Mañana se inaugura en París la FIAC, feria de arte contemporáneo, precedida de un incremento de la actividad expositiva en la ciudad y de una buenísima noticia para los expositores: el viernes pasado los diputados de la Asamblea Nacional votaron por unanimidad (ganas dan de escribirlo en mayúsculas) una enmienda que desechaba la planeada y muy discutida subida en el IVA a la importación dev obras de arte, que debía entrar en vigor el 1 de enero próximo. Es más, bajarán el impuesto, que había pasado a principios de 2012 del 5´5% al 7% y que se quería situar ahora en el 10%. Volverá al 5,5%. La decisión está en la línea de la bajada del IVA al cine, que pasará del 7% al 5% cuando comience el año: los políticos franceses han entendido que su identidad como nación tiene mucho que ver con la cultura y que la pequeña recaudación extra iba a ser más dañina que beneficiosa. En España, ambos impuestos se elevaron este año hasta el 21%. Permítanme mencionar además, solo de pasada, que esa misma enmienda mantiene el IVA del 7% para la venta directa de obras por parte del artista. En España pasó del 8 al 21%. Que nadie levante cabeza.

Les explico muy resumidamente qué es este impuesto y por qué es importante. La compraventa de obras de arte entre distintos países de la Unión Europea no se entiende como importación y está sujeta solo al tipo de IVA vigente en el país en el que se declara la operación. Que en España subió también este año al 21%, un porcentaje muy elevado que es, sin embargo, similar al de la mayoría de los países de la UE, con alguna excepción: Alemania aplica el 7% y ha sido reconvenida repetidamente por ello, sin resultado. El impuesto de importación grava únicamente la introducción en el territorio de la UE de obras de arte de origen extracomunitario. Por ejemplo, de cualquier país americano o asiático, o de Suiza. Mientras que el IVA sobre la compraventa está “armonizado” entre los países de la UE, el IVA sobre la importación es “libre”: el artículo 103 de la Directiva 2006/112/EC dice que los estados miembros podrán optar por el tipo reducido o uno de los tipos reducidos que apliquen. Haciendo uso de esa facultad, Gran Bretaña y Dinamarca gravan las importaciones con un 5%, Bélgica y Holanda con un 6%, Francia (hasta enero)  y Alemania con un 7%, Italia y Austria con un 10%. Así, por ejemplo, un galerista británico puede importar una obra de Estados Unidos pagando un 5% y venderla en España sin que se incremente ese gravamen, ya que, como decía, existe libre circulación de estos bienes dentro de la Unión. Un galerista español tendría que pagar un 21% para venderla aquí. Señalemos, por otra parte, que este impuesto no existe en los mercados más potentes: Estados Unidos o Hong-Kong.

Esto tiene repercusiones no sólo para el sector galerístico y el vigor del mercado del arte en España sino también para el coleccionismo privado y los museos públicos. Es todo bastante complicado y puede que les de alguna información incorrecta, pero que me corrijan nuestros doctos lectores. Si un museo español quiere comprar una obra del artista brasileño X puede convenirle ir a Londres o a París a buscarla, pues un marchante le podría hacer allí mejor precio al haber pagado un impuesto de importación mucho más bajo. Comprar en España es una dificultad añadida para los pocos museos públicos que, con sus escuálidos presupuestos, aún pueden permitirse hacer algunas adquisiciones.

En Francia, cuando en julio se empezó a hablar de subir ese impuesto se creó una alianza entre el Syndicat national des antiquaires (SNA), el Comité professionnel des galeries d’art (CPGA) y el Syndicat national des maisons de ventes volontaires (SYMEV) para oponerse a la medida. Redactaron un informe en el que exponían sus argumentos y lo entregaron a los parlamentarios y en los ministerios de Cultura y de Presupuesto. Advertían de que Francia dejaría de tener atractivo como sede de grandes ferias internacionales y que las casas de subastas perderían aún más terreno frente a las británicas. Y les recordaban que Holanda tuvo que dar marcha atrás cuando subió el impuesto (del 6 al 19%), pues amenazaba muy seriamente la supremacía de la TEFAF de Maastrich como primera feria europea de antigüedades. Como se ha repetido en España sin que nadie escuche, calculaban que el aumento de la recaudación fiscal sería mucho menor de lo esperado, pues el número de operaciones disminuiría. El perjuicio sería también, a la larga, para las colecciones públicas pues menos coleccionistas en Francia significaría en el futuro menos donaciones y daciones con destino a los museos.

La enmienda francesa califica el impuesto de “aberración económica que resulta de una directiva europea” (este IVA no existía antes de 1994 y los países miembros fueron obligados por la UE a instaurarlo) y hace suyo uno de los argumentos de la coalición de marchantes: hay exportaciones que enriquecen a un país, como “la venta de un Airbus o un automóvil” pero en el caso del arte, es la importación la que lo enriquece, aumentando su patrimonio cultural.  Francia, con un modesto 5% del mercado global del arte, aún tiene un puesto que defender. En España se trata de conquistarlo, de ganar posiciones. Pero aquí las justas protestas del sector del arte hacen poca mella. ¿Por qué? Aparte de la situación de las arcas públicas y de la cerrazón de los gobernantes, no tenemos agentes con el peso económico y social de los que han intervenido en Francia. Jean-Jacques Aillagon, que fue ministro de Cultura, ha frecuentado el parlamento durante estos meses para hacer campaña en contra de la subida del impuesto, y el presidente de Sotheby’s en Francia, Guillaume Cerutti, ha movido los hilos a su alcance. Las ferias españolas, con excepción de ARCO, tienen modesta importancia económica y capacidad de influencia. ¿Y ARCO? Como feria internacional, este impuesto le afecta. Pero quizá no lo suficiente como para pegar una sonora patada. O quizá el hecho de que IFEMA esté controlada por políticos del partido en el Gobierno favorezca poco la resistencia.

Así caracterizaba el documento “Medidas de fomento, impulso y desarrollo del arte y el mecenazgo en España” de la Fundación Arte y Mecenazgo: “Uno de los datos que confirman la falta de presencia de España en el mercado mundial es el dramático descenso de las importaciones de obras de arte en los últimos años. Desde el año 2005, en el que registraron su máximo histórico (362 millones), las importaciones cayeron más de un 70% hasta el 2010 (56 millones), recuperándose ligeramente en el 2011 (88 millones). Por lo que se refiere a las exportaciones, su importe se ha mantenido en torno a los 60 millones anuales, cifra insignificante si la comparamos con el volumen total de intercambios en el ámbito de la Unión Europea”. E iremos de mal en peor.