Los estados de la materia
Thomas Joshua Cooper, True. CDAN, Huesca

Publicado en El Cultural

Aunque ya se cerró la era de los “descubrimientos”, hay aún en el planeta lugares inhóspitos, que repudian la presencia humana. Paisajes que nadie, o casi nadie, contempla. Si algo no es contemplado, cabe pensar, su apariencia es más libre. No está mentalmente determinado por la acumulación de miradas y de imágenes. Claro que existen tópicos en la representación de los paisajes polares, derivados de la pintura romántica y de las fotografías de los primeros exploradores. Pero las experiencias visuales en estos lugares extremos, en soledad, pueden ser reveladoras. Thomas Joshua Cooper (San Francisco, 1946) bebe de ambas tradiciones icónicas: toda su trayectoria está atravesada por un sentimiento romántico de la naturaleza y, al utilizar una cámara Agfa de gran formato que tiene cien años, establece un diálogo con la fotografía de otros tiempos. El año que viene se cumplirá el centenario de llegada de Roald Amundsen al Polo Sur, y no se puede imaginar un más hermoso homenaje que el que ha hecho Cooper con sus fotografías polares.
En 1990, el artista inició su proyecto El límite del mundo, que le ha llevado a recorre varios continentes buscando, a partir de una previa localización cartográfica, los puntos en los que puede sentirse lo que Argullol llamó “la atracción del abismo”. Los paisajes de Cooper son esenciales: mar, roca, niebla, hielo… No hay nada anecdótico en ellos. E incorporan lo que podríamos definir como un “filtro temporal”: hace por lo general exposiciones muy largas que anulan el movimiento y fuerzan un estatismo, una condensación o densificación de los estados no sólidos de la materia. En los polos, el aire brumoso se espesa, el agua se cuaja. La luminosidad y la oscuridad se extreman hasta convertirse, en ocasiones, en pantallas, blanca o negra. Donde ya no se ve nada más que la idea de la luz o de su ausencia. Siempre en blanco y negro, la visión de Cooper es casi siempre más atmosférica que topográfica y, siguiendo la definición de Argullol, no muestra un paisaje sino la “contemplación de la contemplación”, aunque con intervención maquinal de la cámara, que introduce una marcada desnaturalización de la mirada.
Felicitaciones al CDAN por traer a este artista, pero también una pregunta. Aún conociendo el tremendo recorte presupuestario sufrido, ¿no sería preferible mantener las distancias con la galería que le representa? Toda la obra la presta Haunch of Venison, el catálogo que se ofrece está editado por ésta, con texto firmado por Ben Tufnell, su director de exposiciones, que ha intervenido en la selección de obras. En la separata producida por el CDAN se mantiene la dedicatoria inicial a Harry Blain, ex-director de la galería… Serán, supongo, condiciones impuestas por ésta. Y eso no está bien.

http://www.cdan.es/cdan_enlace.asp?IdNodo=5348

Share |