Jeannine Baticle
Goya
Traducción de Juan Vivanco
Crítica. Barcelona, 1995. 382 páginas

“Los archivos públicos y privados, las memorias, las correspondencias y los testimonios contemporáneos” son las fuentes historiográficas que cita Jeannine Baticle, en el prólogo a esta nueva biografía de Goya, como instrumentos de conocimiento preciso de la trayectoria vital del artista en el contexto de su época. Y, en efecto, Baticle conoce al dedillo toda la documentación habida y por haber referente a Goya y a su círculo de amistades, como demuestra en las numerosas notas. Éstas valdrían por sí solas una publicación, dada su enorme utilidad para el investigador, al cual facilitan la localización de cada uno de esos pequeños hallazgos documentales que van configurando la biografía definitiva del pintor aragonés, fruto de una tarea de paciente rastreo a la que la autora ha contribuido y sigue contribuyendo en este libro, publicado en Francia en 1992.
Más adelante, precisa Baticle que su intención es hacer hincapié en el estudio de la carrera de Goya entre 1779 y 1802, años cruciales entre la treintena y la cincuentena, en los que se forja su genio. En realidad, esta atención prioritaria se extiende en el libro hasta los años de la Guerra de la Independencia, quedando más difusamente dibujados los años posteriores y, sobre todo, la época de formación en Zaragoza e Italia. Esos primeros pasos, tan importantes en lo artístico, lo son mucho menos en el terreno de la vida pública de Goya y son muy pobres en documentos probatorios, razones que llevan a Baticle a obviarlos relativamente.
Los intereses primordiales de la autora son, en resumidas cuentas, las relaciones de Goya con el círculo ilustrado de Jovellanos, Moratín, Ceán Bermúdez y Meléndez Valdés, y las vicisitudes de todo este grupo en el marco de la política nacional y francoespañola. Pero desfilan por las páginas del libro una cantidad inmensa de personajes, a veces muy vinculados a la carrera del artista y otras solamente rozándola de refilón, inmersos en una complicada trama de relaciones políticas, económicas y sociales. En varias ocasiones manifiesta ella misma su temor a ser demasiado prolija en la disección de los acontecimientos políticos y económicos del momento, y se justifica por la importancia que, en su opinión, reviste la ubicación de la obra de arte en el contexto histórico. Sin negar esta importancia, hay que decir, sin embargo, que, a pesar de sus aportaciones sobre las visitas de la marquesa de Santa Cruz al pintor David, sobre la posible identificación de la Maja desnuda con Pepita Tudó, amante de Godoy, o sobre su propuesta de localización de Los fusilamientos del 3 de mayo, entre otras, que sí contribuyen a aclarar aspectos de la obra de pintor, buena cantidad de los datos que reúne no ayudan a explicar a Goya como artista. Son de gran interés para el que quiera conocer los entresijos de la época, pero quizá no imprescindibles para el amante del arte. Además, hay que hacerle un pequeño reproche a la autora: no obstante su seriedad en el tratamiento de los datos históricos y su profundo conocimiento de los temas en los que se adentra, se permite en ocasiones apreciaciones poco objetivas y expresiones de simpatía y antipatía muy personales. Fuerza en cierta medida los sentimientos patrióticos y liberales de Goya, acusa a la reina María Luisa de “asombrosa inmoralidad”, detesta a Napoleón… pero se niega a aceptar, por ejemplo, los convincentes indicios de la relación íntima entre Goya y Leocadia Zorrilla. Titular su capítulo XXIII “El regreso diabólico de la monarquía absoluta” es seguramente ir demasiado lejos.
El enfoque historicista escogido hace que sean los retratos las obras de Goya que Baticle trata más frecuentemente, ofreciéndonos datos sobre una buena cantidad de los modelos, aunque presta atención también a las obras más directamente ligadas a “las motivaciones políticas o de amistad” que según ella guiaron la producción del artista: los Caprichos, las pinturas de guerra, los Desastres, las composiciones alegóricas encargadas por Godoy, o las Pinturas negras.
Poco se puede objetar a esta concienzuda y extensa biografía, una vez conocidos los criterios de los que parte. Pero es preciso que el lector sea consciente de que va a enfrentarse a un estudio que adopta una sola de las perspectivas posibles sobre la vida y la obra de Goya. El ambiente político en el que éstas transcurren queda perfectamente pormenorizado; el ambiente cultural, sin embargo, se deja prácticamente de lado.

(Publicado en Arte y Parte nº4, Madrid, agosto-septiembre 1996)