Con el movimiento expositivo ralentizado en museos y centros de arte, es de agradecer que algunas galerías se lancen a presentarnos proyectos curatoriales. Y más aún cuando tienen ambición conceptual y traspasan físicamente los límites del espacio galerístico, ya que Broken Line, comisariada por los artistas Beatriz Lecuona y Óscar Hernández, se presentó antes que aquí y con diferentes obras de la mayoría de los artistas en el Colegio Oficial de Arquitectos de Tenerife. Una circunstancia muy acorde con el argumento de la muestra, que aborda las inflexiones de los mapas, los lugares y las fronteras desde contextos periféricos y con pasado colonial –las islas Canarias y Latinoamérica–, que reafirman hoy su identidad y reclaman una narrativa histórica propia que arroje luz sobre las muchas áreas de sombra: la traslación geográfica Madrid/Tenerife favorece el entendimiento de unas mismas cuestiones en manos de unos mismos creadores bajo puntos de vista contrapuestos, el del centro y el de los márgenes.

La flaqueza del proyecto –la comprensible limitación económica y logística– se convierte en fortaleza al renunciar por obligación los comisarios a una selección de autores y trabajos canónicos en favor de la expresión de una hermandad artística interfronteriza en la que las vivencias personales son casi siempre el motor de la elaboración plástica. A partir de las complicidades en las islas y de los encuentros en América –gracias a residencias, exposiciones o bienales– perfilan un mapamundi subjetivo que deshace y permea las artificiales separaciones. Lecuona y Hernández se incluyen a sí mismos en la exposición. Y no solo me parece muy bien sino que destacaría su obra sobre el resto (con licencia del Reality Properties: Fake Estates de Gordon Matta-Clark, documentado por Jaime Davidovich): se trata de un retrato etnológico, copia del pintor holandés del siglo XVII Albert Eckhout, de un africano que, según se ha sabido recientemente, sería en realidad un guanche. Al semienterrar la obra en el hueco de un estrecho ascensor no solo se abre una grieta (se “rompe” la línea del suelo) que comunica dos espacios sino que se subrayan las ocultaciones y las medias verdades que salpican la historia de Canarias.

Las perspectivas que adoptan los doce artistas participantes son diversas, quizá en un arco demasiado abierto. Adrián Alemán (Tenerife) incide en esa problemática de lo que se esconde incluso en lo que está a la vista. El elemento más abstracto de la cartografía, la línea, toma cuerpo en las obras de André Komatsu (Brasil) y de Eugenio Espinoza (Venezuela) y se entrevé en una clásica obra informalista de malla de Manuel Rivera (Madrid), cuya elección no se entiende del todo pero deja clara la voluntad de los comisarios de romper también las fronteras entre generaciones y medios artísticos. Otras abstracciones territoriales las encontramos en los diseños de banderas de Ding Musa (Brasil) o en las absurdas acotaciones de espacios de Matta-Clark / Davidovich (Argentina) y de Camila Cañeque (Madrid). La frontera bélica es desafiada por Juan Javier Salazar (Perú), que nos va llevando con su performance a una dimensión más corporal y más matérica encarnadas por Adriana Aranha (Brasil) y Paco Guillén (Gran Canaria), hasta entrar en modo lírico con Laura González Cabrera (Gran Canaria) o cáustico con Víctor Alemán del Toro (Gran Canaria).

Broken Line 2, Galería Lucía Mendoza (Madrid)

(Publicado en EL CULTURAL)