Imágenes latentes
Galería Fúcares, Madrid
Publicado en El Cultural

Fúcares ha ofrecido sus dos espacios a Alberto Martín, experimentado comisario y crítico, que plantea a través de la obra de doce artistas ―todos salvo una europeos, todos salvo dos externos a la galería― una forma de relación entre pintura y fotografía que se decanta más por “el significado político y emocional” que por los aspectos estilísticos y técnicos relacionados con esa contaminación entre medios. Martín, en el pequeño catálogo editado, revisa las más importantes exposiciones que se han organizado en diversos países sobre las derivas de la pintura en esta década e identifica en ellas esa atención principal hacia la dialéctica fotografía-pintura, que ha de entenderse no como representación de la realidad sino como reelaboración de un acervo de imágenes preexistentes. Hemos de suponer que el trabajo de pintar una imagen, siempre mucho más lento, costoso y aparatoso que el de tomar una fotografía, aporta algo imposible de reflejar con los medios mecánicos de reproducción. Casi siempre sucede así: se acentúa la mirada subjetiva ―que ya es evidente en la fotografía― y se suma un extra de texturas, colores y matices al que el Photoshop no puede acercarse. Por lo general no se copia literalmente la imagen previa, y en la diferencia respecto a ésta radica el significado. El comisario argumenta convincentemente las bondades de la traslación de lo mediático a lo pictórico, y propone como ilustración de las mismas un grupo de pintores que se adecua bastante bien a la tesis y es además interesante por ofrecer diversidad generacional ―son nacidos entre 1954 y 1975― y geográfica, sin recurrir a los nombres más habituales. La opción por los temas históricos, periodísticos o políticos ―los puramente cotidianos y emocionales sólo se dan en los retratos y bodegones, tan conservadores que sorprende su inclusión aquí, de Gabi Hamm, y quizá en Tom Fabritius, por insignificante― ayuda hasta cierto punto a distanciar la propuesta de la escasa ambición de sentido de una parte del arte actual, pero no lo logra al cien por cien. Bien porque esas imágenes previas no son más que una excusa para la pintura, bien porque son ya de por sí banales.

Son muchas las dudas y las reflexiones que la exposición suscita. Obliga a pensar qué clase de documentos, si pueden llamarse así, son estos cuadros y acuarelas; sobre la dependencia de la pintura y otras formas de arte respecto a los medios de comunicación; sobre cómo distanciarnos de ellos, de sus trampas y sus vicios; sobre la dificultad actual de producir imágenes originales, de cualquier tipo, de elevado contenido simbólico o significativo… Poco conocidos en España, los artistas están representados por dos o tres cuadros o dibujos cada uno, insuficientes para profundizar en sus obras pero suficientes para ver cómo se imbrican en el discurso de la muestra. Las más potentes, en mi opinión, son las del español Saiz Ruiz, el ruso Andrei Roiter y el portugués Carlos Correia, muy distintos entre sí pero unidos por una común capacidad de impacto visual. Destaca también el trabajo del francés Yves Bélorgey sobre la arquitectura para viviendas sociales, más por su contenido que por su tratamiento formal: bien podría haberse desarrollado como proyecto fotográfico. Participan también Adam Adach, Miki Leal, David Russon, Yvan Salomone, Andrea Salvino y Pamela Wilson-Ryckman.