El Cultural, 7 de febrero de 2008

Hace unos meses nos comentaba Miguel Zugaza que la investigación historicoartística sobre las obras del Museo del Prado es sorprendentemente exigua. Es una de las razones por las que se ha creado el Centro de Estudios alojado en el restaurado Casón del Buen Retiro. Velázquez, es natural, ha escapado a esa desatención y en 2007 han visto la luz los frutos del trabajo de diversos especialistas. Las dos importantes exposiciones inauguradas en Madrid a finales de año, Fábulas de Velázquez en el Museo del Prado y Velázquez. Esculturas para el Alcázar en la Academia de San Fernando, han traído aparejados sendos catálogos en los que se realizan aportaciones sustanciales, centradas, en éste, en el segundo viaje a Italia. Por otra parte, el Centro de Estudios Europa Hispánica (CEEH) sigue enriqueciendo la Colección velazqueña, inaugurada en 2006 con los Estudios completos sobre Velázquez de Enriqueta Harris y continuada con Velázquez, forma y reforma de Martin Warnke y los dos últimos títulos que ahora reseñamos: Estudios completos sobre Velázquez de Diego Angulo y Venus ante el espejo de Andreas Prater.

Javier Portús, desde su puesto como conservador de pintura española del siglo XVII y comisario de la exposición en el Prado, orquesta la puesta al día en la investigación velazqueña que supone su catálogo. Él mismo abre y cierra los ensayos reunidos, con una valoración bien documentada del contexto social y artístico en que el que se inserta la vida y la obra del pintor, con el que demuestra haber llegado a la médula de su significación: nos presenta a un Velázquez que permanentemente se mide, para superarlos, con los grandes artistas que le habían precedido en la más alta estima de los entendidos, Tiziano y Rubens, tejiendo una “historia circular de originales, copias, homenajes, interpretaciones y rivalidades” que tiene su máxima expresión en Las hilanderas, un prodigio de sutilezas intelectuales y técnicas, de lecturas superpuestas, que Portús analiza sin dejar cabo suelto. Son también apasionantes los estudios sobre la heterodoxia religiosa en la Sevilla de la época de Vicente Lleó, que sitúa a Francisco Pacheco entre los iniciados en la poderosa y secretísima Congregación de la Granada, o sobre las implicaciones de las figuras de los bufones y los filósofos, de Fernando Bouza. Por el contrario, el texto de Peter Cherry, reconocido especialista en pintura española, sobre el desnudo en Velázquez decepciona por su insistencia en la descripción de formas y calidades. Frente a él, resulta más desafiante y eficaz para la reflexión sobre el pintor el libro de Andreas Prater, que no es experto ni en Velázquez ni en pintura española, pero que aborda su único desnudo femenino conservado —hubo otros— desde la necesaria multiplicidad de dimensiones. Prater, buen conocedor de la emblemática, entiende la Venus velazqueña como un enigma a descifrar. Tiene en cuenta los precedentes estéticos, el “uso medicinal” de las pinturas de desnudos (para favorecer la procreación). No hace falta ser un especialista para entender que el autor se columpia en ocasiones, como cuando afirma que la Venus de Campagnola que funcionó como pendant de la de Velázquez está embarazada, cuando aventura una interpretación teológica de la Venus o cuando asume que se trató de un “encargo hecho con prisas”, situación que casa mal con la pausada meditación de fondo evidente en la obra. Pero es sugerente su asociación del cuadro con el género del epitalamio y, aunque con un margen de error poco científico, instructiva la lectura que de él hace en el horizonte de tradiciones culturales italianas —literarias, decorativas, simbólicas— con las que Velázquez pudo estar familiarizado hasta cierto punto. Está asimismo bien planteada la cuestión de la sprezzatura o aspecto abocetado, con la que el artista marcaba distancias respecto a las normas gremiales de calidad y a la manualidad de la práctica artesanal.
Los nuevos hallazgos documentales sobre Velázquez son ya muy escasos, aunque los hay, y los avances se dan más en la interpretación, en contexto, de unas obras con muchos niveles de lectura. En España, la guía de Diego Angulo fue y sigue siendo importantísima en esa dirección. Los 37 textos reunidos en la publicación del CEEH, que remedia la dispersión de los originales y las dificultades de acceder a algunos de ellos, así lo demuestran. La identificación de fuentes iconográficas o compositivas para las pinturas de Velázquez —a veces equivocadas—, el primer estudio amplio sobre los temas mitológicos del artista y la atenta mirada a Las hilanderas desbarataron los tópicos que calificaban al artista como realista a ultranza y abrieron nuevas líneas de investigación.