Publicado en El Cultural

Con la apertura al público del Museo del Prado, Miguel Zugaza culmina una etapa de gestión caracterizada por el consenso y la planificación. Frente a otras actuaciones similares, este crecimiento parece haber ponderado necesidades y soluciones, y a pesar de las primeras críticas y las azarosas obras, apunta a la estabilidad y el funcionamiento engranado. De la conversación con el director del museo, que tiene lugar mientras recorremos los nuevos espacios, se deduce que le preocupan fundamentalmente dos cuestiones: la puesta en valor de la colección permanente, y el servicio al visitante. Y justifica la ampliación combinando ambos conceptos: como edificio al servicio de la colección.

Pasado mañana se inician las visitas guiadas a la ampliación de Moneo, y lo que este primer público encontrará en las nuevas salas de exposición es el reflejo de su propia condición: las fotografías de Thomas Struth, que amplifican su intervención anterior en el edificio Villanueva, “sobre la experiencia del museo”. Pero, sobre todo, se trata de que “la gente disfrute de los nuevos espacios. Acabar con la polémica sobre la intervención en el claustro, demostrar que el claustro está aquí, se ha protegido como patrimonio y va a tener una utilidad enorme. Mostrar que no se han hecho concesiones al capricho arquitectónico, que cada metro cuadrado tiene su utilidad, tanto para el público como para el personal del museo”. Pero no será hasta octubre cuando se abra definitivamente, y para entonces la protagonista será la pintura del XIX que estuvo en el Casón y que, tras los seis meses en que se exhibirá en estas nuevas salas, se trasladará al edificio Villanueva. Y durante esos seis meses, el Prado celebrará la puesta de largo con tres muestras dedicadas a los puntales de la pintura española: el Greco (con la presentación del catálogo razonado del artista), Velázquez (sus obras narrativas) y Goya (en los años de la guerra). Cuando esta etapa finalice, se inaugurará en junio de 2008 la primera gran exposición temporal, ya no de las colecciones del Prado, sobre el retrato en el Renacimiento, que pasará de aquí a la National Gallery de Londres.

-Imagino que la ampliación arquitectónica y de actividades supone un incremento en los presupuestos de funcionamiento, de personal…
-Por supuesto. En nuestro plan de actuación plurianual se estudia el impacto que podría tener la ampliación desde el punto de vista económico. Mientras se avanzaba en la obra, hemos creado una estructura de gestión adecuada para el futuro.
-¿Eso conlleva cierta presión para conseguir unos ingresos mayores?
-El plan de actuación proponía como objetivo alcanzar el 40% de financiación propia. En el presupuesto anual que hemos cerrado ahora, de 40 millones de euros, estamos a sólo un punto de ese objetivo, con un 39%.
-Va a ser fácil conseguirlo, porque habrá muchos visitantes con motivo de la apertura de la ampliación.
-Espero que sí: para que el Prado crezca, el esfuerzo ha de repartirse entre la Administración, el museo y el usuario, a través del pago de la entrada.
-¿Hasta qué punto no es el museo prisionero de las dinámicas que supone el turismo masivo?
-Desgraciadamente, en Madrid no podemos hablar de turismo masivo, como en París, Roma o Londres. El tour como viaje de iniciación y conocimiento es paralelo a la creación de los museos en la edad contemporánea, y hoy no se entiende un museo sin ese potencial de atracción que obliga a la gente a desplazarse miles de kilómetros para plantarse delante un cuadro, de un edifico o de una ruina. No es malo en sí mismo. Otra cosa es cómo gestionar el adjetivo “masivo”. Hay que preparar a las instituciones, como ahora hace el Prado con su ampliación. Alguien dijo que los directores de los museos actuales parecemos tour-operadores y no le falta razón. Por eso a un catedrático le puede costar más dirigir un museo en la actualidad.

ZugazaA Zugaza, el “aparato” administrativo y la lidia política le consumen mucho tiempo y energía, pero su interés mayor, su gran reto, es ahora la reordenación de la colección, que estará marcada por dos grandes transformaciones en el edificio Villanueva: la apertura de la puerta de Velázquez y la consiguiente creación de un eje transversal antes inexistente, y la liberación de una gran cantidad de espacio a causa del traslado de servicios y talleres a la ampliación: cerca de un cuarto del total. Quienes esperen que esto suponga una afloración de obras maestras escondidas en los almacenes se verán decepcionados: no existe un “Prado oculto”, y la incorporación de la pintura del XIX ocupará buena parte de lo ganado. Tampoco parece que vayan a recuperarse muchas obras de las muchas que el Prado tiene en depósito en toda España, pues los movimientos se dirigen más bien a trasladar obras que están en universidades o dependencias militares a museos provinciales. Los conservadores del museo, no obstante, ultiman sus planes, y habrá novedades. Las mayores necesidades de crecimiento, precisa el director, estarían en “la escultura, la pintura española desde el gótico hasta el barroco, y la pintura flamenca renacentista y barroca”. No habrá cambios, sin embargo, en lo que respecta a la tradicional estructura de ordenación, “de intersección entre series cronológicas y escuelas, que es una de las grandes aportaciones del plan museográfico aprobado hace años”.
-Del nuevo eje transversal debo decir que es muy cómodo y muy limpio. Me gusta que haya una separación entre el museo como “templo” y la nueva zona de servicios, a través de este patio intermedio que “musealiza” de alguna manera la fachada posterior de Villanueva. El gran distribuidor, frente a la puerta de Velázquez, se sitúa en el antiguo salón de actos, y en él ya empieza a exhibirse la colección, con las bellas esculturas de las Musas de Cristina de Suecia, que reciben al visitante y rememoran la ubicación que tuvo la escultura cuando arrancó la historia del museo, en ese mismo espacio. La visita, tras recorrer las salas, debería terminar en el claustro con otro conjunto escultórico extraordinario en mármol y bronce de los Leoni, dedicado a los fundadores intelectuales de la colección: Carlos V y Felipe II.
-¿Cómo se realizará el recorrido?
-Lo estamos estudiando. Al abrirse la puerta de Velázquez, se rompen los ejes longitudinales que siempre habían marcado la ordenación. Seguramente se comenzará por la planta baja del ala norte, se subirá a la primera en la zona de la puerta de Goya, se recorrerá esa planta hacia el sur y se bajará en el extremo del Botánico para regresar al gran vestíbulo. Pero se hará por fases, en un par de años. Hay que ir liberando espacios, y acometiendo las pequeñas obras en las salas recuperadas. Se unificarán los criterios de montaje, rotulación, y se eliminarán los entelados. Nada comparable a la ampliación, y no afectará al museo. Me siento en este sentido orgulloso de que a lo largo de los cinco años de obras, este museo lo han visitado más de diez millones de personas, casi un millón y medio más que en en lustro anterior.
-La gran “revolución” será la inclusión de la pintura del XIX.
-Existe un tremendo desconocimiento de las colecciones del siglo XIX, de su entidad, de su calidad y de su origen. La absurda separación de la historia del arte español entre la muerte de Goya en 1829 y el nacimiento de Picasso en 1881 es un síntoma de la falta de interés que ha gravitado sobre estas colecciones. El arte español del XIX merece una atención mayor tanto por parte del Prado como del Reina Sofía, herederos en “pro indiviso” del antiguo Museo de Arte Moderno. Si incorporarlo al discurso histórico del museo es una “revolución”, bienvenida sea. Ocuparán el lugar que les corresponde con gran normalidad.

Crecimientos futuros
La reordenación, siendo trascendental, no es un final, sino una etapa más en la vida de un museo obligado a mantener el interés internacional, a continuar creciendo y a liderar la investigación sobre la pintura antigua en España, ofreciendo un programa de exposiciones y actividades acordes con el esfuerzo presupuestario que supone y con lo que esperamos de él.
-Acaban de mostrar la colección Naseiro, recibida en dación. ¿Qué perspectivas tiene en este terreno?
-El sistema de dación es positivo, pues habilita una posibilidad presupuestaria para adquirir obras. Sería absurdo que un museo como el Prado tuviera un presupuesto fijo para adquisiciones, porque éstas dependen de las oportunidades que surgen en el mercado del arte. Ni siquiera es posible trazar un plan para completar áreas de la colección. Lo podríamos pasar muy bien elaborándolo, pero sería pura retórica. Me encantaría que tuviéramos un Rembrandt más, un Frans Hals, un Vermeer…
-En cuanto a las donaciones, ¿cómo se puede animar a los grandes coleccionistas para que confíen en el Prado?
-Los coleccionistas confían en el museo. Confían menos en la Adminsitración, en lo que ésta les devuelve por sus gestos de generosidad. Si queremos un apoyo social al museo como el norteamericano, tenemos que ofrecer ventajas fiscales. A los coleccionistas les interesaría muchísimo entregarnos obras, y a nosotros recibirlas.

Cuando se le pregunta por las exposiciones temporales, Miguel Zugaza se muestra contrario a otorgarles protagonismo, lo cual se correspondería con la discreta presencia arquitectónica de las salas a ellas dedicadas: “El programa de exposiciones de un museo como éste no debe competir con el objeto principal de su misión: su colección. De nuestra habilidad dependerá no desplazar todas las energías hacia ellas, como ha ocurrido en algún museo internacional cuando ha abierto nuevas salas”.
-¿Es aceptable para usted programar exposiciones minoritarias pero de calidad científica, con pocas posibilidades de interesar al gran público?
-Si pides a un museo que te preste una obra para una exposición, ésta tiene que lograr el máximo de rendimiento científico y al mismo tiempo el máximo de visibilidad pública. Las novedades científicas se pueden comunicar a través de libros, de revistas especializadas, de seminarios, de congresos. Cuando crees que esas novedades interesan al público organizas una exposición. Es el caso de la actual exposición sobre Tintoretto o la que vamos a inaugurar sobre Patinir, que va a reunir casi dos terceras partes de su producción conocida.
-Ha dado entrada en el Prado a los artistas actuales. La brecha la ha abierto Thomas Struth. El próximo proyecto, con gráfica inspirada en obras del museo, parece demasiado tímido, y repite una iniciativa anterior. ¿Qué podemos esperar en esta dirección?
-Soy consciente que se ha creado una inesperada y, por mi parte involuntaria, expectación hacia ese programa de arte contemporáneo. Y como la mayoría de las falsas expectativas terminarán defraudando. El Prado no tiene y, bajo mi dirección al menos, no va a tener un programa de arte contemporáneo como otros museos históricos. Sería más fácil para mí encontrar un título adecuado para enmarcar una serie de actividades relacionadas con la incorporación de la mirada del artista contemporáneo. Todos nos sentiríamos más seguros al saber en que camino andamos, pero tarde o temprano se convertiría en una rutina, se perdería el sentido de la oportunidad y la intensidad que genera el encuentro del Prado con la mirada contemporánea. Al mismo tiempo no quiero que deje de tener abierto un canal de diálogo con la actualidad. Como muestra, hemos decidido que el proyecto de Struth tenga continuidad, que progrese y nos afecte. Pero no siempre será así.

La ampliación de Moneo está casi a punto, pero la del Casón sigue avanzando y, más lejana de lo que pensábamos, se vislumbra la transformación del Museo del Ejército. “El Casón será la sede del Centro de Estudios y de la Escuela del Prado, con el núcleo común de la biblioteca, que esperamos sea una referencia. Esto conllevará el reconocimiento del museo como centro de investigación, y tratará de resolver la secular distancia entre los intereses investigadores de la universidad y los del museo. Tengo una gran confianza en esta apuesta”. A mediados de marzo se aprobó el presupuesto para la instalación del Museo del Ejército en Toledo, a realizar en 18 meses, pero esto no significa que vaya a arrancar ya su incorporación al Prado: “La incorporación del salón de Reinos será la última fase del ambicioso y complejo programa de ampliación. La puesta en funcionamiento tanto del nuevo edifico del claustro como del Casón nos va a permitir definir con más claridad las necesidades para ese espacio. De momento hemos solicitado dos informes, uno de carácter histórico y artístico y otro técnico, para no cometer los mismo errores que se produjeron con el Casón y pedirle al edificio lo que éste razonablemente nos puede dar. No será hasta el 2008 cuando podamos avanzar en ese proyecto”.