El Rose Art Museum es una institución de gran prestigio dependiente de la Brandeis University, en Waltham, una pequeña población muy cerca de Boston. Este otoño, el museo celebrará su 50 aniversario, y está reformando sus salas para hacerlo con propiedad. La que se considera mejor colección de arte contemporáneo en Nueva Inglaterra se compone de casi 8.000 piezas y está especializada en arte estadounidense de los años 60 y 70, con obras de importantísimos artistas. Un futuro ahora esperanzador que contrasta con la situación del museo hace dos años, al mismísimo borde del abismo.

Cash for your Warhol, proyecto de Geoff Hargadon en el Rose Art Museum

A principios de 2009, el patronato de la Universidad aprobó la venta de la totalidad de la colección, ante la perspectiva de cerrar el 40% de los edificios del campus, reducir el personal en un 30% y despedir a unos 200 profesores. Al parecer, Brandeis había sumado a sus problemas económicos un gran descalabro ligado al caso Madoff. La financiación de universidades, fundaciones y otro tipo de proyectos culturales se basa en diversos países en los intereses que produce el endowment o capital patrimonial que se invierte, a veces, como aquí, en productos financieros demasiado peligrosos. Cuatro benefactores de la Universidad la denunciaron por lo que consideraban una gestión económica lamentable; después de más de dos años de litigios, el 20 de junio se cerró el caso con un acuerdo que afianza la continuidad del museo y la integridad de la colección. Está buscando director, por si a alguien le interesa y no le importa ser “the Henry and Lois Foster Director of the Rose Art Museum”; son benefactores que, entre otros muchos servicios, sufragaron la ampliación del museo inaugurada en 2001. Les invito a leer la historia completa de la colección, admirable esfuerzo colectivo impensable por estos lares (entre otras cosas a causa de nuestra tacaña Ley de Mecenazgo).

El museo ha superado, por ahora, la crisis y se plantea, ya veremos de qué manera, alquilar la colección para cubrir algunos gastos. Pero otros muchos, privados y públicos, se enfrentan a decisiones dramáticas. La posibilidad de la venta de obras de arte, conocida en el mundo anglosajón como deaccessioning, es contemplada con aprensión por la mayoría, pero algunos la defienden cuando se hace con determinadas condiciones. Hace dos meses se celebró en la National Gallery de Londres un seminario titulado Foul Play or Opportunity Knocks? Deaccessioning and disposal of objects from UK Museums, lo que demuestra que, con los tiempos que corren, el asunto es central en el debate sobre el futuro de las instituciones culturales.

¿Por qué vender las obras? El argumento aceptado: para qué conservar obras deterioradas, repetidas, devaluadas por cambios de atribución… que ocupan espacio y podrían suponer fondos para hacer nuevas adquisiciones. El de teoría económica: las prácticas contables habituales en los museos son erróneas, pues excluyen por principio de sus balances las colecciones; la museografía clásica establece que la colección no es un activo financiero, que no puede ponerse a la venta ni servir como aval para un préstamo. El de pura supervivencia: la venta sirve para solventar graves dificultades financieras, en las que los museos pueden llegar a encontrarse por dos razones: la insuficiencia de dotación económica (por parte de administraciones públicas o de sus financiadores privados) o por el exceso de gasto, habitualmente orientado hacia obras de ampliación o remodelación.

El ICOM (International Council of Museums) dice en su Código Ético que “Las colecciones de los museos son bienes en custodia pública y no se deben considerar como un activo realizable. Los ingresos o compensaciones percibidos por la baja de objetos o especímenes de la colección de un museo deben utilizarse exclusivamente en beneficio de ésta y, por regla general, para efectuar nuevas adquisiciones”. Se recomienda que cada museo elabore sus propias normas para deshacerse de obras de la colección, y esto es así en gran parte por el escándalo que supuso en 1972 la venta de importantes obras de Van Gogh y Henri Rousseau emprendida por Thomas Hoving en el Metropolitan Museum. Pero después ha habido casos muy dudosos, como cuando Thomas Krens, que ya estaba en pleno período expansionista y quería adquirir la colección de escultura minimalista de Panza di Biumo, vendió en Sotheby’s tres obras de la Fundación Guggenheim, de Kandinsky, Chagall y Modigliani.

Edwin Church: Scene on the Magdalene (1854), vendido por el National Academy Museum

A finales de 2008, el patronato del National Academy Museum de Nueva York, un museo de gran tradición fundado en 1825 y con graves problemas de financiación, decidió vender dos obras del la Escuela del Río Hudson por unos 15 millones de dólares, en contra de las recomendaciones de la American Association of Museums y de la Association of Art Museum Directors (AAMD), que son muy rigurosas a la hora de tolerar que los museos vendan obra para cubrir sus déficits. Inmediatamente, esta última envió a sus miembros una circular en la que se ordenaba suspender cualquier préstamo de obras o cualquier colaboración en la organización de exposiciones con la National Academy. Por contra, el Cleveland Museum of Art entregó a Sotheby’s en enero de este año 32 pinturas con la bendición de la AAMD, tras ofrecer toda clase de explicaciones.

Es algo, en cualquier caso, que un museo privado o una fundación se pueden plantear pero, hasta ahora, nunca un museo público. El seminario en la National Gallery de Londres pretendía arrojar luz –desde el punto de vista americano– sobre un debate abierto en Gran Bretaña hace un par de años, cuando el Ayuntamiento de Southampton quiso poner a la venta un cuadro de Alfred Munnings y dos bronces de Rodin para construir un centro de interpretación sobre el Titanic. Las colecciones municipales son las más amenazadas. Tenterden (Kent) confió a Christie’s la venta de una pintura de Gerard Seghers para pagar la calefacción de la casa consistorial. El Ayuntamiento de Bolton está subastando a través de Bonhams 35 obras de arte nada despreciables, incluyendo éstas de Dughet, Millais y Romney:

Obras de Dughet, Millais y Romney subastadas en Bonhams

La obra de Millais se subasta hoy mismo (miércoles 13 de julio) y se espera que supere las 100.000 libras. Se alega que el Ayuntamiento necesita desesperadamente el dinero para comprar (o construir) un almacén moderno para el museo. Que ha perdido el que tenía porque el gobierno municipal, acuciado por las deudas, decidió vender el edificio que, entre otros usos, almacenaba parte de la colección.

La legislación española en materia de Patrimonio (de nuevo: ¿para cuando una nueva ley que la actualice?) ni siquiera toca el tema, porque no se concibe que el patrimonio artístico público pueda ponerse a la venta. Lo que quizá veamos –espero que no– es el cierre de algunos museos o centros de arte. Otro día me referiré a ese panorama. Y, otro, a las colecciones de las Universidades españolas.

Documento (Word, descarga): Art Museums and the Practice of Deaccessioning