Lienzos de pared

Galería Oliva Arauna, Madrid
Publicado en El Cultural
A lo largo de una década, desde que fue becado por Hangar en 2001, Juan Carlos Bracho (La Línea, Cádiz, 1970) ha utilizado una misma pared de pladur, en la llamada “Sala polivalente” de este centro de producción catalán, para hacer intervenciones dibujísticas que ha fotografiado o filmado. La pared fue pintada para recuperar su neutralidad después de cada trabajo, y fue ocupada por otros artistas. Bracho le dice ahora adiós -el espacio va a someterse a una reforma- con un muy interesante proyecto integrado por varias piezas mediante el que efectúa un traslado físico de partes de esa pared desde Hangar a la galería Oliva Arauna.
Solemos, al referirnos a construcciones, hablar de “lienzos de muro” o de “lienzos de pared”. El artista ha utilizado la pared efectivamente como lienzo, como superficie para los pigmentos en su práctica de dibujo expandido, y se puede interpretar que con este proyecto subraya ese juego de palabras al cortar trozos de pared con dimensiones que asimilamos al formato “cuadro”.
De un lado, ha hecho un último dibujo en Hangar mostrado aquí a través de una fotografía, consistente en una retícula de transferencias de papel de calco -que se incluyen en la exposición, apilados- con una reserva central en forma de cuadrado. Ese cuadrado blanco lo ha recortado, lo ha transportado a Madrid y lo ha colgado tal cual en una de las paredes de la galería. La última capa de pintura oculta todos los trabajos artísticos que Bracho y otros han realizado en esa superficie; es una especie de palimpsesto de múltiples capas, sobre el que el artista aplica ahora una investigación arqueológica. Ha pedido a restauradores profesionales que tomen varios rectángulos de la pared y retiren capa a capa la materia hasta dejar al descubierto los dibujos hechos por él en diferentes momentos, igual que se sacan a la luz unas pinturas medievales ocultas por una decoración mural barroca en un muro ahora enlucido.
El carácter efímero de los dibujos de Bracho es de alguna manera traicionado y puede pensarse que tanto el artista como el potencial comprador de la obra dan finalmente la misma importancia al “objeto” artístico que al “proceso”, en principio privilegiado. Sin embargo, la producción de cuidadas fotografías y vídeos de las anteriores intervenciones dibujísticas revelaban ya en él una querencia hacia el objeto que ahora se intensifica: no sólo en estos lienzos de pared sino también en la gran bola dibujada situada a la entrada, hermana del cubo de iguales dimensiones que expuso hace poco en la galería Carles Taché.
Estas contradicciones no restan valor a las obras sino que problematizan sus propias dinámicas. Lo que sí flojea, y mucho, es el vídeo en el que ilustra, con una animación muy pobre que nada aporta, una sugerente narración sobre el propósito fallido de hacer una gran bola de nieve -¿la imagina con la de la entrada?- en el desierto helado de las llanuras de Alberta, Canadá.

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