El fin de semana pasado se celebraron en el MNCARS unas jornadas organizadas por la Unión de Asociaciones de Artistas Visuales (UAAV) centradas en las buenas prácticas profesionales y los derechos de autor. No confundir, como muchos hacen -artistas incluidos-, las buenas prácticas profesionales, que se refieren a las relaciones contractuales y económicas entre artistas y galerías, o entre artistas y centros de arte, con el “Documento de buenas prácticas en museos y centros de arte”, que propone un modelo de gestión para las instituciones artísticas públicas. Con el título de Do the right thing! -¿por qué este título en inglés?-, las dos jornadas congregaron a representantes de las diferentes asociaciones de artistas -menos la de Madrid, AVAM, que sigue fuera de la Unión- para debatir acerca de los desafíos que plantea la dedicación a la creación en estos tiempos cambiantes. La pregunta de fondo, como apuntó Daniel García Andújar, era: ¿de qué viven los artistas?
Una pregunta que quedó flotando en el aire pues los interlocutores a los que se dirigía, representantes del PP, el PSOE, IU y CiU, excusaron su asistencia, al igual que VEGAP.
Los estudios que se han hecho hasta el momento, siempre incompletos, siempre atrasados -las administraciones deberían tomarse ya en serio la cuantificación del sector del arte-, señalan muy claramente que los ingresos de los artistas son casi siempre más que escuetos. También es verdad que las asociaciones de artistas, en el seno de las cuales suelen hacerse las estadísticas, incluyen muchos miembros que no han tenido y no van a tener nunca, por el dudoso interés de su trabajo, una oportunidad de sobresalir. Hay muchísimos artistas en España y no todos pueden aspirar a tener éxito profesional. Esto parecerá de perogrullo pero a veces no se asume, al igual que algunas mujeres artistas atribuyen sus dificultades a su condición femenina sin plantearse si les faltan otras cualidades que no sean la hombría. Pero, dejando de lado esta necesidad de autocrítica, es evidente que las condiciones para ganarse la vida, incluso para los mejores, no son en absoluto las más adecuadas.
El sistema del arte tiene que evolucionar, adaptándose a las necesidades sociales y a las nuevas formas de consumo, y aquí entra la reconsideración de la gestión de los derechos de explotación de las obras de arte. Una parte de los ponentes en estas jornadas coincidieron en la necesidad de un cambio de paradigma en la obtención de un rendimiento económico por el trabajo artístico. No hay soluciones claras; sólo propuestas utópicas o periféricas -gestión comunitaria de los recursos públicos, cultura como resistencia- que son ahora mismo inviables y no ofrecen una solución global para el sector.
Algunos artistas -no puede pretenderse que lo que se defendió aquí sea compartido por todos, pues ciertas ideas fueron bastante radicales y muy marcadas en lo ideológico– se encuentran en un dilema de difícil resolución: reniegan del mercado y de la consideración del arte como “industria” cultural, tienen grandes reservas sobre lo que puede aportar una ley de mecenazgo que dé mayor entrada al sector privado en la financiación de la cultura, reclaman un mayor apoyo por parte del dinero público y, a la vez, consideran que las sociedades de gestión de derechos de autor -VEGAP, básicamente- no han cumplido las iniciales expectativas en el respaldo al artista y ha mostrado una excesiva rigidez que recientes modificaciones del modelo de contrato han comenzado a suavizar. La cuestión, así, sería ¿van a a ser capaces estos artistas de encontrar alternativas realistas en un contexto en la que unas fuentes de ingresos se secan y otras no se quieren ver abiertas?
Personalmente, siempre he defendido que la cultura debe tener toda la financiación pública que sea posible brindarle, y comparto algunas reservas sobre las implicaciones del mecenazgo o la dejación de responsabilidades por parte de las administraciones públicas que puede suponer. Mas defender hoy una cultura de base, barrio, asamblea y ocupación es muy romántico pero tiene poquísimo futuro.
En estas jornadas varias personas, en la línea de lo consensuado en diferentes “acampadas” vinculadas al 15M, hablaron a favor de las licencias Creative Commons, con diferentes argumentos: favorecer la difusión de las obras, garantizar la libertad del artista en la gestión de sus derechos, adaptarse a las formas de distribución que conllevan las nuevas tecnologías, reclamar un modelo de cultura más abierta, participativa y accesible. David Gómez lanzó una propuesta innovadora: que los derechos de explotación, incluyendo su uso comercial, de las obras que un artista ha producido con dinero público -fruto de encargos o ayudas-, habiendo recibido además una remuneración justa por su trabajo, pasen de inmediato al dominio público. Lo llama “retorno social”. Sería de agradecer, pero no sé si va a ser suficiente para convencer a la ciudadanía y a los políticos de que debemos, y así lo defiendo, apoyar a muerte a los creadores. Necesitamos otros argumentos.

Programa y abundante documentación: www.uaav.org/wordpress
Acampada Barcelona: www.culturaacampadabcn.wordpress.com/declaracio-declaracion
Resúmenes y vídeos: www.uaav.org/wordpress/archives/11358,www.uaav.org/wordpress/archives/11372
Retorno social: http://blog.aavc.net/wp-content/uploads/2010/11/RetornSocialAAVC_aDebat.pdf