El Museo de Colecciones Reales, que va camino de sustituir a “la obra de El Escorial” como imagen de una tarea que se eterniza, debería estar enfilando su recta final hacia la inauguración. Un prolongado sprint con meta en los últimos días de 2022, según nos prometen, y con muchos tropiezos por las diversas entradas y salidas de actores principales. En noviembre de 2020, tras el adiós –¿despido consensuado?– de José Luis Díez como director del futuro museo, Leticia Ruiz –procedente como él del Museo del Prado– ganó el concurso convocado para sustituirle. Unos meses después, en julio de 2021, la presidenta de la institución, Llanos Castellanos, dejaba el puesto que había ocupado durante menos de año y medio para integrarse en el gabinete del Presidente del Gobierno, siendo reemplazada por Ana de la Cueva, hasta entonces Secretaria de Estado de Economía. Además, la institución ha sido escenario de un animado baile de gerentes.

Justo después del relevo en la presidencia, La Razón daba noticia de la llegada de las primeras obras –que se trasladaban desde el adyacente Palacio Real– a los almacenes del museo y revalidaba la fecha de apertura anunciada en febrero, cuando Llanos Castellanos firmó un convenio con el Ayuntamiento para potenciar el entorno turístico centrado en el Palacio Real. Además, el periódico mencionaba que Leticia Ruiz había presentado ante el Consejo de Administración de Patrimonio Nacional su “museografía”, de la que nos daría más detalles en septiembre u octubre.

De ese proyecto no se nos ha comunicado nada hasta hoy. Sin embargo, un aporte de principios de agosto al expediente de licitación del montaje del museo nos adelanta algunos aspectos relevantes. Se trata del “Documento por el que se formaliza la modificación técnica sin variación económica del contrato suscrito entre Patrimonio Nacional y UTE Empty, S.L./Telefónica Soluciones de Informática y Comunicaciones de España, S.A.U., relativo al contrato de Equipamiento Museográfico del Museo de las Colecciones Reales de Madrid”.

Cuando Leticia Ruiz aterrizó en Patrimonio Nacional dejó entrever que respetaría en buena medida los planes del anterior director. Decía a ABC: “El proyecto estaba muy avanzado y no podemos estar jugando con eso. Si viniera de nuevas tal vez propondría cosas que ya no podrán hacerse (…). Lo que me parece correcto, según las palabras de la presidenta Llanos Castellanos, es que podamos estudiar esos matices o modular propuestas”. Y abundaba, en declaraciones a EL CULTURAL: “Hay un proyecto pensado y bien trabajado por el anterior director, José Luis Díez, que habrá que matizar cumpliendo unos plazos razonables”.

Pero ¿han sido alguna vez razonables los plazos en este proyecto? Revisemos algunas fechas.

  • En diciembre de 2015, Patrimonio Nacional recepciona el edificio. Tuñón y Mansilla habían sido elegidos en 2002 para diseñarlo pero la primera fase de las obras no se adjudicó hasta finales de 2006. Nueve años tardaron en finalizarlas.
  • Hasta julio de 2017 –José Luis Díez era director de las Colecciones Reales desde 2014– no se abre la licitación para el Equipamiento Museográfico, que incluye el listado de piezas a exponer, unas 700.
  • Entre esa fecha y septiembre de 2018 (más de un año después) se publican ¡cinco! rectificaciones a la licitación.
  • En noviembre de 2018 se adjudica a Empty/Telefónica y en febrero de 2019 se firma el contrato: casi 18 millones de euros y otros tantos meses para su ejecución.
  • El “proyecto básico” elaborado por la UTE fue entregado en septiembre de 2019 (debería haberlo hecho, según contrato, en mayo) y aprobado por Patrimonio Nacional en diciembre, cuando comienza a correr el plazo (dos meses) de presentación del “proyecto de ejecución”, que debía estar listo el 4 de febrero de 2020. Un día antes, el gerente (entonces era Ernesto Abati) autoriza a petición de la UTE, con informe favorable de José Luis Díez, una prórroga de 70 días (hasta el 14 de abril), dado que este ve necesidad de “revisar y validar en detalle todos los diversos contenidos que son objeto del contrato y que deben quedar perfectamente definidos en el Proyecto de Ejecución”, para lo cual, al parecer, fueron necesarias numerosas reuniones de coordinación técnica.
  • Pero vino la pandemia. Y el 23 de abril se autorizó un nuevo retraso, hasta el 15 de junio.
  • Tampoco pudo ser. El 14 de mayo la UTE solicita otro aplazamiento, por la continuidad del estado de alarma. José Luis Díez vuelve a mostrarse de acuerdo y el gerente lo aprueba, pero esta vez sin fecha límite.
  • Entre tanto, alguien en Patrimonio Nacional debía de estar ya de los nervios porque el 30 de diciembre de 2019 se contrató un “Estudio de viabilidad económica del Museo de Colecciones Reales”, a entregar en abril de 2020. Un “contrato menor” que obtuvo Auren Consultores, por un importe de 18.089,5 €. No sabemos nada sobre sus conclusiones. ¿A esas alturas dudaba Patrimonio de poder concluir y/o sostener el museo?
  • El 1 de octubre se conocía la renuncia (o lo que fuese) de José Luis Díez, sin que constase la entrega/aprobación del proyecto de ejecución por parte de la UTE. Sabemos que la COVID complicó mucho las cosas a empresas, profesionales o instituciones pero estábamos todos teletrabajando y sacando adelante lo que hubiera que sacar adelante. Su relevo estaría pactado tiempo atrás. Si no, no se explica la celeridad: el 13 de ese mes estaban ya listas las bases y la convocatoria para el concurso de dirección y a mediados de noviembre el jurado había fallado.

En julio de este año, como hemos visto, Leticia Ruiz presentó ante el Consejo de Administración su proyecto museográfico, al que acompañaría la modificación citada del contrato… sin modificación del precio “ya que se han suprimido partidas que no se consideraban esenciales y se han sustituido por otras imprescindibles”. Uno de sus objetivos era “la agilización en lo posible de los plazos de ejecución material de los suministros proyectados”. Y ¿cómo se agilizaría? A través de la “simplificación del planteamiento museográfico”, o sea, reduciéndolo.

Esto es lo fundamental: se recorta el número de piezas en un 35 %, “por considerarse excesivo”. Nos quedaríamos con unas 450 piezas, frente a las 700 del listado de Díez. El edificio del Museo de Colecciones Reales es muy grande, con casi 40.000 m² útiles, pero se reservaron solo unos 3.300 m² para la exposición permanente (1.674 m² en cada una de las dos plantas, de seis, para tal fin). Por comparar: el Museo del Prado dispone de algo más de 45.000 m² útiles incluyendo su ampliación y sus dependencias (sí el Casón y las oficinas pero no el Salón de Reinos), dedicando casi 13.500 a la colección permanente en el edificio Villanueva, y se muestran en la actualidad unas 1.700 obras. En el Museo Thyssen-Bornemisza, más abarcable con sus 24.000 m², hay casi 1.000 obras en las paredes de unos 7.500 m² de salas (pero aquí se incluyen las de exposiciones temporales).

En el Inventario de bienes muebles histórico-artísticos del Patrimonio Nacional (de 2016) figuran 154.598 piezas, ubicadas en los palacios, conventos y monasterios que gestiona. Se expondrá, por tanto, un 0’3 % del total. Naturalmente, nadie pretende que se prive a los sitios reales y los monumentos vinculados a este organismo de todas sus mejores obras pero si se apuesta, a este nivel, por fundar y financiar un museo hay que darle entidad como tal.

El documento menciona contadas eliminaciones. Destaca la góndola de Carlos II, por el coste de su introducción en el museo (“obligaba al desmontaje y posterior montaje de un ventanal del edificio, con participación de transportes especiales, grúas y otros elementos auxiliares”) y por la pérdida que supondría para el Museo de Falúas de Aranjuez. Y van fuera los “elementos museográficos de carácter complementario, con el objetivo de hacer más fluidos los recorridos, mejorar la accesibilidad”: las tres reproducciones de grupos escultóricos de grandes dimensiones, tres de las cuatro maquetas de los Reales Sitios, reproducciones táctiles de una selección de piezas de la exposición permanente, digitalizaciones tridimensionales, fotografías 360º de 100 piezas y algunos recursos informativos interactivos. Todo esto último, creo yo, puede ser prescindible (si realmente es necesario prescindir de ello).

En compensación, “se han incluido en el discurso expositivo nuevas temáticas no atendidas en el proyecto anterior, como, por ejemplo, el papel de las mujeres en la Corte a través de la unidad dedicada a los Reales Patronatos, entidades consustanciales a la propia historia del Patrimonio Nacional, o la importancia de la música representada en la unidad expositiva que se propone para sustituir al lapidario. Recuerden que Leticia Ruiz fue comisaria de una de las primeras muestras dedicadas a mujeres artistas en el Prado, Historia de dos pintoras: Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana.

Los servicios a los visitantes se han repensado. Por la planta -3 (a nivel del Campo del Moro) podrán entrar no solo grupos sino también visitantes individuales, que encontrarán “el cubo inmersivo que figuraba en la propuesta ganadora del concurso y que se eliminó en el Proyecto básico (…) por cuestiones presupuestarias”. En esa planta, según la web de Patrimonio Nacional, asistiremos a “las exposiciones temporales y al despliegue de grandes conjuntos singulares de las Colecciones Reales (…), además de un espacio exclusivo dedicado a la exposición de carruajes”. Se han introducido cambios en la cafetería, la tienda, el salón de actos… y más bancos a lo largo de todo el recorrido.

Recordemos que el precio no se ha modificado, mientras que el trabajo relacionado con el montaje de las piezas se ha reducido en más de un tercio. Ya pueden ser sustanciosas las nuevas salas e impecables los nuevos servicios a los visitantes para justificar ese saldo que ahora queda a favor de las empresas adjudicatarias.

El discurso museológico pretendía “trenzar un recorrido a través de la historia de la monarquía hispana y el gusto artístico de cada uno de sus protagonistas”. A nadie se le escapa que esa monarquía “simbolizada en las Colecciones Reales” está hoy moralmente muy disminuida gracias al penúltimo de esos “protagonistas”, al que no se le conoce gusto artístico de ninguna clase, y se podría interpretar que esta mengua en la selección de los tesoros de nuestro Patrimonio Nacional “simboliza” ese empequeñecimiento. Pero con lo que este museo ha costado, en todos los sentidos (171,5 millones de euros, en el pecuniario), los amantes del arte y de la historia esperamos abundancia y esplendor en sus contenidos, por encima de su utilización para transmitir mensajes políticos en apoyo a la institución monárquica o para atraer turistas. Grandes obras, no una obra grande, que es lo que nos han dado hasta el momento.

¿Y ahora? Según el contrato de la UTE, el período de ejecución del equipamiento es de 13 meses. Si en julio quedó todo aprobado, y dado que Patrimonio sigue afirmando que puede cumplir los plazos, sí sería posible abrir a finales del año que viene. Pero me parece que ya nadie se cree nada.