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La semana pasada, al revisar lo que se va sabiendo sobre los pabellones nacionales en la próxima edición de la Bienal de Venecia –recuerden: sin noticias de España– me topé con un caso que considero digno de comentario individualizado. Se trata del nuevo pabellón que Australia comenzará a construir una vez se clausure la Bienal (me equivoqué y les dije que iba a estar ya listo en 2013). Reemplazará al construido según diseño de Philip Cox en 1988, que el gobierno australiano concibió como unas dependencias provisionales que tenían como fin primordial asegurarse la última “parcela” disponible en el recinto de I Giardini.

El actual pabellón de Australia en la Bienal de Venecia

El Australia Council for the Arts ha convocado un concurso arquitectónico en el que ha resultado ganador el equipo Denton Corker Marshall, que propuso un edificio sencillo y moderno –“poco arriesgado”, se ha dicho- que se proyecta sobre el canal que atraviesa la zona de los pabellones. Costará 6 millones de dólares australianos (cerca de 5 millones de euros) y el gobierno no pondrá ni un céntimo: será financiado a través de una campaña de captación de fondos orquestada por el Australia Council y dirigida por –aquí llega nuestro protagonista- el millonario Simon Mordant, que abrió la cuenta aportando un millón de dólares de su bolsillo. Poca cosa, si se compara con los 15 millones que donó para la ampliación del Museum of Contemporary Art de Sidney, inaugurado hace poco.

Liz Ann MacGregor, directora del MCA, y Simon Mordant

Mordant es codirector ejectivo de Greenhill Caliburn, empresa especializada en la asesoría financiera, fusiones y adquisiciones, reestructuraciones y “optimización de capitales”. Tiene una colección de arte internacional importante, que lleva décadas reuniendo, y ha conseguido figurar en algunos de los patronatos más codiciados: por supuesto, en el del Museum of Contemporary Art, con el que ha sido tan generoso, pero también en el de la Sidney Theatre Company, el Leadership Council for the New Museum de Nueva York, el Tate International Council en Londres y el International Council of the Museum of Modern Art, también en Nueva York. En enero el gobierno le hizo Miembro de la Orden de Australia en agradecimiento no sólo a su propia actividad filantrópica sino también a su incansable campaña para convencer a otros millonarios de que deben sostener la actividad cultural y apoyar las iniciativas de ayuda social.

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La ampliación del Museum of Contemporary Art en Sidney

Hasta aquí, perfecto. La cuestión ahora es: ¿estos indudables méritos le autorizan para ejercer una influencia demasiado determinante sobre la representación de su país en la Bienal de Venecia? ¿No sienta su protagonismo un precedente peligroso? Los pabellones nacionales suelen tener un commisisioner, la entidad que organiza, y un comisario, que elige -o es elegido por- el/los artistas participantes. Australia es un caso particular pues aunque la entidad organizadora es el Australia Council, hay un “comitente” que es un individuo, algo así como un delegado, que parece tener bastante poder de decisión y que adquiere el compromiso de conseguir fondos adicionales del sector privado. Mientras que en 2009 y 2011 esa responsabilidad recayó sobre Doug Hall, director de la Queensland Art Gallery de 1987 a 2007, en las dos ediciones anteriores el perfil del comitente fue similar al de Mordant: el coleccionista John Kaldor. Simon Mordant fue ya deputy commissioner en la Bienal de 2011 y ahora el Australia Council le ha entregado totalmente las riendas. Y cabe preguntarse: ¿se debe a sus conocimientos y su entrega al arte contemporáneo o es que ha “comprado” el privilegio?  Por otra parte, ¿de verdad no puede el gobierno australiano costear esos 6 millones? Las voces críticas señalan que hace sólo dos años se gastó decenas de millones en el pabellón australiano, efímero, en la Expo de Shanghai… pero es que ahí iban a hacerse negocios, no arte y arquitectura.

Mordant hizo su aportación de un millón para el nuevo pabellón antes de que se convocara el concurso pero, al parecer, impuso su criterio en la redacción de las bases: no sería un concurso abierto sino por invitación y estaría limitado a estudios australianos. Los arquitectos pusieron el grito en el cielo y se hizo una componenda que venía a dejar las cosas más o menos como estaban. Naturalmente, él formaba parte del jurado del concurso. Y no sólo ha manejado Mordant la elección del proyecto arquitectónico: también ha participado, como comitente y miembro del jurado, en la designación de Simryn Gill como artista que representará al país en 2013. Concluyendo: que yo le admiraría mucho más si se limitara al capítulo económico. A dar con involucración pero sin exigencias.