rong Rong entre 1996 y 1998 para dar salida a la obra de los jóvenes fotógrafos chinos.

Son muchos los méritos del artista, pero podría ocurrirle, como antes ha sucedido a otros, que pase a la historia sólo por un breve período de su trayectoria, ya pasado. Hoy, la obra de Rong Rong, que se muestra en la sede de Casa Asia en Madrid y que viajará a la de Barcelona y al Three Shadows, sufre un acentuado debilitamiento. Desde el año 2000 trabaja conjuntamente con inri, y no parece que su producción haya sido muy abundante. En la primera de las que se exponen, sin seguir un orden cronológico, Liulitun (2002-2003), queda aún algo de la oscuridad y de la mirada descarnada que habían destacado en su obra anterior. La pareja de amantes-hermanos ―son corporalmente muy parecidos, por su esbeltez y sus largas cabelleras― aparecen como fantasmas entre las construcciones en proceso de demolición que les habían servido como refugio y lugar de trabajo durante años. La denuncia de la presión urbanística en las ciudades chinas se expresa a través de un imaginario asociable a las historias japonesas de terror, y la utilización de la secuencia fotográfica ―siguiendo una dinámica de presencia/ausencia-ocultamiento― contribuye a hilar una narración sugerente. Esa dinámica se repite en We are here (2002), serie sobre una antigua fábrica de material militar en la que se recuerda el componente performativo de años anteriores y en la que se dan interesantes efectos cromáticos y atmosféricos. Pero ya en esta serie empieza a pesar la fijación de ambos artistas por mostrar sus cuerpos desnudos y su amor al mundo… que se hace cargante en las fotografías en el entorno del Monte Fuji y en las tituladas In Bad Goisern (ambas de 2001), en las que corretean, se abrazan y se funden con las rocas en plan John Lennon / Yoko Ono… Lo más reciente que se nos muestra es un trabajo poco personal sobre las obras de construcción ―con autorretratos junto a su hijo y retratos de los trabajadores― de su centro de arte, en el que parecen haber volcado sus energías. Quizá sea mejor así.