Hoy se ha inaugurado en el Museo Reina Sofía una exposición con un centenar de obras de Susana y Ricardo Steinbruch, renombrados coleccionistas brasileños. Es una muestra improvisada, cosa rarísima en este museo que programa con años de antelación y presenta las exposiciones meses antes de que se inauguren. Esta apareció en la web hace nada, lo que nos hace preguntarnos qué motivos puede haber detrás de tan sorpresivo evento.

En los últimos meses hemos visto como los Steinbruch han recibido importantes reconocimientos más o menos oficiales en nuestro país. En febrero, se les otorgó uno de los Premios A al coleccionismo de la Fundación ARCO, en la que colaboran Ayuntamiento de Madrid, Comunidad de Madrid, Fundación Montemadrid y Cámara de Comercio de Madrid. Y lo más llamativo: el 20 de septiembre, el Gobierno les concedió la nacionalidad española mediante el procedimiento de carta de naturaleza. “Esta forma de Adquisición de la Nacionalidad, tiene carácter graciable y no se sujeta a las Normas Generales de Procedimiento Administrativo. Será otorgada o no discrecionalmente por el Gobierno mediante Real Decreto, tras valorar la concurrencia de circunstancias excepcionales”. En los últimos diez años solo 167 personas se han visto favorecidas por este método express y casi un tercio de ellas fueron deportistas a los que había que incluir a toda prisa en algún equipo.

Premios A al coleccionismo de la Fundación ARCO, el pasado febrero
Premios A al coleccionismo de la Fundación ARCO, el pasado febrero

¿Qué circunstancias excepcionales se han tenido en cuenta para otorgar la nacionalidad a los Steinbruch? Y ¿por qué han querido ser españoles? A la segunda pregunta solo puedo contestar con suposiciones muy genéricas. Son muchos los latinoamericanos ricos que están solicitando la nacionalidad, con destino preferente en Madrid, ciudad que pretende disputarle a Miami la condición de refugio político y económico para ellos. La abundancia de gobiernos de izquierdas en América Central y del Sur ha impulsado la emigración de quienes temen por sus capitales y/o por su seguridad personal. Aquí compran viviendas de gran lujo. No solo para vivir con las mayores comodidades: en España funciona desde 2013 el procedimiento conocido como “Golden visa” o “Residencia para inversores”, que permite adquirir la residencia –y con ella el libre movimiento en la Unión Europea– gracias a la mera inversión de un millón de euros en una empresa o a la compra de un inmueble por medio millón. Y tras dos años de residencia, los latinoamericanos pueden obtener la nacionalidad (son diez años para originarios de otras latitudes).

El propósito es que, con ellos, vengan su patrimonio y sus negocios, contribuyendo así a posicionar a Madrid en la competición global de las grandes capitales. A cambio pueden beneficiarse de la favorable fiscalidad para las grandes fortunas en esta Comunidad Autónoma. Sin impuesto de patrimonio, con lujos un poco más asequibles que en otras ciudades europeas, con estabilidad política, seguridad física y jurídica, buen clima y un idioma común, aquí van a tener la calidad de vida que persiguen. Pero los Steinbruch no han tenido necesidad de seguir ni siquiera este procedimiento abreviado. Lo suyo ha sido instantáneo. ¿Ha canalizado la solicitud el Museo Reina Sofía? ¿Con el fin, quizá, de agradecerles su apoyo al museo? ¿Cómo de importante ha sido hasta ahora ese apoyo?

Sé que muchos de ustedes conocen perfectamente la diferencia pero como leo muchas informaciones que confunden los términos, los aclaro: una donación es una transmisión gratuita de la propiedad, mientras que un depósito es una entrega temporal, en la que se prestan obras a medio plazo, por lo general de cinco años prorrogables. (No usen, por favor, la palabra “cesión” que es ambigua y a veces deja entender lo que no es). Por tanto, no es correcto calificar de mecenas a quienes depositan obras en un museo, porque esas operaciones tienen sus contraprestaciones como la conservación y el seguro gratuitos o la revalorización de las piezas a través de su exhibición en un contexto de prestigio. Mecenas es el que regala.

Los Steinbruch depositaron en el Museo Reina Sofía en 2019 un conjunto de 36 obras, la mayoría de artistas brasileños o latinoamericanos. También han hecho donaciones, pero no al Museo Reina Sofía sino a la Fundación Reina Sofía, de la que son patronos desde su constitución. Les refresco la memoria. En 2012 se creó esta fundación que es completamente independiente del museo pero que tiene a este como beneficiario. Su misión consistía en reforzar la financiación del Reina Sofía mediante las modestas aportaciones directas de los patronos y de canalizar la afluencia de otros fondos o de obras de arte que interesaran a su director, Manuel Borja-Villel.

Es difícil conocer en detalle el monto de la acción de la fundación porque no es un ejemplo de transparencia y no publican sus cuentas. En sus primeros años de andadura los patronos, que son en la actualidad 44, pagaban 12.000 euros al año como ”cuota”, lo cual no es mucho si tenemos en cuenta que se trata de grandes coleccionistas españoles y, sobre todo, latinoamericanos, con grandes e incluso enormes fortunas. Las actividades que ha costeado son de poco fuste, como una jornada de conservación de arte contemporáneo y algunas becas. El vínculo es mucho más estrecho con la colección: los patronos han realizado numerosas donaciones a la fundación o han comprado obras para ella, y lo confiado en estos diez años al Reina Sofía se valora hoy en 20 millones de euros.

No sé explicarles por qué las obras no se donan directamente al museo pero supongo que se trata de razones fiscales. Esas obras se depositan en el museo y se integran en la colección permanente pero siguen perteneciendo a la fundación. ¿Qué pasaría si esta se liquidase? Sus estatutos dicen que todos los bienes pasarían al Museo Reina Sofía. Es decir, el destino final sería la colección estatal pero mientras tanto, indefinidamente, las obras están de prestado.

En las memorias anuales del museo se mencionan las donaciones de los patronos a la fundación. Estas son las que han hecho los Steinbruch –y repito, puede que falte alguna–: en 2015, un conjunto de dibujos de Hudinilson Jr.; en 2016, dos dibujos de Analívia Cordeiro (este y este); en 2017, 27 carteles del grupo Taller Popular de Serigrafía y un vídeo de Jonathas de Andrade (adquirido en colaboración con otros coleccionistas); en 2018 una serie de del Taller Popular de Serigrafía (Una fábrica bajo control obrero. Brukman); en 2019, una instalación de Alexandre Estrela; en 2020, un fotolibro de Boris Kossoy y otras publicaciones; en 2021, una obra de poesía visual de Márcio Sampaio. Muchas gracias por todas ellas, pero no son obras de grandísima importancia.

Al saber de esta exposición improvisada y la concesión de la nacionalidad, me imaginé que los Steinbruch iban a anunciar una donación sustanciosa, de unas decenas de obras relevantes. En marzo de 2020, el Museo Reina Sofía adjudicó a Sara Buraya (única oferta recibida en la convocatoria, qué cosas), que es una de esas personas contratadas allí de aquella manera, enhebrando trabajos temporales de distinta índole, para realizar un “Servicio de tareas de investigación, análisis y elaboración de informes y selección de obras para los proyectos que implican las colecciones de Jorge Pérez y de Ricardo y Susana Steinbruch”. Más indicios de que avecinaba una operación de peso. Pero no. Lo que hoy se ha sabido es que Susana y Ricardo Steinbruch donan a la fundación una sola obra de Mira Schendel. Yo no entiendo nada.

Cuando en 2019 se publicó en el BOE el acuerdo para cubrir con la garantía del Estado las obras depositadas y expuestas en la colección permanente, se enumeraron todas las que proceden de la colección de los Steinbruch (30 en total). En ese documento se atribuye la propiedad de las obras a la Fundación Susana y Ricardo Steinbruch. He consultado el registro de fundaciones de la Comunidad de Madrid y, sí, existe desde 2018. ¿Ha transferido la pareja la propiedad de parte de su colección a esta nueva fundación?

El contrato de transporte de las 29 obras que vinieron a España para ser depositadas en el museo deja ver que se trajeron desde un almacén de obras de arte (Kraft) en Basilea, Suiza. En ese país tiene su central de ventas europea la empresa de Ricardo Steinbruch, Vincunha Textil, que es una de las más poderosas en el sector, y su nombre apareció en las listas de clientes de HSBC, lo cual no tiene nada de particular. Pero también deben de tener obras en Londres, donde está registrada una limited liability partnership con nombre Susana & Ricardo Steinbruch Art Collecion LLP. Y tienen una fundación con sede en Vaduz (Lichtenstein), Susana & Ricardo Steinbruch Art Foundation, propietaria, según entiendo, de otra parte de la colección. Si se quieren entretener, pueden intentar seguir las relaciones circulares entre las sociedades de responsabilidad limitada –la segunda es R&S Holding LLP– y la fundación del matrimonio. En esos registros, por cierto, se señala que residen en España.

Susana Leirner forma parte del patronato y del consejo ejecutivo del comité internacional de la Fundación Bienal de São Paulo, que gestiona este gran evento. Es más: según mencionó en la rueda de prensa previa a la inauguración en el Reina Sofía, su abuelo fue uno de los fundadores de la Bienal, lo que hace suponer que tendrá bastante mano en ella. Como sabrán, Manuel Borja-Villel, con quien los coleccionistas afirmaron comulgar en lo artístico, es uno de los comisarios de la próxima bienalque se inaugurará en septiembre de 2023, un pluriempleo que me genera una gran duda.

El director del Reina Sofía tiene categoría de alto cargo dentro de la Administración del Estado. El artículo 13 de la Ley 3/2015, reguladora del ejercicio del alto cargo de la Administración General del Estado, que se ocupa de la “dedicación exclusiva al cargo”, dice que “los altos cargos ejercerán sus funciones con dedicación exclusiva y no podrán compatibilizar su actividad con el desempeño (…) de cualquier otro puesto, cargo, representación, profesión o actividad, sean de carácter público o privado, por cuenta propia o ajena. Tampoco podrán percibir cualquier otra (…) percepción que, directa o indirectamente, provenga de una actividad privada simultánea”. Entre las excepciones admitidas figura una a la que el director se podría agarrar malamente: “El desempeño de las actividades ordinarias de investigación propias del organismo o institución en el que ejercen sus funciones, sin percibir en tales casos remuneración por ello. Esta excepción comprende las tareas de producción y creación literaria, artística, científica o técnica y las publicaciones derivadas de aquéllas”.

No veo que ser comisario de una bienal en otro país pueda formar parte de las tareas ordinarias de investigación del director de un museo nacional, por mucho que no cobre honorarios por ello –ni falta que le hace, con un sueldo anual de 129.000 euros–, que no lo sabemos, pues ni él ni la Fundación Bienal de São Paulo han dicho nada sobre las remuneraciones de los actuales comisarios, pero yo supongo que todos (los cuatro, que se reúnen, me cuentan, en las oficinas del museo) cobran por igual. ¿Podemos considerar un comisariado como una producción artística o científica? Yo creo que los redactores de la ley pensaban en otro tipo de actividades.

Me llegan todo tipo de rumores, contradictorios, sobre la continuidad de Manuel Borja-Villel al frente del Reina Sofía. En enero de 2023 expira la última prórroga de su contrato, firmado en 2007. El Ministerio debería haber anunciado ya un nuevo concurso y es injustificable que a estas alturas no nos haya aclarado qué va a pasar con uno de los museos más importantes de España. Unos dicen que Borja-Villel se volverá a presentar al concurso; otros que va camino a Cáceres… Se oye también que volará a Brasil.

Publicado en El Cultural.