Por otra parte, el hecho de que Manuel Borja-Villel esté en este momento trabajando para la Bienal de São Paulo, podría constituir como ya comenté aquí días atrás una violación de la Ley 3/2015, reguladora del ejercicio del alto cargo de la Administración General del Estado: “los altos cargos ejercerán sus funciones con dedicación exclusiva y no podrán compatibilizar su actividad con el desempeño (…) de cualquier otro puesto, cargo, representación, profesión o actividad, sean de carácter público o privado, por cuenta propia o ajena.
El director del Reina Sofía no ha aclarado si percibe remuneración de la Fundación Bienal de São Paulo por este trabajo o si ha solicitado autorización para faltar a la exigencia de dedicación exclusiva. He hecho una solicitud a la Oficina de Conflictos de Intereses a través del Portal de Transparencia para conocer este último extremo pero tardarán semanas, quizá meses en dar respuesta. La Bienal se inaugura en septiembre por lo que Borja-Villel estará todavía al servicio de los brasileños cuando se abra y cuando se cierre el concurso para el Reina Sofía. ¿Podrá justificar esa dedicación ante la comisión asesora que debe valorar las candidaturas? Se ausente él o no de las reuniones, será su actual Patronato –en el que cuenta con la total entrega de González-Sinde– el que elija a los componentes de esa comisión.
En casi todas partes se han arbitrado procedimientos más o menos aceptables para elegir directores. Hay claramente concursos manipulados, en los que algún candidato es “invitado” a participar con garantías de éxito, y fórmulas inadecuadas como la de la licitación de cargos de dirección. Pero hemos pasado de la designación arbitraria, política, a la posibilidad de concurrencia de profesionales preparados, con obligación de presentar un proyecto y cierta rendición de cuentas.
El modelo no es perfecto y uno de los extremos en el que se producen tensiones en el de la terminación del contrato. Pero los directores tienen que admitir que, si no son funcionarios y firman contratos laborales, están sometidos a las mismas dinámicas que en cualquier empresa. No son habituales los despidos en los museos de arte: tendrían que darse circunstancias gravísimas. Lo que sí suele suceder es que no se acuerden las renovaciones contempladas en las bases o que el director dimita por presiones políticas, a veces disfrazadas de “razones personales”.
En realidad, fijar una duración para estos contratos e incluso limitar las renovaciones puede entenderse como una ventaja no solo para los responsables políticos y órganos de gobierno de las instituciones, que tienen “ventanas” temporales para terminar pacíficamente con una relación que no funciona –y admito que seguramente tales decisiones son en ocasiones caprichosas y obedecen a intereses no confesables en público– sino también para los contratados, que se benefician de la ausencia de “drama” y pueden cambiar de rumbo sin que se cuestione su profesionalidad. A veces, cuando se anuncia la no renovación, hacen un poco de ruido, pero no tienen más remedio que irse.
Hay una excepción: el director del Museo del Prado. No hay duración de contrato establecida porque no hay contrato. Miguel Falomir tiene rango de Director General en el escalafón de la Administración General del Estado, lo cual tiene ciertas desventajas: al ser un cargo de designación política puede ser despedido en cualquier momento. Es por esta razón por lo que no hubo concurso para suceder a Miguel Zugaza, aunque sí consultas con los grupos políticos por ser el Prado, desde 1995, objeto de un pacto parlamentario. Es una situación que sería conveniente corregir cuando llegue el momento. Y a propósito del Prado, quiero recordar lo que dijo Zugaza cuando ya había anunciado su marcha y el Patronato del museo estaba trabajando en su sucesión: “no va a haber ningún vacío de poder. Siempre he querido mantener al museo alejado de las crisis, y no voy yo a abrir una“. Borja-Villel podría tomar nota. Zugaza comunicó a la prensa que se iría el 30 de noviembre de 2016 pero permaneció en el despacho hasta el 17 de marzo de 2017, cuando se produjo el nombramiento de Falomir.
Vamos finalmente a revisar algunos concursos recientes en España, en fecha descendiente (los enlaces les conducirán a las bases publicadas) para comprobar qué duraciones marcan los contratos. Excluyo los museos estatales y aquellos con puestos de dirección reservados a los cuerpos de conservadores de museos. Y falta alguno pero ya se hacen con esto idea.
- Fundación Helga de Alvear, Cáceres. Abierto. Duración: cuatro años (sin mención de posibles renovaciones).
- EACC, Castellón. 2021. Por licitación. Dos años, prorrogables en otros dos. Director: Carles Àngel Saurí.
- MUSAC, León. 2021. Cuatro años prorrogable por otros cuatro años más como máximo. Director: Álvaro Rodríguez Fominaya.
- MACBA, Barcelona. 2021. Cinco años con posibilidad de renovación, sin fijar límites. Directora: Elvira Dyangani Ose.
- IVAM, Valencia. 2020. Cinco años, con posibilidad de renovación, como máximo, por otros cinco (previa presentación, por parte de la dirección, de un proyecto renovado para el nuevo periodo). Directora: Nuria Enguita. Al anterior director, José Miguel Cortés, no se le renovó el contrato (con excusas administrativas).
- Es Baluard, Palma de Mallorca. 2019. Cuatro años, con la posibilidad de prórroga por dos años más. Finalizado el período de seis años, el contrato puede prorrogarse por años sucesivos. Directora: Inma Prieto. A la anterior directora, Nekane Aramburu, no se le renovó el contrato.
- TEA Tenerife. 2019. Contrato “mercantil” con duración de tres años, y posibilidad de dos prórrogas de un años (cinco años en total). Director: Gilberto González. Fue un concurso recurrido.
- Patio Herreriano, Valladolid. 2019. El contrato tendrá una duración de 4 años, prorrogable hasta por otros 4 años (el director deberá presentar un proyecto museístico renovado para el periodo de prórroga). Director: Javier Hontoria.
- MARCO, Vigo. 2019. No encuentro las bases pero el Alcalde afirmó que sería director entre cinco y diez años (es decir, contrato de cinco años prorrogable una vez). Director: Miguel Fernández-Cid.
Muchos de estos directores accedieron al puesto por la no renovación de sus predecesores. Cuatro años, o cinco, es poco tiempo para consolidar una línea de trabajo. Pero ocho o diez parece un período de tiempo razonable.
Los quince del Reina Sofía pueden justificarse por las dimensiones nacional e internacional de la institución, aunque es ya un tiempo inusualmente largo. En cualquier caso, es muy conveniente que se establezcan límites. Y que se respeten.
Publicado en El Cultural.