Galería Max Estrella, Madrid
Publicado en El Cultural
Un reflejo dentro de un reflejo
Duane Michals (McKeesport, Pennsylvania, 1932) ha recibido el Premio PHotoEspaña 2001 y ha estado en Madrid unos días para impartir un curso en el Círculo de Bellas Artes. Es la estrella de este festival. Y lo es por derecho propio. Goza de enorme prestigio artístico, que ha ganado con sus pequeñísimas y emocionantes copias en blanco y negro, rehuyendo la celebridad y las servidumbres, con seguridad en sí mismo y sentido del humor, que demostraba en la entrevista publicada por EL CULTURAL hace dos semanas, acompañada por la genial serie de autorretratos “after” Cindy Sherman. Su exposición, una breve retrospectiva estupendamente montada en la galería Max Estrella, se remonta a los años sesenta y reúne algunos de los mejores grupos de secuencias del artista, además de una galería de magníficos retratos de artistas de diferentes campos (Warhol, Magritte, Duchamp, Balthus, Pasolini, Jeanne Moreau). Una ocasión magnífica para quienes no hayan podido acercarse antes a la obra de Michals pero también para quienes la conozcan bien (en España se organizó el año pasado una exposición más amplia en la Sala Municipal de Exposiciones San Benito, de Valladolid) porque, como grandes obras de arte que son, sus fotografías no agotan nunca su capacidad de involucrarnos, fascinados, en su compleja esfera.
Esto ocurre, en mi opinión, por tres razones fundamentales. La primera es que, lejos de la vacuidad de gran parte del arte contemporáneo, se enfrenta a asuntos que forman ineludiblemente parte de nuestra experiencia emocional. Los sueños, los deseos, el miedo a la muerte, la nostalgia de la felicidad perdida… Se produce inmediatamente una empatía que se acentúa por la segunda de las razones: desde una concepción de la realidad como proyección mental, teje una red de relaciones de ida y vuelta entre quien mira y quien es mirado, entre quien escribe (la escritura es elemento constituyente de su trabajo) y quien lee, en la que nos vemos atrapados. Michals incluye al espectador en su mundo y no lo hace de una manera genérica: se dirige “a mí”, igual que se dirigirá individualmente a cada uno de ustedes cuando se sitúen ante sus obras, y les advierto que es posible que, en algún momento, los pelos se les pongan de punta. Y la tercera razón por la que nos involucramos con facilidad en su trabajo es su estrategia narrativa: su manera de contar en secuencias un suceso, acompañado frecuentemente por textos. Es una forma de lectura visual a la que otros medios, desde la pintura hagiográfica medieval al comic, nos han acostumbrado y Michals, que se define a sí mismo como narrador, la utiliza hábilmente para llevarnos, enganchados, de un momento a otro de sus extrañas historias.
La extrañeza es, en efecto, un factor con gran peso en la obra de este artista profundamente interesado en la literatura y en la pintura, que dice tener como escritores favoritos a Borges, a Blake y a Lewis Carroll, creadores de mundos que están dentro de otros mundos (entrevista en el nº 0 de la revista “Exit”). “Soy un reflejo fotografiando otros reflejos dentro de un reflejo”, ha escrito Michals. El tema del espejo aparece constantemente en su obra (y en varias de las reunidas en esta exposición, como “El espejo mágico de la incertidumbre del dr. Heisenberg”, “Alguien dejó un mensaje para ti” o “Esta es una historia sobre un hombre que cuenta una historia sobre un hombre que cuenta una historia”), como símbolo de todos los diferentes niveles de la realidad que el artista quiere poner de manifiesto. Culturas antiquísimas conciben el mundo como un sueño de los dioses. Michals se acerca a esas creencias: ocurren cosas inexplicables en sus fotografías, hay algo sobrenatural flotando entre sus personajes que, ellos mismos, se ven embargados por el desconcierto y la vacilación propios de lo onírico.
Las apariencias son vanas, apenas tenemos certeza de haber existido —y la fotografía puede convertirse en testimonio de vivencias, como en “Esta es mi prueba”—, el tiempo es incomprensible, sólo podemos vivir el ahora. Así se demuestra en series como “Las cosas son raras”, en la que, en nueve secuencias, volvemos a la primera imagen, anulando el tiempo, después de haber recorrido un bucle en el que la realidad ha transformado su status varias veces. Duane Michals es mucho más que un fotógrafo que utiliza con corrección y creatividad su medio. Es, desde luego, un grandísimo artista, y un poeta que defiende una experiencia “fuerte” de la vida. Un ojo que “me” mira.