Desde la caverna
Galería Bacelos, Madrid
Publicado en El Cultural
En este principio de temporada pleno de actividad y novedades, el evento que más celebro es el regreso de Jorge Barbi (A Guarda, Pontevedra, 1950) a Madrid, donde no exponía desde 1995. Me habría gustado aún más que lo hiciera de otra manera, a lo grande, con la retrospectiva que se le debe aquí. Siendo cierto que él mismo ha elegido la práctica sosegada y el alejamiento del ruido, y asume las consecuencias (positivas y negativas) de su decisión, me parece increíble que el Reina Sofía no tenga obra suya en la colección y que no le persigan las galerías con más proyección internacional. El mundo del arte español tiene entre sus grandes tareas pendientes la apertura de las fronteras interiores que aíslan hasta cierto punto las diferentes escenas artísticas: ha tenido que ser el MARCO de Vigo el que reconociera, en colaboración con la Fundación Calouste Gulbenkian, la importancia de la trayectoria de Barbi a través de una extensa exposición acompañada de un estupendo catálogo que les invito a buscar si no están familiarizados con su trabajo. Y ha tenido que ser una galería gallega, Bacelos, la que apueste por ampliar el ámbito de difusión del artista cuando sólo los que tenemos más años recordamos sus aplaudidas exposiciones en Gamarra y Garrigues.
La pequeña exposición con la que Bacelos estrena su nuevo espacio en Doctor Fourquet se limita al soporte fotográfico, a pesar de que Barbi ha brillado especialmente en la escultura y la instalación. Esas facetas de su obra están no obstante representadas (en los dos sentidos de la palabra) aquí, en una serie de fotomontajes que hacen balance de su producción pasada a la vez que se refieren con afilada ironía a las demandas del mercado del arte. Lo que ven en ellos son acumulaciones ordenadas, como si se tratara del catálogo de signos de un lenguaje pictográfico, de dibujos y esculturas preparatorios (Humo, Descartes), de materiales recogidos hace muchos años (Paso previo) y de obras que, en su mayor parte, él conserva (Caverna). Es lo que queda en el lugar de trabajo, donde el tiempo tiene otra pauta y donde no se obedece a la exigencia de novedades por parte del mercado ni se produce esa “obsolescencia programada” de las obras artísticas. Barbi ha querido mostrar no lo que está haciendo ahora sino lo que ha estado haciendo en estos años e incluso, los materiales que acumulaba antes de sus primeras exposiciones en esta misma calle. Reivindica así los orígenes de todo un corpus que ha demostrado ser extremadamente coherente.
Pero es el segundo grupo de fotografías, que también abarca varios lustros de trabajo, el que mejor transmite la poética de su obra. Forman parte de un archivo de imágenes que expuso por primera vez en el MARCO, con categoría de «eje central» en el discurso expositivo. Para esta ocasión ha seleccionado tres grupos de disposiciones y situaciones encontradas que califica respectivamente de Producto de la necesidad, Producto del juego y Producto del azar. Son pequeñas y grandes sorpresas que se generan en la naturaleza o a través de la intervención humana. En todos los casos revelan, por parte de quienes han creado esas disposiciones, una comprensión del medio y una integración de sus elementos y sus espacios que son muy diferentes de las del visitante. O de las del artista, incluso cuando tienen muchas veces un componente estético, aunque sea involuntario. El artista es el que las detecta, las colecciona y compone con ellas un mensaje.