Tanto en la teoría como en la práctica artística se ha consolidado la noción del “archivo como obra de arte” pero no sé si podríamos decir lo mismo del “archivo de las obras de arte”. Cuestión menor, quizá piensen, pero ignorarla puede tener graves consecuencias. La New York Review of Books ha adelantado en su web un artículo de Richard Dorment que se publicará en junio en el que se explica la polémica actuación del extinto comité de autentificación de las obras de Andy Warhol, el Andy Warhol Art Authentication Board establecido por The Andy Warhol Foundation for the Visual Arts. Sus decisiones fueron contestadas demasiado a menudo y su actuación no dejó zanjado el problema de la circulación de obras falsas o dudosas, pero al menos Warhol contó con un comité. Me dirijo a los artistas: usted puede tener o no éxito comercial o crítico en este momento y puede tener o no ambiciones de conseguirlo, pero con seguridad no puede saber si dentro de unas décadas, o quién sabe si dentro de un par de siglos, su trabajo necesitará ser estudiado, reconsiderado, reubicado en la historia del arte… si se generará una nueva demanda para la adquisición de sus obras, si alguna entidad pública o privada, o sus descendientes, querrán crear una fundación o un museo en el que se reúna su legado. Y, entonces, cuando usted ya no esté, ¿quién localiza las obras?, ¿quién certifica su autenticidad?, ¿quién puede proporcionar toda la información sobre el proyecto, el proceso, las fuentes, los materiales? ¿Puede confiar en que personas de su entorno –hijos, sobrinos, amigos-, aun cuando tengan las mejores intenciones, darán todas las respuestas?
Hay artistas que valoran menos sus realizaciones materiales, frente a otras formas de manifestación artística: actitudes, acciones, intervenciones en espacios arquitectónicos o sociales. Pero siempre hay algo que documentar. Tal vez consideren que la propia voluntad de perpetuación de la obra es vana y anacrónica. Bien, si es así, dejen de leer aquí… pero asuman que lo que hacen podrá ser desvirtuado en el futuro. Mas, si les preocupa cómo se va a transmitir y a conservar su obra, háganme caso: lleven un completo archivo de su trabajo. No sólo facilitarán muchísimo el trabajo a los comisarios del presente y a los historiadores del futuro, sino que se evitarán ustedes mismos inexactitudes, problemas de memoria o pérdidas. En otros tiempos esta tarea exigía medios: un artista en activo, sobre todo si era muy productivo, no tenía tiempo para estar haciendo fotografías que había que revelar, fichas, cajas… , así que debía pagar a un ayudante o un documentalista. Ahora no hay excusa: todos tenemos una cámara digital y pueden descargarse desde Internet diversos programas de bases de datos gratuitos, más o menos fáciles de utilizar. Se comercializan también programas diseñados específicamente para este fin pero no sé si recomendarlos: creo que es preferible utilizar un software de uso común que permita exportar los datos. Lo importante es empezar a reunir la información, y para eso les vale una tabla en la que se puedan insertar fotografías.
Cuando se producen piezas únicas los retos son menores. Pero cuando, como tantos artistas hoy en día, se hacen ediciones limitadas de fotografía o vídeo, hay que cuidar especialmente la autentificación de cada uno de los ejemplares, de manera que no aparezcan, como en el caso de Warhol, copias “fuera de edición”. Lo perfecto sería que la información se pudiera depositar en un registro público que certificara de manera oficial los datos pero, a falta de ello, es importante que el propio artista sea consciente de su responsabilidad patrimonial y haga todo lo posible para mantener al día su archivo. No crean que porque trabajan con una galería muy seria tienen garantizada esa función documental para siempre: su galerista puede arruinarse, jubilarse, emigrar o cambiar de negocio. Si las relaciones son buenas usted podrá pedirle sus carpetas, sus fotos o una copia del archivo digital, pero pueden surgir mil complicaciones que eviten que lleguen a sus manos. Así que, hágalo usted mismo.
Si no sabe por dónde empezar: en el Instituto de Arte Contemporáneo elaboramos un proyecto de Catálogo Digital de Ediciones de Fotografía, Vídeo, Registros Sonoros y otras Obras Artísticas Audiovisuales en Soporte Electrónico que, aunque fue bien valorado en el ex-Ministerio de Cultura, quedó aparcado en un cajón. En él se explica más por extenso por qué es conveniente una herramienta de este tipo, y se dan indicaciones sobre los campos que debería incluir una ficha catalográfica. Si tienen ya mucha obra producida, comiencen por lo más importante y vayan avanzando con lo complementario, aclarando si lo consideran o no “obra”: dibujos, maquetas y documentación gráfica o escrita para el proyecto. Todos se lo agradeceremos.