Hace un par de semanas la alcaldesa de Alicante, Sonia Castedo, firmó con el director de la Obra Social de la CAM (Caja de Ahorros del Mediterráneo) un convenio para que la colección que esta problemática entidad financiera se deposite durante cinco años en el MACA (Museo de Arte Contemporáneo de Alicante). Lo llaman “comodato” pero de toda la vida se ha dicho “depósito”. El MACA se inauguró sin proyecto pero con mucho bombo político en marzo de 2011, contando con unos fondos que tienen suficiente entidad -las colecciones de los artistas Eusebio Sempere y Juana Francés– pero que resultan flacos para un gran edificio, el palacio de La Asegurada, en cuya rehabilitación se han invertido 12 millones de euros.

MACA, Alicante. Proyecto de Sol Madridejos y Juan Carlos Sancho

La intervención de la CAM por parte del Banco de España y la adquisición de la caja por parte del Banco de Sabadell dejó en el aire el destino de una colección muy valiosa iniciada hace poco tiempo, en 2000, pero hecha con buen criterio y con el asesoramiento de importantes críticos e historiadores: Tomás Llorens, Román de la Calle, Francisco Jarauta, Estrella de Diego, Elena Ruiz y Juan Bautista Peiró, quien actúa como comisario. Son 217 obras (vercatálogo digital) que de momento le irán muy bien al museo alicantino; mientras el Banco Sabadell decide si mantiene la Obra Social de la CAM, este patrimonio se pone a disposición de los ciudadanos, como debe ser. Pero no es una solución definitiva.

Fotografía de Javier Vallhonrat, en la colección de la CAM

No es el único caso de colecciones que han quedado desamparadas tras los hundimientos de diversas cajas de ahorro en nuestro país. Todos hemos leído sobre ello pero lo recuerdo en tres palabras para que nos aclaremos, pues es importante conocer-en la medida de lo posible- el embrollo de las cajas gallegas para entender qué papel juegan las colecciones de arte en el patrimonio de las entidades bancarias. Perdonen si no lo explico del todo bien y corríjanme en los comentarios. En octubre de 2010 se fusionaron Caixa Galicia (La Coruña) y Caixanova (Vigo), formando Novacaixagalicia. En septiembre de este año, los tremendos agujeros de la caja intentaban solucionarse con la creación de Novagalicia Banco al que el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) aportaba nada menos que 2.682 millones de euros de dinero público. El Banco de España valoraba después los activos de esta nueva entidad en sólo 181 millones de euros -menos de un 7% del banco nuevo-, cuando se había pretendido que tenían un valor de 1.714 millones -la Xunta de Galicia interpuso hace cuatro días un recurso contencioso-administrativo contra esa valoración-, mientras se daban a conocer las escandalosas cifras de las indemnizaciones a los directivos de la caja y de los créditos concedidos a sus consejeros. Novacaixagalicia mantiene por ahora su naturaleza jurídica como caja, convertida en gestora de la obra social, labor que no podrá llevar a cabo si no obtiene dividendos más jugosos que los que le corresponderían ahora por su 7% del accionariado.
Cada una de las cajas contaba con una colección, sumando entre 7.000 y 8.000 obras de arte. La de Caixa Galicia pasó a Novagalicia Banco por formar parte de los bienes de la caja, no de su obra social; la de Caixanova, más numerosa -5.600 obras- quedó en manos de Novacaixagalicia. La exagerada valoración de los activos de Novacaixagalicia afectaba también a la colección, que está siendo tasada en este momento por un grupo de peritos que fijarán el precio en el que Novagalicia comprará la Colección Caixanova. Así -y vendiendo también sus inmuebles al banco-, Novacaixagalicia conseguirá fondos para comprar acciones de Novagalicia hasta alcanzar un 15% del nuevo banco, lo que le permitiría desarrollar la obra social que se le ha encomendado con mayor holgura. Ingeniería financiera.

Almacenes de la colección Caixa Galicia (pintura de José Manuel Broto)

A finales de noviembre, el Parlamento gallego pidió a la Xunta procure que las colecciones de ambas cajas se mantengan unidas y sean accesibles de una u otra manera para los gallegos. Se habla aquí también de “comodato”. Aunque en un primer momento se propuso que se le dedicase un espacio en la Ciudad de la Cultura en Santiago de Compostela, después -presiones del PP y el PSOE de Vigo mediante- se rectificó: la Colección Caixanova debía permanecer en Vigo. Las sensibilidades nacionalistas se agudizan por tratarse en gran parte de artistas gallegos: este mismo partido pide que las obras de Luis Seoane de la Colección Caixa Galicia se donen a la Fundación Seoane en La Coruña. Sería oportuno, desde luego. Pero a esto se añaden lassensibilidades localistas: algunos vigueses claman ante la posibilidad de que “su” colección -la de Caixanova- se vaya a la Ciudad de la Cultura, en este estilo: “La idea es excelente pero inasumible por cuanto su plasmación expoliaría a Vigo de una obra pictórica vibrantemente gallega para ponerla fundamentalmente al servicio de forasteros, en su mayoría extranjeros, que no la apreciarían como nosotros” (Juan José R. Calaza en Faro de Vigo). Yo no conozco la colección y es muy posible que me equivoque pero, con 4.000 artistas gallegos en el catálogo, es imposible que ni todo, ni la mayoría, ni la mitad, tenga un gran valor.

Obra de Frau en la Colección Caixanova

Reflexiones
1. ¿Quienes toman las decisiones sobre el patrimonio artístico? Las cajas no han sido exactamente entidades públicas, pero casi. Las inversiones que hicieron en arte debieron ser propuestas o supervisadas por expertos. El ejemplo de “la Caixa” demuestra que es posible hacerlo muy bien. Y ahora que se desmantelan algunas de estas colecciones, ¿son los parlamentarios los que deben decidir qué debe conservarse, dónde y para qué? Espero con gran expectación el informe de los peritos. ¿Se atreverán, si es el caso, a decir que la colección Caixanova está sobrevalorada?
2. La progresiva desaparición de la obra social de las cajas de ahorro está suponiendo en muchas áreas una extinción de recursos para la cultura que supera a los recortes que imponen las administraciones. No sólo son ya pocas las cajas que siguen comprando obras sino que se desmantelan programas expositivos y formativos.
3. Hay colecciones que hay que mantener unidas a toda costa: por ley, las de los museos públicos y, por lógica, aquellas que tienen una cohesión interna, un argumento, una fortaleza particular en un determinado período o movimiento artístico… ¿De verdad hay que mantener estas colecciones gallegas en su totalidad? Hay artistas magníficos en ambas colecciones, pero también no pocas obras prescindibles, como puede apreciarse en la web de presentación de la Colección Caixanova. Es verdad que el mercado del arte no está como para absorber las piezas que no son de mejor calidad pero podría buscarse alguna otra solución que incluya, siempre, el beneficio para los ciudadanos.
(En otro tipo de operación: ¿tiene el Estado que comprar toda la colección de Carmen Cervera? ¿No sería mejor elegir las obras que más interesan?)
4. Una vez más: ¿cómo pueden invertirse millones en espacios como el MACA o la Ciudad de la Cultura sin saber qué se hará con ellos? Depender del fracaso de las cajas para llenar esos contenedores…
LA SEMANA QUE VIENE: Arte de los bancos… y bancos de arte (II), sobre los Art Bank en Canadá y Australia, y los FRAC en Francia.