Vik Muniz recorta las luces
Galería Elba Benítez
Publicado en El Cultural

Es admirable el talento de Vik Muniz para reproducir obras de arte o imágenes de la cultura popular mediante técnicas de “dibujo” inventadas por él para realizar nuevas lecturas en clave irónica de los originales. El mecanismo básico por el que se rige su obra es el del juego visual que implica a menudo a otros sentidos. El modelo remoto sería la pintura de Arcimboldo, cuyos retratos compuestos con vegetales, animales u objetos tendrían su equivalente en las escenas en las que Muniz “pinta” con clavos, soldaditos de plástico, gusanos del mismo material, basura, juguetes, recortes de revistas… Podrían también haberle impresionado las más recientes esculturas de Tony Cragg de los años 80, hechas con objetos de plástico. Al igual que en Arcimboldo, los ingredientes con los que se configuran las imágenes amplifican la percepción sensorial de las mismas con sugerencias táctiles, olfativas o gustativas. En el caso de Muniz no se trata de materias representadas pictóricamente sino de sustancias reales fotografiadas: azúcar, tomate, chocolate, mermelada, hilos, tierra, etc. Cada nueva serie explora diferentes temáticas y, sobre todo, desarrolla las posibilidades del nuevo material plástico. En la que presenta ahora Elba Benítez el tema es la historia de la fotografía y el material el papel. No es la primera vez que toma como modelo una fotografía, pues ya ocurrió en algunas imágenes hechas con chocolate o con tinta y al reproducir retratos fotográficos con recortes de revista, pero sí es novedoso que revisite de forma sistemática fotografías ya clásicas del siglo XX. Tampoco es nuevo el recurso al papel como material de “dibujo”: lo utilizó en las Pictures of colors, en las que usaba los pequeños recuadros de muestrarios de colores tipo Pantone para reproducir formas poco detalladas. Ahora, sin embargo, el papel ha perdido el carácter objetual que tenían esos recuadros y se ha transformado en uno de los materiales más “mentales” —menos corporales— con los que ha trabajado el artista hasta el momento. La imagen interactúa con la sustancia que la conforma pero la percepción sensorial holística tiene poca fuerza. La razón es que el papel, como la tinta que empleó en otra serie anterior, son ya en sí mismos materiales artísticos. No son ni comida ni cosas e invitan a que establezcamos con ellos una relación fundamentalmente visual.
En este sentido, es de suponer que, al igual que en las Pictures of colors, ha existido un paso intermedio de tratamiento de la fotografía original en el ordenador. En aquéllas se forzó seguramente un pixelado exagerado para encontrar el tono adecuado en cada recuadro; aquí se trataría de algún filtro que delimita en la imagen pequeñas áreas según la intensidad de la luz. Un procedimiento análogo al utilizado desde hace unos años por Javier Garcerá, con la diferencia de que él transforma los grises en colores más o menos luminosos y los traslada al soporte, también por capas superpuestas, con pintura. Muniz, en esta serie, retoma la tradición moderna del collage de papeles para proponer una variante de la fotografía en el sentido literal de la palabra: “dibujo con luz”. A partir de un fondo negro, va acumulando capas de papel recortado en diversas tonalidades de gris hasta llegar a los destellos, en blanco. Efectúa, como es habitual en él, una laboriosa “construcción” de las imágenes con un material —el papel— que, como apuntaba, es en sí artístico y, más específicamente, ha funcionado durante muchas décadas como el soporte privilegiado y casi único para las copias fotográficas. Así, el carácter meta-artístico de toda la obra de Muniz se ve reforzado a través de esta cita matérica. Albert Renger-Patzsch, Arnold Newman, Weegee, Garry Winogrand o Margaret Bourke-White figuran entre los fotógrafos emulados por Muniz, que revela una marcada filiación estadounidense no sólo en los nombres preferidos sino también en las escenas concretas que ha elegido. Entra en juego también aquí, como en muchas de sus re-producciones, el asunto de la escala: estas imágenes están sobredimensionadas, de manera que llevan los modestos tamaños de las fotografías originales a un formato más propio de la pintura o, de acuerdo con la técnica empleada, al relieve mural decorativo.