Hasta el 22 de julio puede verse en la Galería Elvira González una selección de fotografías de Robert Mapplethorpe realizada por Pedro Almodóvar. La galerista ha diseñado una impecable operación de marketing que ha conseguido que la exposición haya sido reseñada en todos los medios de comunicación. En realidad la noticia relevante para el mundo del arte no es que el cineasta haya puesto sus ojos en los del célebre fotógrafo sino que, desde inicios de este año, la galería representa en exclusiva la codiciada obra del neoyorquino en España, uniéndose a las trece prestigiosas galerías que venden en el mundo la obra que la Fundación Robert Mapplethorpe, custodia de su legado, pone en circulación. Es difícil entender de dónde sale tanta obra, habiendo fallecido el artista hace más de 20 años pero al parecer aún quedan ejemplares de las ediciones por vender; aunque el hecho de que se hayan puesto a la venta en Madrid varias pruebas de artista indica que ya van escaseando. Sobre todo después de que, en febrero, el J. Paul Getty Trust y el Los Angeles County Museum of Art adquirieran a la Fundación cerca de 2.000 obras, valoradas en unos 30 millones de dólares. El acuerdo incluye que a partir de ahora el Getty Research Institute será la sede del archivo Mapplethorpe, compuesto, además de por las obras adquiridas, por unos 120.000 negativos, 6.000 hojas de contacto, 1.100 fotografías únicas, 100 polaroids y 200 dibujos, collages y ensamblajes anteriores a 1975, algunas películas, su correspondencia y obras de otros artistas.

Pero quería centrarme en otra faceta del asunto. No puedo decir que sea una tendencia pero llama la atención que en los últimos meses hayamos visto a varios directores de cine españoles convertidos en comisarios de exposiciones. No es algo que se haya inventado ahora. Hace ya bastantes años, por ejemplo, Peter Greenaway comisarió The Physical Self en el Boijmans Van Beuningen Museum de Rotterdam (1991), y depués ha hecho de vez en cuando incursiones en el mundo del arte, más cerca del diseño de montajes que del comisariado en sí. Esta cuestión del montaje, de la visualidad -y de la visibilidad en los medios-, tiene un gran peso en los pinitos de cineastas en el ámbito del comisariado en las que estoy pensando. El año pasado, los contenidos del pabellón de España en Shanghai fueron proporcionados por Bigas Luna, Martín Patino e Isabel Coixet, que con su horroroso Miguelín actuaba más como “escultora” que como comisaria.Ya sabemos que en las Exposiciones Internacionales se incluyen cada vez menos obras de arte y más dispositivos audiovisuales o escenográficos, pues interesa ante todo la espectacularidad de la arquitectura, pero aún así es curioso que se acuda a directores de cine para cumplir como puedan con un encargo que posiblemente les interese poco. Tal vez tenga que ver con la mayor implantación social del cine.

También el encargo a Carlos Saura de comisariar la exposición inaugural del Centro Niemeyer en Avilés, Luz, que aún puede visitarse, parece obedecer a una estrategia de mercadotecnia . No he visto la exposición más que a través de fotografías y vídeos, por lo que no me atrevo a opinar sobre ella, pero encaja en la línea promocional que ha escogido el centro, basada en la capacidad de “llegada” internacional de grandes nombres del cine, la música, el teatro… A pesar de que la obsesión por el número de visitantes es general, en este centro de nueva construcción en el que se ha hecho una considerable inversión en época de recesión y al que, en la estela del “efecto Guggenheim”, se confía la prosperidad de la ciudad, la atracción turística es clave y se hace necesario buscar los ganchos más seguros. Seguramente Saura se ha esforzado para producir un evento con interés e, indisciplinado, se ha permitido expresar lo que todos creemos: “Con todos mis respetos a Niemeyer, que me parece un arquitecto maravilloso y fantástico, no creo que haya pensado mucho en que este edificio sirviera para hacer muchas exposiciones, va a ser complicado”.

Volviendo a Almodóvar, su selección de fotografías de Mapplethorpe no es ni mejor ni peor de la que la propia galería podría haber hecho. Subraya los aspectos de la obra que más pueden coincidir con su estética cinematográfica, pero éstos ya estaban en ella muy patentes sin necesidad de la intervención del director. Hay una presencia importante de atributos masculinos y de flores, ambos temas habituales en el fotógrafo, y de una construcción geométrica de los motivos, también muy frecuente. El montaje es el convencional. La cuestión es que hemos visto ya unas cuantas exposiciones de Mapplethorpe en Madrid y había que darle un atractivo extra a ésta. Y se ha conseguido. Ahora, a Almodóvar le hace falta actualizarse en materia artística. No ha hecho muchas declaraciones sobre su exposición pero se recoge ésta en la nota de prensa: “la fotografía de Mapplethorpe tiene la intensidad visual propia de la pintura y, a su vez, supone la adquisición por parte de la fotografía del poder narrativo que hasta ahora contemplábamos en la pintura”. Como si antes de Mapplethorpe la fotografía no tuviese esa capacidad de narración y como si no hiciera muchas décadas que la pintura se liberó de esa obligación…

Mapplethorpe según Almodóvar

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