Dos mundos bajos los focos

Canal de Isabel II, Madrid
Publicado en El Cultural

Ya casi no hay estudios fotográficos. Los retratos para documentos los hacemos en fotomatones o en las tiendas de revelado y si queremos enviar una imagen nuestra a un ser querido usamos nuestras propias cámaras digitales. Sólo parte de la fotografía de moda y de publicidad, y de la artística, se hace en estudio. Trabajar en un establecimiento permitía entre otras cosas tener instalados los focos y, por tanto, ganar tiempo en la preparación de la toma, contratar operarios que revelasen enseguida los negativos e hiciesen los necesarios retoques y crear una fachada para el negocio que atrajese al transeúnte. Aunque había clases, y esta exposición nos permite comparar un estudio popular como Foto Ramblas en Barcelona con otro de más pretensiones como Gyenes en Madrid, de 1950 a 1990.


En la Rambla de los Capuchinos había un único set: una plataforma baja semicircular y un fondo blanco. Allí se situaban los boxeadores y los artistas de variedades que constituían los clientes más característicos de la casa, que también hacía retratos a los vecinos del barrio. Hoy, unos y otros nos resultan enormemente divertidos, y nos acercan a una faceta de la historia de la fotografía digna de conocerse. Los primeros se hacían de cuerpo entero, pues era importante lucir las anatomías de luchadores y de vedettes, en poses más o menos rígidas y expresivas del oficio de cada cual de acuerdo con la finalidad principal de las fotografías, que era la promoción del espectáculo en los teatros del Paralelo. Así aislados y artificiosamente inmovilizados, parecen estatuas. (Qué pena que no se hayan traído las fotos de maniquíes). A veces se nos deja ver algún foco, que subraya ese talante teatral y la cualidad “estelar” del modelo. El montaje de la exposición hace notar la reiteración de las poses y los convencionalismos de los gestos en los retratos: puños en alto, actitud de ataque o de fiereza en los púgiles; sensualidad y simpatía en las macizas señoritas; mano a la barbilla o mirada interesante por encima del hombro en los primeros planos, a menudo con la cabeza un poco en diagonal… Los artificiosos recursos compositivos se hacen aún más evidentes en los retratos dobles o de grupo, que son particularmente atractivos: las niñas contorsionistas, la absurda pareja que forman Concha y Joe, el dúo de luchadores grecorromanos o el cuadro flamenco casi calidoscópico.

Lo expuesto es sólo una parte de lo que queda del archivo de Foto Ramblas, unos 15.000 vintages y negativos puestos en valor por Santos Montes, que rescató lo que pudo tras el cierre del estudio, por la Galería dels Àngels de Barcelona, que los ha puesto en circulación, y por Rafael Doctor, que promovió la publicación de un libro en 2002 (TF Editores) con una amplia selección de imágenes. Mejor suerte corrió el archivo de Juan Gyenes, conservado en la Biblioteca Nacional, y mucho mayor difusión tuvieron sus retratos; algunos, como sus “bellezas de España” en Semana, en portadas de revistas. No todas las fotografías de Gyenes, de origen húngaro, se hicieron en estudio: le gustaban los entornos elocuentes como un teatro, un lugar de trabajo, algún fondo arquitectónico… Pero incluso las de estudio huyen de la uniformización de Foto Ramblas y buscan la iluminación personalizada o la pose expresiva del carácter individual. Sus clientes fueron intelectuales, empresarios, personalidades políticas ―Franco, los reyes― y gentes de la farándula con dinero. La selección que se ha hecho de su trabajo, siendo equilibrada, no le favorece pues junto a los más austeros retratos en blanco y negro de los años 50 y 60 ―que no tienen mayor interés― incluye otros espantosos en color de cantantes y actrices sin asomo de vigencia estética. Sin la extremosidad y la gracia de los de Foto Ramblas.