La Escuela Nacional Superior de Bellas Artes (ENSBA) es una prestigiosa institución de enseñanzas artísticas bajo protección estatal, fundada en 1648 y con sede en un conjunto de edificios singulares en el centro de París, frente al Museo del Louvre. Su sistema pedagógico se estructura en talleres dirigidos por artistas de renombre, y su director es desde hace dos años el célebre teórico y comisario Nicolas Bourriaud. Si hojean las revistas de moda y celebridades quizá hayan sabido que el día 8 de octubre el modisto Ralph Lauren fue el anfitrión en la ENSBA de un exclusivo desfile y una elegantísima cena. Pero lo que probablemente no sepan es que los alumnos de la escuela están que trinan.

Ralph Lauren ha prometido un millón y medio de euros para restaurar el anfiteatro de la ENSBA, con pinturas murales de Paul Delaroche, instalar conexiones inalámbricas y modernizar la web, con la idea de que las actividades que tengan lugar allí puedan transmitirse vía streaming a todo el mundo. El texto del acuerdo no ha trascendido pero se puede deducir que incluía la posibilidad de organizar eventos en la escuela, pues el anuncio del compromiso de mecenazgo fue acompañado del de este desfile que, supuestamente, celebraba el “partenariado” cuando era claramente una acción de marketing de la empresa. Tanto los profesores como los alumnos entienden que, con los tiempos que corren y dado el deficiente estado de conservación de los viejos edificios, el mecenazgo empresarial es algo necesario para la escuela. ¿Cuál ha sido entonces el problema? Pues que para llevar a buen término tamaño acontecimiento social catorce de los veintiséis talleres, que son espacios no sólo de trabajo sino también de docencia, fueron desalojados durante cinco días, afectando a quince profesores y varios centenares de alumnos –más de la mitad de los matriculados- en unas fechas en que una parte de ellos prepara su diplomatura. Y se lo comunicaron sólo dos días antes. Tuvieron que retirar las obras en las que estaban trabajando y despejar todo para que los talleres fueran utilizados como vestuarios, cocinas…


Lauren, estadounidense, dijo en una entrevista que fue la escuela la que se acercó a él con la propuesta, que le pareció de perlas. La ENSBA está en el corazón de París, en Saint-Germain des Près, que es el barrio de los negocios de lujo, y ya sabemos lo que les gusta a los modistos revestirse del aura de lo artístico. No es un museo, pero casi; de hecho, tiene una importante colección. La marca tiene una gran tienda en París, además de un restaurante, y le interesa mucho subrayar, no sólo de cara al mercado francés sino también al internacional, esa vinculación con la más glamurosa capital de la moda. Y no en la semana en la que todos desfilan sino en solitario y a lo grande. La cantidad que aporta es importante, sin duda –aunque tengamos en cuenta que la ley francesa le permite desgravar un 60%-, pero los alumnos le reprochan dos cosas: la primera, que no haya tenido en cuenta las perturbaciones que iba a crear en la vida académica, y la segunda, que la dedique a necesidades secundarias de la escuela, sin relación con la calidad de la enseñanza y el propio bienestar de los ocupantes de los edificios. Hay zonas, dicen, con filtraciones, sin calefacción… Pero la administración de la escuela se preocupa por cuestiones “de fachada” y Nicolas Bourriaud confiesa ante los alumnos que “Es mucho más complicado encontrar un mecenas para restaurar un espacio que no es público, como un taller”.

Los alumnos se han reunido en asamblea un par de veces, han organizado acciones de protesta y han lanzado una petición pública que ha logrado hasta el momento 650 firmas. Bourriaud se encontró con ellos y dio tibias explicaciones que no contentaron del todo pero expresó su apoyo a las reivindicaciones del alumnado y se comprometió a conseguir que su participación en las decisiones que les afectan sea más activa. Se trata de que algo así no vuelva a pasar y de que la administración de la escuela tenga en cuenta esas necesidades reales de los alumnos en sus planes de restauración y patrocinio.

El mismo patio, cubierto para la celebración de la cena

No voy a descubrirles nada: las instituciones artísticas –unas con más alegría que otras- se venden a la industria del lujo. Conocemos y comprendemos sus apuros económicos y la necesidad de conseguir el apoyo de particulares y empresas a través del mecenazgo. Pero este recurso al lujo, ¿es la única opción o sólo la más fácil? Moda y coches son los sectores más interesados en promocionarse a través del arte, pues les permite sumarse con todos los honores a una esfera que no es la suya. No es lo mismo arte que diseño. Aunque si una institución pretende escapar de ese tipo de patrocinio –snob y banal- puede encontrarse lavándole la imagen a alguna gran multinacional contaminante o a un banco de ética relajada (ver Las alianzas problemáticas). ¿Qué hacer? Todos somos un poco responsables de esto, incluyendo a los medios de comunicación y a los ciudadanos acríticos. Mi opinión es que tenemos que seguir exigiendo la financiación pública de la cultura y, cuando no es posible, procurar que los “retornos” de la empresa –más allá de las desgravaciones fiscales, que deberían aumentar entre otras cosas para que no sólo las grandes corporaciones puedan permitirse convertirse en mecenas- tengan más que ver con la responsabilidad social corporativa que con la publicidad. En los centros de arte, las marcas deberían abstenerse de intervenir en las programaciones. Tanta exposición sobre diseñadores de alta costura no responde, ya se imaginarán, a un interés desmedido de los museos por la moda: es que vienen pagadas y, además, generan ingresos por venta de entradas a sectores de público que no son los habituales de las exposiciones de arte. Luego les contarán lo que quieran para justificarlo. Pero hay tratos más sutiles que resultan hasta más inquietantes. Acabamos de conocer que la Fundación Hermès organiza con el Centre Pompidou de Metz una exposición sobre “las formas sencillas”, de la prehistoria a la contemporaneidad, que se inaugurará en noviembre. Es un “partenariado”, dice el director del centro, Laurent Le Bon, en el que ambas partes ganan, y el director artístico de Hermès afirma que se trata de una forma de mecenazgo diferente, “a la vez desinteresada e implicada”, y que no se puede hablar de injerencia porque ellos no actúan como comisarios y no van a exponer los productos de la casa.

A Ralph Lauren ya le hicieron Chevalier de la Legion d’honneur en 2010 y él respondió a la distinción organizando en el Museo de Artes Decorativas una exposición con su colección de cochazos vintage en 2011… Todo es tan chic… A la cena en la ENSBA, que tuvo una gran difusión mediática, asistieron la actriz Catherine Deneuve, la hija de George Bush –nuera del diseñador-, la princesa Charlene de Mónaco y, acompañando a esta (miren por encima de su hombro, en la foto), como su asesora… nuestra Corinna. Ay.