Galería Elba Benítez, Madrid
(Publicado en Art Nexus)

Madrid ha recibido con entusiasmo la última exposición individual de Ernesto Neto (Río de Janeiro, 1964), que ya mostró su obra en esta misma galería hace cuatro años y cuyas apariciones en colectivas y ferias han suscitado igualmente gran interés. Interés que ha alcanzado al ámbito institucional, ya que, para el año que viene, el Centro Galego de Arte Contemporánea de Santiago de Compostela está preparando una muestra dedicada a él.
La galería Elba Benítez cuenta con bellos espacios, bien iluminados por la luz natural que penetra desde el soleado patio a través del cual se accede a ella, muy apropiados por su limpieza para las instalaciones escultóricas de Neto. Los Pensamientos emocionales (titulo de la exposición) del artista se materializan en forma de esculturas de volúmenes bien definidos realizadas con tejido de licra translúcido, como es habitual en él, relleno, en estas obras recientes, de bolitas de estirofoam blanco. La pieza estrella de la exposición es, claramente, S i mi cuerpo no estuviese tan lejos tal vez no estuviese tan cerca, una instalación de considerables dimensiones (se ubica en la sala más grande de la galería) en la que un velo cubre todo el techo del espacio y, desde él, surge un cordón umbilical que lleva a un cuerpo, una gran larva blanca y mullida que reposa sobre el suelo y que invita a tocarla, a introducir las manos en sus oquedades rosadas. Es, si se quiere, una obra con un cierto componente trascendental, ya que en ese cielo brumoso tras el que brillan los numerosos soles de los focos, en ese cielo protector y blanquecino, se adivina una dimensión corporal pero a la vez también extracorpórea, una presencia benefactora y nutricia, quizás femenina, que derrama sus dones y concede esa tranquilidad espiritual a la que alguna vez el mismo Neto se ha referido.
Otras piezas, de títulos asimismo sugerentes, como Algo existe entre nosotros dos, Su cuerpo duerme, Este tiempo tan lleno de cuerpos y Otras obras que se escurren en el tiempo, inciden en esta concepción de la corporeidad como algo que no es simplemente lo tangible (aunque el tacto juega un papel fundamental en estas obras), sino algo que se extiende, inmaterialmente, en el espacio y se pierde en el tiempo. Algunas de estas esculturas, de menores dimensiones, introducen nuevas maneras de relación de Neto con el espacio. En él, la tendencia más señalada ha sido la de crear ambientes (en los que a menudo se puede entrar físicamente) por medio de sus telas y de los apéndices que se desprenden de ellas; estas obras a las que me refiero modifican la arquitectura de otra forma, adosándose a ella, como en una pieza que se adhiere a una esquina o en otra que cuelga como un saco doble de la pared. Es éste, desde luego, un procedimiento mucho más visto, más convencional, pero aún así, las especiales cualidades de la escultura de Neto logran salvar ese convencionalismo y mantener su frescura y su capacidad comunicativa.
Neto practica la escultura blanda. En otras obras anteriores ha practicado también la escultura olorosa y la escultura cromática (por su utilización de especias y pigmentos). Son todos adjetivos en principio ajenos a la tradición escultórica, aunque todos con precedentes. Figuras ya clásicas como Claes Oldenburg o Barry Flanagan pulverizaron tópicos a este respecto. Por otro lado, Neto, como ya se ha señalado, bebe de la interacción física defendida por el movimiento neo-concreto de Clark y Oiticica. Pero, frente a la intensidad objetual de los primeros y a la intencionalidad política de los segundos, Neto se mueve en un territorio más poético. Esculpir con velos es una manera de velar y una posibilidad de desvelar. La translucidez que no es transparencia no hace más que espolear el deseo de ver finalmente, con claridad. Los interiores velados de Neto, prohibidos a la mirada pero abiertos al tacto, ofrecen siempre una promesa de gozo en el seno luminoso ¿de la nada?

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Madrid has enthusiastically welcomed Ernesto Neto’s newest solo show. Neto (b. Rio de Janeiro, 1964) had an exhibition in the same gallery four years ago, and his work has appeared in numerous group shows and art fairs, attracting the same intense attention. Neto’s work is currently on display at the University of California in Berkeley and the Centro Galego de Arte Contemporánea in Santiago de Compostela is planning to display Neto’s oeuvre for next year.
The Elba Benítez Gallery possesses beautiful spaces, well lit by natural light entering from the sun-drenched patio that fronts the gallery—very appropriate for Neto’s installations. Neto’s Pensamientos emocionales (Emotional Thoughts) come to us in the form of well-defined volumes, in sculptures realized in translucent Lycra—typical of the artist’s work—filled this time around with little white Styrofoam balls. The centerpiece of the exhibit is, clearly, Si mi cuerpo no estuviese tan lejos tal vez no estuviese tan cerca (If my Body Weren’t so Far Away Maybe it Wouldn’t Be This Near), a large installation occupying the largest hall in the gallery. A veil covers the entire ceiling, and from it emerges a sort of umbilical cord connecting to the padded body of a large white larva; the larva rests on the floor, inviting our touch, compelling us to insert our hands in its pink orifices. There is an element of transcendence to this piece; in that whitish, protecting, milky sky from which several artificial suns shine, we sense a bodily dimension but also an extra-corporeal level, a beneficial, nutritious presence—feminine, perhaps—spilling its gifts and facilitating the tranquility Neto has referred to elsewhere.
Other pieces in the show have equally suggestive titles: Algo existe entre nosotros dos (Something Exists Between You and I); Este tiempo tan lleno de cuerpos (This Time so Full of Bodies); Otras obras que se escurren en el tiempo (Other Works Oozing Away Through Time). They signal, once again, Neto’s conception of the corporeal as something beyond the tactile (even as the sense of touch plays a major role here), something that extends immaterially through space and fades into time.
Some of these sculptures, smaller in size, develop ways of relating to space that are new in the artist’s work. For Neto, the most sustained strategy has been to create atmospheres and spaces—often open for our entry—through fabrics and appendages shooting out from them. The new works I’m referring to tend to modify an architectural structure by joining it, as in a piece stuck to a room’s corner or another one hanging from a wall like a double sack. This is a more conventional procedure, saved from cliché and kept fresh by Neto’s sculptural ability, which never loses its communicative faculties.
Neto practices soft sculpture. In previous works he has also experimented with olfactory and chromatic sculpture, using spices and pigments. These lines of exploration are rather outside the canon of sculpture, although there are precedents for them. Notable artists such as Claes Oldenburg and Barry Flanagan pushed the envelope considerably in the same direction. Neto’s work also reveals the influence of Neo-concretism, through the work of artists like Clark and Oiticica. But Neto inhabits a more purely poetic space, straddled between the objects’ intensity of the former and the political intentionality of the latter. To sculpt with veils is for him a way of hiding but it also announces the possibility of uncovering what’s behind. Translucence, which is not transparency, spurs our desire to see clearly. Neto’s veiled interiors, hidden from view but open to touch, offer the promise of pleasure in the luminous bosom… of nothingness?